«Dibujé en la arena su dulce cara sonriéndome. Luego llovió en la playa y tras esa tormenta ella desapareció. Y grité Aline para que pudiera volver. Y lloré». En 1973 el cantautor italo-belga Salvatore Adamo popularizó la canción ‘Aline’ para describir la amargura por la pérdida de su amada. Alina — en inglés Aline— o Ana, como gustaba que le llamasen, fue vilmente asesinada este sábado en La Granja por su expareja. Tenía 37 años. A diferencia de aquel dibujo en la playa, nada podrá borrar el recuerdo de Alina y su memoria, la de madre abnegada por su hijo, de 16 años, luchadora, trabajadora incansable, amante de los perros, la playa y la naturaleza y una mujer cargada de ilusiones y de sonrisa eterna. En La Granja, el núcleo al que sus vecinos llaman ‘el paraíso’ es donde vivíó y «donde ahora mucho deseamos que esté», expresa uno de sus vecinos, conmocionado, como el resto, por el trágico suceso.
En La Granja la conmoción y la rabia por el asesinato siguen latentes días después del crimen, cuando Alina Erica fue abordada por su expareja y apuñalada por la espalda mientra huía de su asesino, que a continuación se desgarró la garganta con el mismo arma homicida, para morir horas después en el Hospital.
Mientras la Guardia Civil recopila todos los detalles del cobarde asesinato, el número 28 en España de violencia de género, entre los vecinos, amigos y compañeros de Ana subyace un nulo interés en recordar el doloroso episodio, que ha conmocionado a todo el pueblo. Sin embargo, también late el ánimo de mantener viva la memoria de una mujer «buena, noble, inteligente y cariñosa, que siempre tenía una sonrisa en la cara», recuerda Daniel Garrido, que fue su compañero de trabajo durante casi dos años en La Panadería, un afamado restaurante del Real Sitio.
Alina, en un retrato que publicó en su perfil de la red Instagram. - Foto: D.S.Alina y Daniel empezaron a trabajar casi al mismo tiempo en el establecimiento, hace más de tres años, él como cocinero y ella como ayudante; hasta que Daniel, hace año y medio, cambió de trabajo, con destino a los fogones del cercano Parador Nacional del Real Sitio. Aunque en trabajos distintos, coincidían en las horas de entrada y salida y a diario se cruzaban por la calle y siempre, según recuerda, se paraban a charlar, sobre sus respectivos hijos, sobre sus trabajos o sobre el perro de Alina, al que ella adoraba. «Estos días cuando llego por la mañana al Parador miro hacia atrás porque aún pienso que me la voy a volver a encontrar (…) aún no me creo lo que ha pasado, es algo que siempre ves por la tele… pero ha sucedido aquí, la conoces, es una pesadilla», afirma el cocinero, visiblemente emocionado. Daniel entiende que los propietarios de La Panadería no quieran hacer declaraciones porque «para ellos Alina era como de la familia, un pilar fundamental, y yo se que ella estaba muy contenta en su trabajo».
«Era un encanto». Daniel desconoce cuándo Alina llegó a España desde Rumanía o detalles de su vida personal, de manera que su testimonio responde a aquellos días de trabajo juntos, codo con codo, en la cocina del restaurante. «Yo era responsable de cocina y al poco tiempo les dije a los dueños que me gustaba mucho como trabajaba. Era incansable. La cocina es un trabajo con estrés, pero jamás tuvimos una riña. Cosa que le mandaba, cosa que hacía y nunca ponía mala cara. Al contrario, siempre tenía una sonrisa. Era un encanto», recuerda Daniel, que también llegó a conocer a quien era entonces su pareja, también rumano, de 42 años, Dan Ciule, a la postre su asesino. Él trabajaba de albañil, un oficio que compatibiliza con ‘extras’ como camarero en un establecimiento del Real Sitio. «No tuve ningún incidente con él, pero mi impresión, es que era mejor tenerle como amigo que como enemigo», comenta Daniel.
«Hubo veces que él le esperaba a la puerta al salir de trabajar y le veías afuera con un evidente estado de embriaguez. Parecía que ella como que no quería salir de trabajar. Ahora entiendes algunas cosas», desvela el entonces compañero de Alina, que prefiere no hablar del hombre y sí de su amiga, «que quería con locura a su hijo», fruto de una anterior matrimonio, y a su madre, a la que telefoneaba con frecuencia; mientras fuera del trabajo su mayor pasión eran los paseos en compañía de su perro, un labrador negro.
Medio millar de personas expresaron en La Granja su repulsa al crimen. - Foto: D.S.Una de sus amigas comentó que a Alina le gustaba tomarse unos días de vacaciones en la playa, aunque este año, por la Covid-19, no pensaba en hacer la escapada; que acababa de sacarse el carné de conducir y que ahora su ilusión era poder comprarse un coche.
Daniel se encontró con Alina un día antes del asesinato. «La pregunté y me dijo que todo iba bien». Pero no era así, según ha trascendido por el testimonio de una amiga íntima, que conserva en su teléfono móvil mensajes de whatsapp remitidos por Alina y que demuestran su creciente temor ante el acoso que sufría por parte de Dan Ciule después de que la mujer decidiera poner fin a su relación sentimental. «Puso mi casa patas arriba. Hace vídeos en la red, me manda mensajes sin parar, me llama, me amenaza», le comentó por escrito Alina a su amiga a quien le avisó el viernes, también por whatsapp, que esa misma tarde se escaparía un momento del trabajo en el restaurante para acudir a la Guardia Civil. Y así lo hizo. Acudió al puesto de la Benemérita, aunque le dijeron que estaba cerrado, si bien esa misma tarde, al tratarse de un posible caso de violencia de género, una patrulla la visitó para hablar con ella.
Según la Subdelegación del Gobierno, Alina no les habló de malos tratos, amenazas o agresiones, sino de un reciente episodio de hostigamiento por parte de su ex-pareja, con la que no convivía desde hace más de un mes. Como aún tenía la llaves de la casa —pese a que la mujer le había pedido en repetidas ocasiones que se las devolviera—Dan Ciule entró en la vivienda y la puso ‘patas arriba’, sacando ropa de los cajones y tirándola por la casa. Hizo fotos y las subió a internet.
Flores y velas en recuerdo a Alina, en el 'Rincón de la Mujer', monolito que está en el Real Sitio. - Foto: D.S.Según la Subdelegación del Gobierno, Alina contó a los agentes estos hechos, pero no presentó denuncia, esencial para activar mecanismos específicos de protección. Pese a que de su declaración, según las mismas fuentes, los agentes no extrajeron indicios de amenaza o agresión, a partir del testimonio quedaron abiertas unas diligencias que se iban a remitir al juzgado.
Alina tenía miedo, como lo demuestra el comentario que le hizo a su amiga, de que se encargaran de su hijo y cuidaran de su perro por si algo le ocurriera; o el hecho de que uno de los propietarios del restaurante le acompañara a su casa la noche del viernes al salir del trabajo. Todos querían protegerla, como también su hijo, que la mañana del sábado quiso acompañar a su madre al trabajo, aunque ella le comentó que prefería que se quedará paseando al perro en un parque cercano a su casa, en el ‘Campo de Polo’.
Camino al trabajo, en torno a las nueve de la mañana, en la carretera de Madrid, cerca de la rotonda que une La Granja con Valsaín, Dan abordó a Alina y tras una discusión ella emprendió la marcha. Una testigo, según fuentes de la investigación, declaró que observó como en la huída el asesino la asestó varias puñaladas por la espalda. El conductor de un vehículo observó al hombre sobre ella que yacía en el suelo. Detuvo el coche creyendo que la mujer había sido atropellada y que el hombre trataba de ayudarle, aunque cuando bajó la ventanilla comprobó que, en realidad, le estaba asestaba puñaladas y puñetazos. Cuando Dan se percató de su presencia se separó unos metros y se autoinflingió varias puñaladas en el pecho y se cortó el cuello. Los gritos y llamadas de alerta de los testigos provocaron la presencia de los agentes de la Guardia Civil y de varios miembros de la agrupación de Protección Civil del Real Sitio de San Ildefonso. En estado crítico, el asesino fue llevado al Hospital General, fue operado de urgencia y trasladado a la UCI, donde fallecería. Nada se pudo hacer por salvar la vida de Alina.
El pueblo quedó en ‘shock’. Daniel recuerda cómo conoció el suceso y la identidad de la víctima. «Al principio no me daban señas. El panadero que viene al Parador ya me dijo que era Alina. Me quedé paralizado, no me lo podía creer».
Al día siguiente del asesinato, en la Plaza de los Dolores, medio millar de personas guardaron un minuto de silencio en recuerdo de Alina y como repulsa a su asesinato. Ana, una vecina del municipio, tomó la palabra. «Basta ya de tanto odio, basta ya de ser esclavas, basta ya de tantas muertes que no conducen a nada, que solo dejan dolor y vacío entre las almas».
Más de una denuncia cada día. Segovia registra más de una denuncia al día por violencia machista, mientras que 179 mujeres cuentan en la actualidad con medidas de protección y vigilancia. «El delito mayoritario es el delito contra las mujeres, esas agresiones y situaciones violencias», ha explicado la subdelegada del Gobierno, Lirio Martín. Las denuncias por violencia de género se incrementaron durante el estado de alarma en torno al 40 por ciento, tanto en Castilla y León y en Segovia, según la subdelegada. Por su parte, la jefa de la Unidad de Violencia de Género, Carmen Meléndez, considera que «denunciar es un paso muy difícil para una mujer amenazada, pero es clave para actuar contra el agresor».
Tercera víctima en Segovia. El asesinato de Alina es el tercero por violencia de género registrado en Segovia desde que en 2003 se decidiera elaborar a nivel estatal una estadística específica sobre este delito. Desde entonces, se han contabilizado en España 1.061 asesinatos de mujeres a cargo de sus parejas o exparejas.
El 15 de julio de 2007 un hombre de 52 años asesinó a su mujer, de 46 años, con un arma blanca y después se ahorcó en una nave del término municipal de Torreiglesias. El 14 de enero de 2011, en Torrecaballeros un hombre de 54 años, con licencia de armas de caza, mató a tiros a su esposa, de 49 años, y al hijo de ambos, de 16 años. Tras el doble crimen se quitó la vida.