Hace meses que la mayoría de los españoles repiten que jamás habrían sospechado vivir una situación igual, con un Gobierno sumido en la permanente inestabilidad y la preocupación por no saber qué decisiones tomará Pedro Sánchez ante los retos que se le presentan, ya que es capaz de cualquier iniciativa, aunque algunas de ellas juró que en ningún caso las contemplaba.
El líder progresista ha iniciado una estrategia de arremetida a jueces y periodistas como nunca se había vivido en España con las instituciones ocupadas por afines al sanchismo, que no dudan en tomar resoluciones dictadas directamente desde La Moncloa como, por ejemplo, el Tribunal Constitucional echando abajo decisiones del Supremo y entrando de lleno en competencias que no le pertenecen; el añadido de las asociaciones de fiscales en pie de guerra por las maniobras del fiscal general para tratar de salvar la cara al jefe del Ejecutivo, lo que le ha valido una imputación. Y con miembros destacados de la Asociación Progresistas de Fiscales, al igual que ocurrió con Jueces para la Democracia, muy vinculada al PSOE, expresando su malestar, por no decir su posición contraria, a algunas de las decisiones que se han tomado ante casos de corrupción. O ante medidas del Gobierno que no siempre respetan el Estado de Derecho, como llevar leyes al Congreso que inciden directamente en la independencia de jueces y fiscales.
Esta situación es más reprochable en un país que ha hecho un esfuerzo importante por dejar atrás una dictadura para apostar por una democracia plena, y que ahora, 50 años más tarde, no solo da muestras de escaso respeto a normas consustanciales con el modelo democrático, sino que pretende conmemorar el 50 aniversario de la muerte de Franco no con un homenaje a la recuperación de las libertades, sino poniendo el acento en esa falta que se produjo durante el franquismo.
La vida política ha sido una constante aventura desde hace 50 años, desde los meses últimos del franquismo, con el caudillo a punto de morir en varias ocasiones y con una agonía que parecía no tener fin. Todo ello, con la incertidumbre al papel que podría jugar don Juan Carlos.
Clandestinidad
Salieron de la clandestinidad las izquierdas, Fraga logró sumar a las distintas corrientes de derechas y, al poco, deshacerse de las que demostraban nostalgia por los tiempos pasados. Todos los partidos comprendieron que, el ya rey tenía muy bien diseñado su proyecto democrático y constitucional, y no solo lo aceptaron, sino que se sumaron activamente a participar en aquel proyecto que, sin exageración, fue la sorpresa del mundo democrático.
España se convirtió en el país que todos los dirigentes querían visitar, invitaban a los reyes y presidentes, se incorporó a foros e instituciones internacionales que nos estaban vedados, y surgieron figuras políticas, económicas, culturales y de las más diversas profesiones de primera magnitud.
Durante unos años, fuimos importantes y trasladamos al resto del mundo la imagen de una España nueva, plenamente democrática, con un gran esfuerzo en el que participó el pueblo, el rey y los dirigentes de todos los partidos sin excepción. Con un punto negro: una banda terrorista, ETA, empeñada en romper España y su nueva democracia. Una banda que escribía páginas sangrientas y amenazantes casi a diario. Acumuló cerca de un millar de asesinatos, además de miles de personas heridas y marcadas física y emocionalmente.
Conviene apuntar esos datos de una época gloriosa, con luces y sombras, pero fundamentalmente gloriosa, para comprender que infinidad de españoles, sobre todo los que vivieron aquellos años, contemplen la era actual como un país sumido en el caos, con la política plagada de personajes mediocres en la que la brillantez es la excepción, y con una marcha atrás en los valores que también los sufre una Europa que carece de figuras ilustres y comprometidas.
Las últimas semanas han sido ejemplo del desorden. Con un Gobierno que intenta desesperadamente no verse obligado a prorrogar nuevamente los Presupuestos, lo que Sánchez no considera asunto grave, aunque antes de ser presidente declaraba abiertamente que un Ejecutivo sin presupuestos no está en condiciones de gobernar.
Empeñado en hacerlo, en gobernar, se ha asociado con partidos que exigen lo que un mandatario no debería aceptar, pero, además, ha calculado mal el nivel de aceptación incondicional a sus políticas. No ha ganado las elecciones, aunque ha conseguido los apoyos para mantenerse. Es, por tanto, un Gabinete legítimo, pero el grado de rechazo es creciente. Por los socios elegidos, que él mismo consideraba inadecuados hasta que los necesitó y por las cesiones que ha hecho para mantener el apoyo de esos socios inadecuados.
La situación hoy, cuando van a cumplirse siete años desde que accedió al poder a través de una moción de censura, es caótica.
La coalición con Sumar hace aguas por todas partes, y Yolanda Díaz amenaza de forma constante con romperla si Sánchez y el ministro Cuerpo no aceptan su única baza: la reducción de la jornada laboral semanal.
Por otra parte, los socios independentistas ERC y Junts intentan llegar a algún tipo de acuerdo para promover iniciativas que imponer a Ferraz. Difícil adivinar si Puigdemont y Junqueras van a avenirse a no apoyar los Presupuestos o dejar de prestar su apoyo si no se permite que se tramite una proposición de ley que le obligue a presentar una cuestión de confianza. Es evidente que está rota la sociedad de investidura, y a Sánchez se le hace más difícil gobernar.
Pedro Sánchez ha emprendido una cruzada contra jueces, fiscales y periodistas que puede convertirse en suicida para impedir que los graves casos de corrupción afecten a sus familiares y colaboradores de primer nivel, actuales y anteriores.
Procesamiento del fiscal
De momento, la imputación del fiscal general, según datos aportados esta semana por la fiscal jefe de Madrid y el fiscal que lleva el caso de las filtraciones, podría provocar el procesamiento de García Ortiz, que cometió el error de su vida tratando de destruir pruebas al borrar las conversaciones y mensajes de su móvil en una semana en la que él tomó importantes iniciativas que podrían inculpar a personas con poder. Por otra parte, hartos de amenazas y ataques profesionales y personales, muchos periodistas profundizan en sus investigaciones y los jueces aceleran los tiempos para que cuanto antes se aclaren asuntos turbios que afectan al entorno presidencial y al propio Sánchez.
El inquilino de Moncloa, como es habitual en él, se defiende atacando. Directamente o a través de personas interpuestas, colaboradores. Pero, en cuanto se profundiza un poco, llegan las confesiones de algunos de esos colaboradores: hay inquietud, por no decir miedo.
La declaración de la fiscal jefe de Madrid, que no ha dudado en señalar directamente al fiscal general del Estado, ha abierto la espita.
Se inician días en los que algunas de las personas que callaban, pueden empezar ahora a hablar.