Es la primera vez que la veo». Fuencisla Francés (Segovia, 17 de noviembre de 1944) no había podido visitar hasta este pasado martes la muestra que protagoniza en el Museo de Arte Contemporáneo Esteban Vicente. Durante un mes unos problemas de salud le habían impedido contemplar la que seguramente sea la exposición más importante de la vida de una artista que los expertos califican como extraordinaria. «Francés sobresale en el panorama artístico de las últimas décadas por su diversidad creativa», destaca la Fundación Juan March. «Es una artista enormemente metodológica y autoexigente, honda en su trabajo creativo y 'sui generis' en el contexto artístico español», remarca Margarita Aipuru, comisaria de una exposición que se podrá visitar hasta el 19 de enero y que supone su regreso a casa en el más amplio sentido de la expresión.
Después de más de media vida afincada en Valencia, Francés ha decidido volver a residir en Segovia. Esa ciudad que la vio crecer, a la que ha vuelto con frecuencia y con la que tiene una dicotomía. Adora Segovia pero se siente poco reconocida por ella, aunque esto último lo dice sin una pizca de enfado ni rencor. No caben estos sentimientos en una persona que, a sus 80 años, ha habilitado un taller para seguir pintando en su nueva casa. «Lo bien que me lo paso en mi taller es una aventura que no se sustituye por nada», dice sentada en una de las salas que ha reservado para sus obras el Esteban Vicente.
El museo segoviano se ha propuesto contribuir a que la consideración de la mujer artista tenga el papel que le corresponde en la estructura del arte. «Yo no he dejado de exponer pero es verdad que ser mujer. Lo hemos vivido y más las de nuestra generación. No se te ve. Pasas y ya está», señala Francés, que al menos tuvo la suerte de criarse en un ecosistema propicio. Descendiente de una familia de artistas, creció rodeada de inspiraciones. Una tabla de salvación para una niña en la España de la posguerra. «En el ambiente de mi familia fui muy feliz. Luego vinieron años más oscuros que no voy a contar, pero mi infancia fue de lo más feliz. En verano en San Rafael en la casa de mis abuelos...».
La instalación ‘Barber’ está en la planta baja. - Foto: Rosa BlancoPero en su destino estaba escrito que iba a acabar en Valencia. Descendiente de una de las sagas artísticas más importantes de la Comunidad Valenciana (los pintores del siglo XIX (Plácido Francés y Emilio Sala Francés son antepasados suyos), empezó a estudiar Bellas Artes coincidiendo con la presencia de una de sus hermanas en Valencia. «El ingreso en Madrid era más problemático para mí, me fui a Valencia y me encantó la ciudad», apunta. La capital del Turia, que hoy sufre por los efectos devastadores de la DANA que se ha cobrado la vida de más de 200 personas, marcó un punto de inflexión en la obra de Francés: «Quizás la luz. La luz es muy especial en Valencia. También tiene un punto grumoso y luego es una ciudad muy cercana. La gente se comunica muy fácilmente y para mí, que venía de la Castilla de aquellos años, muy sobria, mucho más fría, muy diferente... Llegué a Valencia y el clima era mucho más cálido, la gente vivía mucho las calles... Me fascinó».
Las consecuencias de aquel descubrimiento se pueden analizar –al menos en parte– en las salas del Esteban Vicente, transformadas en procesos, ritmos y vibraciones, tal y como se titula la exposición. «[Fuencisla Francés] experimenta continuamente con formas, materias y procesos investigando la construcción de obras con trozos de materiales, fragmentos de papel, lienzos y madera pintados que a menudo proceden de obras previas que deconstruye, recorta y reutiliza para reconstruir nuevas creaciones con las que efectúa vibrantes composiciones llenas de ritmo de gran fuerza estructural y espacial, pero también poética y estética, y en las que el espacio –incluso la arquitectura del lugar– es un elemento fundamental de sus composiciones», resalta la comisaria de la muestra.
A pesar de su talla artística, las irrupciones de Francés han sido demasiado escasas a lo largo de estas décadas. La Casa del Siglo XV, La Alhóndiga, algunas exposiciones colectivas... El Esteban Vicente ha estado a la altura dedicándole cuatro salas y el espacio de la planta baja que da acceso a la una y la dos. Y ella lo ha recibido con una mezcla de emoción y sorpresa. «Al estar en un espacio diferente al que estoy acostumbrado a verlas, las obras se comportan de una manera diferente y es muy interesante descubrirlas de esta manera», apunta. El Esteban Vicente aparece en un lugar especial en su historia personal: «Yo venía a dibujar a este mismo edificio, a la Escuela de Artes Aplicadas. Había un patio al que me asomaba y veía a los guardeses y tengo pintada una obra sobre estos espacios antiguos».
Las piezas elegidas para la exposición se combinan entre las ya existentes, las versiones de otras precedentes y algunas de nueva creación. Como la instalación 'Barber', realizada en homenaje al músico experimental valenciano Llorenç Barber y constituida por multitud de fragmentos geométricos de trozos de maderas, que se interrelacionan unos con otros compositivamente. «La he hecho hace muy poco», revela desmotrando que todavía le quedan fuerzas e ingenio. «Una no puede juvbilarse porque, sin darte cuenta, siempre estás pensando en crear. Te sale solo, es como la escritura, una necesidad. Con el paso de los años aprendes a ver de otra manera, con más alcance quizás. Y la experiencia hace que la obra vaya moviéndose de otra manera por los conocimientos que vas adquiriendo, por lo que vas desechando... Ves una obra antigua y hay formas sobre las que ya no vuelvo. Voy caminando hacia, quizás, lo más sintetizado a pesar de que pueda parecer algo barroca porque juego con muchos factores y hay mucho movimiento en el espacio», concluye.