El estudio portátil de Picasso

Agencias
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El artista abandonó París cuando estalló la Segunda Guerra Mundial y en Royan cambió los lienzos por cuadernos de bolsillo

‘Busto de mujer con sombrero de flores’, cuadro que pintó el malagueño en 1939, poco tiempo después de su salida de la capital francesa. - Foto: Daniel Pérez (EFE)

Picasso ya era un artista de renombre internacional cuando arrancó la Segunda Guerra Mundial. Su preocupación por el devenir del conflicto, le llevó a huir de París, su residencia desde hacía tres décadas. Como no pudo llevarse su estudio e imperaba la escasez de materiales, plasmó sus creaciones en cuadernos que convirtió en sus estudios portátiles. 

Las ocho libretas de dibujo que realizó durante su estancia en Royan, junto a otros grabados, gouaches, pinturas, una paleta del pintor y poemas que escribió en ese período, así como algunas obras de su compañera, la artista y fotógrafa Dora Maar, se exponen ahora por primera vez en el museo dedicado al pintor en Málaga. 

Fue en septiembre de 1939 cuando puso rumbo a la localidad francesa ubicada en la costa atlántica donde pasó un año, el único momento de su vida en el que estuvo «tanto tiempo fuera de su estudio habitual», según explicó la comisaria de la muestra, Marilyn McCully.

Una conversación entre los comisarios McCully y Michael Raeburn, y el nieto del artista y director ejecutivo de la galería malagueña, Bernard Ruiz-Picasso, dio lugar a la investigación que desembocó en la exposición temporal que permanecerá abierta hasta el próximo 30 de abril. 

«Estudiamos los cuadernos que Bernard tiene en su colección y casi me puse a llorar, porque es lo más cerca que se puede llegar al artista. Lo que está pasando por su cabeza se traduce a sus dedos y al cuaderno», resaltó la comisaria.

El emblemático Guernica expandió la fama del artista a nivel internacional dos años antes de la contienda mundial. Cuando puso rumbo a Royan, lo hizo pensando en encontrar un refugio que le permitiera dedicarse al arte. Antes de su llegada, ya se habían instalado Marie-Therese Walter y la hija de ambos, Maya. Pese a la presencia de estas, Picasso viajó acompañado por su compañera, Dora Maar; su secretario, Jaime Sabartés, y su perro.

«Era como un sitio de vacaciones, y para Picasso fue un escape del clima que se vivía en Francia, porque la guerra no llegó a Royan hasta mucho más adelante», apuntó la McCully.

El pintor «se llevó a Royan a las personas más importantes para él, todas vivían cerca y las veía cada día», detalló McCully, que también destacó que Maya escribió en sus memorias que, «cuando su padre le iba a contar un cuento, Dora se ponía celosa».

Escasez de materiales

Dada la escasez de grandes lienzos y otros materiales en Royan, el pintor compró en la librería Hachette estos cuadernos, de pequeño formato y que en realidad eran para notas, con sus páginas rayadas o cuadriculadas. Ese carácter portátil de las libretas «de bolsillo» le permitía llevarlas a su habitación de hotel, a la villa o a la mesa de un café al aire libre.

Los temas van desde el bodegón hasta las figuras femeninas, «todas con pelo oscuro y con rasgos muy marcados, inspirados por la presencia de su compañera, la fotógrafa, Dora Maar».

Los cuadernos contienen no solo ideas para obras de mayor envergadura sino también el modo en que le afectó la Segunda Guerra Mundial en el terreno personal y en el artístico.

La comisaria de la exhibición resaltó también la cercanía de Royan con Burdeos, donde pasó sus últimos años Goya, y consideró que la «idea» del pintor aragonés estaba en esos cuadernos y las obras de esa etapa, como en el cuadro Tres cabezas de cordero (1939), prestado para la exposición por el museo Reina Sofía.

Esas cabezas de cordero habían sido compradas por Picasso en el cercano matadero municipal de la localidad francesa para alimentar a su perro y terminaron convirtiéndose en una obra de arte del pintor.

Además de la obra cedida por el centro Reina Sofía, otros préstamos importantes para esta muestra son los cuadros Mujer peinándose (1940), procedente del Museo de Arte Moderno (MoMA) de Nueva York, y Café en Royan (1940), que procede del Museo dedicado al artista malagueño en la capital francesa. 

En la muestra también se puede observar un trozo de silla que Picasso convirtió en paleta y, finalmente, en obra de arte al firmarlo.

Bernard Ruiz-Picasso aprovechó para poner en relieve la «cercanía» de la galería malagueña con otros centros de investigación sobre el artista, como el Centro de Estudios Picassianos, que abrirá sus puertas el 26 de marzo en París, y que reunirá todos los archivos del museo francés.