La idoneidad del Presidente Joe Biden para aspirar a la reelección se ha cuestionado desde hace meses. Al margen de que un candidato que ha superado los 80 años pueda demostrar ser idóneo o no para presidir un país, - a lo largo de la Historia se han dado casos de buenos presidentes longevos-, lo cierto es que en el caso concreto del actual Presidente de Estados Unidos, las dudas se habían disparado al detectarse en él problemas de memoria con sucesivos lapsus mentales y otras posibles muestras de deterioro cognitivo.
En esas circunstancias ¿Qué partido político podría aceptar un debate, tan anticipado, en el que todas las condiciones previas a la cita, perjudican a su candidato? No podemos olvidar que Estados Unidos es el país inventor de los debates televisivos. Los asesores de los partidos cuidan hasta los más mínimos detalles y pactan las condiciones para evitar verse perjudicados en una contienda que pueda resultar desigual. Por poner un ejemplo, de nuestro contexto español, los dos debates celebrados previos a las elecciones de 2008 entre Mariano Rajoy y José Luis Rodríguez Zapatero, llevaron al PP y al PSOE a firmar un documento que constaba de 10 folios y 60 condiciones detalladas previas al desarrollo de ambos debates.
Ya es raro que, en el caso de Estados Unidos, un partido experimentado como el Demócrata haya pactado anticipar un debate, muchos meses antes del comienzo de la campaña electoral. Aún resulta más raro que todas las condiciones impuestas a priori, sean objetivamente perjudiciales para un político de esa edad como Biden: mantenerse de pie durante más de una hora y media ante un atril, sin ayuda de apuntes, sin posibles consultas a sus asesores en los intermedios, ni réplicas pactadas y mientras tanto, los periodistas Jake Tapper y Dana Bash, moderando el debate, cómodamente sentados. Este hecho no pone en cuestión la buena labor realizada por ambos profesionales del periodismo al haber abordado los temas más relevantes para la audiencia con buen tino, manejando adecuadamente los tiempos, con ecuanimidad y dotando de un adecuado ritmo al debate.
Todas los temores previos en relación al candidato demócrata, se han confirmado después de asistir a la celebración del debate: Joe Biden con una actitud de permanente desorientación, mirada perdida, boca entreabierta, reacciones gestuales desacompasadas, sonrisas incoherentes, fuera de las reacciones lógicas, falta de concreción a la hora de objetivar y rebatir las mentiras del adversario y sobre todo: muchos más momentos de confusión y falta de inteligibilidad en su discurso que chispas de coherencia y lucidez. Como excusa, nada más acabar, los portavoces del partido Demócrata se apresuraron a declarar que el Presidente había asistido resfriado al debate.
Frente a la presentación del candidato Demócrata, la simplicidad de unos mensajes blindados y reiterados por el candidato republicano: la apelación al miedo a los extranjeros, la necesidad de expulsar y cerrar fronteras a los supuestos responsables de todos los males del país, y las permanentes alusiones a que el gobierno de Biden ha sido el peor de la Historia y, en consecuencia, Biden el peor presidente de los Estados Unidos, con el mensaje catastrofista de que una nueva presidencia de Biden podría destruir el país. También una permanente huida por parte de Trump a las preguntas más comprometidas de los periodistas que tuvieron que llegar a repreguntar el enunciado de algunas de las cuestiones hasta tres veces. Por ejemplo, sobre la solicitud de explicaciones en lo relativo a la instigación al asalto al Congreso por parte de sus partidarios, o las acusaciones por intento de comprar el silencio de una prostituta con la que supuestamente el expresidente mantuvo relaciones. Sin olvidar las más de 40 causas que en la actualidad se hallan abiertas contra Trump.
El partido Demócrata sigue viendo como una verdadera espada de Damocles un posible triunfo de Donald Trump en las próximas elecciones. Y después de este primer debate con aún más preocupación. Desde las mayorías moderadas de los partidos que componen el Parlamento Europeo, se ve que el posible triunfo del candidato republicano puede poner en riesgo no sólo al país más poderoso del planeta, sino también las relaciones con el Viejo Continente y el futuro del mundo.
Si el partido Demócrata hubiera querido exponer a la opinión pública las pruebas evidentes que justificarían sustituir a su actual candidato, no lo habría podido hacer de manera más atinada. En estos momentos muchos militantes, seguidores, votantes, e incluso compromisarios del partido, opinarán que Joe Biden debería retirarse para facilitar el camino a otro candidato más idóneo. La pregunta es ¿por qué no se hizo antes?.
El problema, sin embargo, desde un punto de vista de la comunicación política, es que el precio que se ha pagado tras este debate ha sido muy alto. Se ha dado al mundo una imagen de los Estados Unidos propia de un esperpento. Ni los peores enemigos de ese país podrían imaginarse que dos candidatos pudieran dar tan mala imagen de una nación que, sin embargo, se vanagloria de ser la democracia más antigua y asentada del planeta.
Va a ser muy difícil compensar el descrédito obtenido como resultado de este paso en falso. Quienes desconfían de la política habrán acumulado más argumentos para pensar que no tiene sentido contribuir al juego. Los más optimistas especulan a su vez con la idea de que aún queda tiempo para convencer al hasta ahora candidato demócrata, de la necesidad de abandonar la carrera presidencial para elegir a otra persona idónea y construir una campaña que convenza al electorado. Su argumento se centra en que sería un error facilitar la elección de un presidente permanentemente encausado y defensor de un sistemático ejercicio de manipulación, desinformación y violencia contra todo aquello que vaya en contra de sus intereses privados.
En nuestro contexto, deberíamos dedicar algún tiempo a reflexionar sobre las responsabilidades que tenemos, como sociedad, en haber llegado a la situación actual de deterioro de la política y de la percepción sobre las instituciones. ¿Qué puede justificar el éxito obtenido por líderes con personalidades paranoides y numerosos seguidores, y en el acelerado ascenso de la extrema derecha en Europa?. Podríamos concluir que hay una urgente necesidad de reconstruir una POLÍTICA, ética y estética, capaz de convencer a tantos millones de personas desencantadas, de que la acción política vuelve a hablar y a tomar como prioridad el servicio al BIEN COMÚN. Promover una educación ciudadana que prime una cultura de paz y solidaridad, con protagonismo del desarrollo científico y un humanismo comprometido con la consecución de un mundo más justo, y en consecuencia más seguro y de mayor igualdad en todos los ámbitos.