Manuel Juliá

EL TIEMPO Y LOS DADOS

Manuel Juliá

Periodista y escritor


El mundo

17/02/2025

Mi conciencia, mi intelecto, esa memoria que la vida ha ido clavando en mi carne, esa luz de lo que siento bien aprendido, esa sombra de bellas ideas donde creo sentirme, esa percepción de la vida teñida con la luz de un manto cristiano, la comprensión que he creído alcanzar sobre el perdón, la ausencia de ira, el sentido de que la forma forma parte del fondo o la dignidad de cualquiera, aunque sea el tipo más pobre del mundo... Todo eso, está siendo atacado desde una trinchera poderosa. 
Lo que digo es un néctar profundo de mi ser, algo que he ido aprendiendo con los años. También buceando por los más bellos libros, donde la sabiduría espera a cualquiera por el precio de desearla. Lo que considero mejor de mi vida, o lo que mejor he aprendido, conceptos manoseados por las tropas enemigas, libertad, igualdad, fraternidad, justicia, dignidad humana... son palabras que muchos han pervertido usándolas como bandera. Mirad lo que hicieron con las palabras del Cristo. 
No soy un progre. Solo soy una persona que desde el amor de una familia humilde ha luchado por el mundo que cree con la bandera de Cristo, Machado, Ghandi, Sócrates. Lorca... Desde ahí creé un ser con quien converso, como decía Machado 'quien habla solo espera hablar a Dios un día'. 
Juro que he conseguido pensar así con la mejor voluntad. Y por ello he pensado que el mundo necesita ese fluido ideológico, que se tiene un destino bueno aceptando esa sentencia de que es persiguiendo lo imposible como se consigue lo posible. Y sabía que contra el progresismo había una internacional contraria. Ahora bien, lo que nunca creí observar es este extraño auge de ideas que la historia ha condenado por malvadas, lesivas y antihumanas. 
Aparte del matonismo de Trump, que da para llenar un periódico, no salgo de mi asombro al ver la regañina de J.D. Vance acusando a Europa de ir contra la democracia por luchar contra los bulos, que es el arma atómica de la extrema derecha. 
Más perplejidad me produjo que, estando en Alemania, rechazase reunirse con el canciller Olaf Scholz y lo hiciera con Alice Weidel, la candidata del partido nazi Alternativa para Alemania. 
Esto lo dice todo: jamás creí ver a un vicepresidente de USA alabando a un partido nazi.