Irán pierde fuerza en Oriente Próximo

Jaime León (EFE)
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La influencia del país persa en la región se desinfla tras los daños colaterales de la caída de Al Assad, que se suman a unas milicias diezmadas y a un 'Eje de la resistencia' debilitado

Irán pierde fuerza en Oriente Próximo

La caída del régimen de Bashar al Assad en Siria hace apenas dos meses ha supuesto una piedra más en el camino de Irán por ocupar una posición hegemónica en Oriente Próximo, donde cada vez está perdiendo más fuerza debido a lo diezmadas que están sus milicias a lo largo de la región, a la pérdida de influencia en Irak y al crecimiento de otros países como Arabia Saudí.

«Hoy, puedes subirte a un coche en Teherán y bajarte en Dahiye, Beirut», afirmó hace cinco años el asesinado general iraní Qasem Soleimaní. Ahora, un alto mando del régimen persa no podría realizar ese viaje debido principalmente al derrocamiento de Al Assad en Siria, pero además en el barrio libanés de Dahiye, la milicia Hizbulá, su principal aliado en la región, se encuentra en sus horas más bajas por los ataques israelíes.

A ello se suma que en términos políticos, Teherán se enfrenta a una posible pérdida de influencia en Irak, donde operan milicias proiraníes, e incluso en el Líbano, con el nombramiento de nuevos mandatarios más cercanos a Estados Unidos y Arabia Saudí.

Durante décadas, la República Islámica tejió una red de aliados conocida como Eje de la resistencia con el apoyo a países y milicias en la región, que se convirtió en uno de los pilares de su política exterior para hacer frente a Washington y Tel Aviv.

Pero este tejido formado por los palestinos de Hamás, los libaneses de Hizbulá, los hutíes de Yemen, una miríada de milicias en Irak y hasta recientemente Siria, se encuentra muy diezmado, lo que reduce la influencia iraní en Oriente Próximo.

«Nuestra relación con el exterior se enfrenta a desafíos, que ya existían, pero ha entrado en un nuevo capítulo, y es que nosotros hemos perdido varias cartas que se consideraban como parte del poder de Irán», declaró recientemente Hossein Maraashi, político reformista y quien fuese parlamentario y vicepresidente de Irán.

«Ahora no tenemos al Líbano ni a Siria, con Irak seguramente ya no contamos, y los hutíes se encuentran bajo gran presión y no creo que podamos contar más con ellos», aseguró el político, desviándose de la postura oficial del país que defiende que el Eje de la Resistencia no se ha debilitado.

La caída de Al Assad en Siria hace dos meses ha cortado la vía terrestre directa entre Irán e Hizbulá, milicia chiita que se encuentra muy mermada por la cruenta campaña aérea que Israel lanzó contra el Líbano el año pasado, y que ha sido descabezada con el asesinato de su líder Hasán Nasralá y otras figuras importantes.

Por su parte, Hamás ha sido arrasado desde el comienzo de la guerra en octubre de 2023 y su cúpula también fue eliminada, como fue el caso de los dirigentes Ismail Haniyeh y Yahya Sinwar.

En estas circunstancias, Teherán se enfrenta ahora a la posibilidad de perder influencia política en el Líbano tras la elección a mediados de enero como presidente de Joseph Aoun, exjefe de las Fuerzas Armadas del país árabe a quien se considera cercano a Arabia Saudí y Estados Unidos.

En su primer discurso, el nuevo mandatario afirmó que solo las fuerzas estatales libanesas deben tener el derecho a portar armas, en un aparente aviso a Hizbulá, cuyo candidato a la Presidencia no obtuvo los apoyos necesarios.

Menos de 10 días después del nombramiento de Aoun, el ministro de Exteriores de Arabia Saudí, Faisal bin Farhan, visitó el Líbano y prometió su apoyo al nuevo Gobierno, en el primer viaje de un jefe de la diplomacia saudí a Beirut en casi 15 años.

En el vecino Irak, el Ejecutivo quiere que las milicias proiraníes que operan en la nación se desarmen o se integren en las fuerzas de seguridad estatales.

El ministro de Exteriores iraquí, Fuad Husein, sostuvo recientemente que no es aceptable la presencia de grupos armados que operan fuera del Estado y aseguró que «hace dos o tres años» era imposible hablar de desarmar a las milicias apoyadas por Teherán.

Versión del gobierno

Los líderes del régimen persa, sin embargo, defienden que ni Irán ni el Eje de la Resistencia se han debilitado y apuntan al alto el fuego en Gaza entre Hamás e Israel como prueba de ello.

«Ya dijimos que la resistencia estaba viva y seguiría viva. La Franja venció», afirmó el líder supremo de Irán, Ali Jameneí, en su cuenta de X.

Para el dirigente, el hecho de que Tel Aviv negociase y acordase una tregua con la facción islamista supone una derrota para el Estado judío, a pesar de la destrucción que ha sufrido Gaza y la milicia chiita.

Una postura similar han mantenido el presidente de Irán, Masud Pezeshkian, o comandante en jefe de la Guardia Revolucionaria del país, el general Hosein Salamí, que han insistido en que Israel ha sufrido una «derrota» con la tregua.

Esta pérdida de influencia en la región coincide con el regreso a la Casa Blanca de Donald Trump, quien en su primer mandato aplicó la llamada política de máxima presión contra Teherán, abandonó el pacto nuclear y reimpuso unas sanciones que hundieron la economía de la nación persa. El magnate también ordenó el asesinato del general Qasem Soleimaní en Irak, quien estaba al frente de la Fuerza Quds, el brazo exterior de la Guardia de la Revolución y arquitecto del Eje de la Resistencia.

Estas tesituras han hecho desinflarse a Irán en la región, en una coyuntura global que se sigue antojando incierta en muchos ámbitos.