La última ronda de Santi

Nacho Sáez
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Amigos, compañeros y clientes recuerdan a Santiago Aragoneses, popular excamarero del Jeyma fallecido a finales de agosto.

Santiago Aragoneses, durante una celebración de Santa Marta, patrona de los camareros. - Foto: DS

El carácter casi centenario que tiene la Asociación de Camareros de Segovia ilustra acerca del peso que este gremio posee en la provincia. Por eso, cada una de sus pérdidas se clava como un puñal en la memoria de los segovianos. Más si la muerte llega tan temprano como para Santiago Aragoneses Cantalejo. 'Santi' para los muchos que le recordaban a finales del pasado mes de agosto en las redes sociales tras conocerse su fallecimiento. O 'Santi grandón' para su amigo Luis Martín Sanz 'Pita', que destaca su calidad humana.

«Como compañero era posiblemente uno de los mejores compañeros que yo he tenido nunca. Una persona súper humilde, que decía las cosas la cara, de ley y que si podía ayudar a cualquiera le ayudaba. Una persona absolutamente magnífica sin ninguna duda. Yo creo que es una de las mejores personas que he conocido en mi vida y será difícil que, según está ahora mismo la sociedad, pueda conocer a alguien tan absolutamente grande. Le llamábamos 'Santi grandón' por su tamaño pero, posiblemente, su corazón y y su honestidad y su forma de ser eran mucho más grande que su tamaño», explica Pita. Este también camarero y Santi eran dos veinteañeros cuando coincidieron en el Mesón Escuderos en una de sus innumerables peripecias profesionales. «Con el tiempo el Mesón Escuderos se transformó en un bar de copas y él, que era camarero de restaurante, se puso a servir copas a pesar de que no sabía nada. Era un tío absolutamente mágico y especial», añade el propio Pita.

Santi falleció el pasado 24 de agosto a los 55 años de edad víctima de un cáncer que ha dejado a su madre, Secundina Cantalejo, sin hijos vivos. «También es viuda pero en el funeral la vi bastante entera», cuenta Pita. Quizás sea por el ejemplo de fortaleza que ofreció Santi en su lucha contra la enfermedad. «Sabía bien de la gravedad de la misma y no nos lo ocultaba, a pesar de esas palabras de ánimo que queríamos transmitirle», recuerda el periodista Antonio García Rivilla, cliente y amigo durante muchos años. «Es más. Era él quien nos ponía buena cara y deseos de futuro. Como siempre alegre, sonriente, profesional, buena persona y sufridor de sus colores rojiblancos (era aficionado del Atlético de Madrid). Deja muchos amigos y compañeros de trabajo que, como yo, queremos recordarle con esa cara de felicidad».

Se refiere a la que tenía en una de las incontables fiestas de Santa Marta -patrona de los camareros- en las que participó. Reconocido por jóvenes y no tan jóvenes, se convirtió en uno de los rostros perennes de la hostelería segoviana. Detrás de la barra o con la bandeja en la terraza del Jeyma, uno de los establecimientos en los que más tiempo trabajó. «También llegó a montar un bar en la calle Herrería 22 junto al 'Fas', que también marchó», rememoran los hermanos Quique y José Santana, a los que Santi 'adoptó' al poco de que aquellos llegaran a Segovia desde Mudrián en los años 90.

Los tres se hicieron íntimos amigos desde aquel instante. «Nos unió el Atlético de Madrid, la música, el rock and roll y los Rolling Stones. Creo que les hemos visto 14 veces. En Santiago de Compostela, en Gijón, en Zaragoza, en Bilbao, tres veces en Barcelona, cuatro en Madrid... También hemos ido a muchos conciertos de Bruce Springsteen y de los chulos de AC/DC, teníamos un grupo gastronómico con siete u ocho personas más, el Comando Itinerante Etílico Gastronómico… El compañero de viaje que nunca te decía que no era Santi. Ha sido una suerte compartir tantos buenos momentos porque con él nunca había malos momentos. Siempre era afable», remarcan los Santana.

Como profesional lo sitúan al mismo elevado nivel: «No podía haber un camarero más discreto, más elegante y más serio». Y eso que el oficio no le vino por tradición familiar, aunque quizás estuviera predestinado. El local en el que su padre regentó una peluquería en la Plaza Mayor se convirtió después en el restaurante La Taurina. «Era nuestro gran amigo. No nos atrevemos a decir por respeto a los demás que éramos sus mejores amigos, pero hemos pasado tantas horas, tantas cosas y tantas risas que ahora que se ha ido su marcha ha sido muy dura», concluyen los Santana.