El triunfo de la normalidad

Nacho Sáez
-

Los líderes de la Gimnástica Segoviana respiran fútbol por los cuatro costados y han convertido la coherencia y la tranquilidad en sus señas de identidad.

El triunfo de la normalidad - Foto: Juan Martín/ Gimnástica Segoviana

Domingo, el padre de Rubén Yubero, el héroe del ascenso de la Gimnástica Segoviana, esperaba el inicio del partido del pasado domingo contra el Illescas con la normalidad de siempre. En su asiento habitual, rodeado de sus compañeros de grada de cada fin de semana y con la alegría y el buen humor que le caracteriza. Es uno de los aficionados más queridos por la parroquia gimnástica por su pasión y por su positividad también en los malos momentos. Unas virtudes que ha transmitido a Rubén, un chaval muy tímido cuando llegó al primer equipo allá en 2009 y, ahora, capitán con discurso en una Segoviana que solo se entiende a través del fútbol más puro.

El que representa el propio Rubén, canterano del club con más de tres lustros en la primera plantilla a sus espaldas. El que representa Manu, el niño de 12 años de Riaza al que sus padres apuntaron a la Segoviana a pesar de que tenían que hacerse casi cien kilómetros cada vez que tenía que entrenar o jugar un partido. El que representan Agustín Cuenca y Ramsés Gil, los capitanes de un barco que estuvo varias veces a punto de hundirse en las dos primeras décadas de los 2000 y que ellos sacaron a flote hasta situarlo entre los 82 mejores clubes de España.

Su triunfo es el de la normalidad. El del fútbol sin estridencias. El del deporte como instrumento para construir comunidad. No manejaban un presupuesto como los de sus rivales, tenían que compartir el campo con otro club de la ciudad y hasta perdieron efectivos con la temporada empezada pero, en lugar de recurrir al ruido y al victimismo, se reinventaron y se elevaron con una mezcla de las dosis justas de esfuerzo y talento.

La Segoviana ha dejado de ser un club desgraciado. Las decepciones deportivas y la mala gestión de sus dirigentes en diferentes épocas la granjearon la imagen de institución maldita. Aquella frase icónica de «¡El fútbol es injusto con la Gimnástica Segoviana!», pronunciada por el locutor David Matarranz después de que se escapara un ascenso a Segunda División B en el minuto 98, se convirtió durante mucho tiempo en el eslogan perfecto para aquellos que querían mofarse de la Segoviana. «En La Albuera hace mucho frío y juegan muy mal», añadían quienes se olvidaban del poder que tiene el fútbol para generar un sentido de pertenencia. Que se lo digan a Bilbao y al Athletic Club.

A la Segoviana le ha perjudicado la cercanía con Madrid, propicia para llenar autobuses en dirección al Santiago Bernabéu y al Metropolitano -antes al Vicente Calderón- y vaciar las gradas de La Albuera, pero también ha perdido mucho tiempo. Los complejos históricos del club y las batallas internas arraigaron la desafección hacia la Segoviana. Hasta la llegada a la presidencia de Agustín Cuenca, un hombre de fútbol que se rodeó de otros hombres de fútbol como Ramsés o el también exjugador Mariano González Casillas para marcar un nuevo camino.

Uno que solo conocen los que han pisado un vestuario. Entre esas cuastro códigos hay una serie de códigos que no se pueden romper en el trayecto hacia el éxito. Agustín, Ramsés y Mariano encarnan la honestidad, la sensatez, el trabajo y el talento y se han rodeado de un equipo de colaboradores que, sin tener detrás el mito que protege a los exfutbolistas, que también ha alcanzado la excelencia a la vista de los resultados. La Segoviana ha modernizado sus estructuras -aunque aún tiene margen de mejora- y ha logrado rendimiento en el campo.

El ascenso se explica por todos estos factores y, por supuesto, por la respuesta de los jugadores, que han sabido aprovechar el contexto para abrillantar su currículum. El declive del Badajoz -descendido a Tercera-, Cacereño, Talavera, Numancia o Navalcarnero ha abierto una ventana para que asomara la Segoviana y su afición, cada vez más numerosa. Más de 3.000 personas vieron el ascenso y el club ya tiene seis peñas oficiales, algo impensable hace poco. Ahora es motivo de orgullo ser de la Segoviana. Reconocible en la grada y reconocible en el campo, donde los fichajes se entremezclan con jugadores de la casa.

Por eso va a ser tan importante una adecuada gestión de la transformación del club en Sociedad Anónima Deportiva. Errores en este proceso podrían dar al traste con todo lo conseguido, aunque nadie tiene la varita mágica del acierto pleno y podría ser la llave para el crecimiento. Pero eso será ya con una Segoviana saneada en lo económico y en lo institucional y en Primera RFEF. El mayor hito de sus 95 años de historia. 

Este pasado martes un niño canturreaba por las calles del barrio de El Salvador: «Yo no soy ni del Barça, ni tampoco del Madrid. Solo soy de la Sego. De la Sego hasta morir. La camiseta que llevo, la llevo pegada a la piel. Y yo la llevo y la llevo. Y nunca me la quitaré». Villaviciosa, Villa de Santa Brígida, Algeciras y tantas otras tardes de lágrimas merecieron la pena. La Segoviana está aquí.