Que no suene el despertador

Ángel Berbel
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Da vértigo pensar cómo hemos pasado de los 300 aficionados que estuvimos en Elda luchando por sobrevivir, hace dos años, a ser más de 3.000 intentando vivir un día histórico.

Que no suene el despertador - Foto: Gimnástica Segoviana

Domingo 6:30 AM. Todavía resuenan en casa los ecos de la verbena de las fiestas de la Cruz. Hemos dormido de aquella manera. No obstante, los ojos de búho me aclaran que lo de volver a conciliar el sueño se antoja complicado. Lo intento con un podcast aburrido, pero no consigo más que un duermevela. Tienes ese run-run en el estómago de los días importantes. Hoy es el partido del siglo (lustro arriba, lustro abajo). ¿Es la final de la Champions? NO, es la Gimnástica Segoviana.. (emoticono de perplejidad). NO se puede buscar razonamiento lógico, dónde entra el sistema límbico (ese de las emociones básicas).

Miro de nuevo las tablas que hice hace un mes; con nueve puntos de 12 seríamos campeones con un 92,5 por ciento de posibilidades. Todas las simulaciones daban 61 puntos al campeón. O sea ¿que nos vale con ganar? Pues no, tiene que pinchar el Numancia… ¿Y eso quién lo dice? ¿Las matemáticas o las emociones? Yo creo que ambas. ¿O ninguna?

Intento abstraerme, me calzo las zapatillas, hoy la ruta debe incluir la visita a los y las que ya no están, esas estrellas que, como 'alguien' dijo hace algunos días desde el balcón del Ayuntamiento, nos guían y nos protegen. Esas estrellas que me inocularon el sentimiento por mi ciudad y por su equipo más representativo. Ese sentimiento que hizo que mis 'ya no tan peques' tengan la misma antigüedad en el registro civil que como socios del club.

En esos momentos te invaden los recuerdos de cuando estaban aquí; esos recuerdos en pantalones cortos correteando por la banda, todos los primos y primas para ver tirar el penalti. La parte menos futbolera de la familia espera en la puerta para ir a algún bar cercano, mientras los pequeños jugamos al futbolín o a la máquina de bolas.  

O recuerdos de unos años más tarde con los que eran, son y serán mis amigos de siempre, que subíamos cada domingo con nuestras banderas (celestes por aquel entonces), bombo y cencerro en mano. Muchos años de sinsabores, pocas satisfacciones y siempre efímeras. El peor, en la capital de la sidra.

A la vuelta las chicas están preparadas, el día de la madre es de obligado cumplimiento acudir a la marcha de la mujer, no se puede romper la tradición. Los que quedamos nos juntamos en el camino con el tercer miembro de la familia inoculado por el mismo sentimiento. Pido perdón a mis compañeros habituales de asiento, ellos son la familia deportiva.

Y llegamos al estadio, da vértigo pensar cómo hemos pasado de los 300 que estuvimos en Elda, luchando por sobrevivir, hace dos años, a ser más de 3.000 intentando vivir un día histórico. Un día que nos puede llevar a jugar en estadios que hace no mucho fueron de Primera División.

Estamos en el calentamiento y la cabeza vuelve a dar vueltas. Ves a algunos jugadores que conoces desde que los pantalones les tapaban las medias. Jugadores con los que has compartido miles de kilómetros de autobús, horas y horas de entrenamiento bajo el sol, lluvia o nieve. Jugadores que han competido de tú a tú con las mejores canteras de España. Que han tenido sus altibajos y sus dudas, pero en los que yo siempre vi posibilidades, algunos aquí, otros en otros clubes y otros que, tras toda su vida deportiva en las categorías inferiores del Club, les ha picado el gusanillo y empiezan a cosechar sus primeros triunfos en el banquillo (no solo en el Athletic están los 'one-club-man'). No pongo nombres para no olvidar a ninguno. Creo que además de lo futbolístico, se han formado en sacrificio y respeto y de eso debe sentirse orgulloso nuestro fútbol base.

Son las 12.00 y el árbitro pita el comienzo del partido… No voy a repetir lo que ya han visto, oído y leído y que conocen de sobra. 13.55. Me despierto bruscamente, me doy la vuelta en la cama,…, por favor, que nadie me despierte de mi sueño,…que no suene el despertador.