La historia de la familia venezolana Chacón Guareguán es agridulce. La decisión de abandonar su país fue dolorosa, traumática para algunos de sus miembros, que han necesitado apoyo psicológico, pero también es esperanzadora, porque han conseguido reinventarse y, en este momento se muestran convencidos de que la provincia de Segovia, el pueblo donde se han comprado una casa, Cantimpalos, es ya su hogar y están a punto de tramitar la solicitud de nacionalidad española.
Maribí y Edgar, los padres de familia, junto a una de sus cuatro hijos, Edmari, relatan una experiencia enriquecedora, de retos superados desde el año 2018 cuando llegan a España, y durante su paso por el programa estatal de protección internacional a través de la ong Accem y su delegación en Segovia. Hablan con agradecimiento, e incluso con mucho cariño de Cristina - "una personita muy especial, chiquitita de tamaño pero con un corazón hermoso, grande" -, extrabajadora de esta organización no gubernamental, pero también de Fernando, de orientación laboral, o de la propia Marta, coordinadora provincial. "Es como si fuera de mi familia", asegura la madre.
Sobre la decisión de partir de Venezuela, por una mezcla de motivos entre los que destacan las «presiones» e inseguridad que sufrían, Edgar comenta que fue muy difícil. Tanto él como su esposa son enfermeros, trabajaban en un hospital público y estaban próximos a la edad de jubilación en su país... "Ahí está tu gente, tus costumbres, familia, todo el entorno: el trabajo, la casa... Pero llega un momento que uno se ve en la obligación de dejar todo lo que tiene porque ya no es vivir, es sobrevivir y llega un momento que es insoportable".
Una vez tomada la decisión, "que dices: ya está, no hay nada más, hay que hacerlo y adelante", ya en España, tras una breve estancia en Madrid les comunican que hay plazas para los tres y para otro de los hijos en Segovia y llegan a la ciudad con expectativas de mejora, con sus sueños a la espalda y también con muchos interrogantes sobre su futuro en un lugar donde extrañan hasta el idioma, el castellano, que es el mismo pero es diferente, porque al principio les costaba entender palabras y expresiones. "Nos parecía que aquí hablan como muy cerrado, había que abrir bien los oídos para saber que decían", cuentan.
No estuvieron mucho tiempo dentro del Programa de Acogida e Integración como beneficiarios de protección internacional. Reconocen, a pesar de todo, que cuentan con la ventaja del castellano y también que su cualificación como enfermeros, aunque todavía están luchando porque les homologuen la titulación, les abrió puertas en el ámbito laboral y, una vez que encontraron trabajo, fue algo más fácil la integración social.
El proceso. Explica Maribí que «el programa se basa en un aprendizaje, en introducirte en la parte laboral y la cultural porque, de repente, estás en un país donde todo es distinto, las costumbres y la cultura. Hay quienes creen que cuando van a otro país es ese país el que se tiene que adaptar a ellos y no es así. Nosotros tenemos que adaptarnos al país donde vamos a vivir, a convivir, a trabajar y a compartir cosas con el resto de personas».
Relatan que, aproximadamente durante tres meses, en la fase de acogida del programa, aprendieron hasta a administrar el dinero cuando estaban de alquiler, compartiendo piso con personas de otras nacionalidades. Maribí explica que «hay que pensar que la moneda es diferente y vas a las tiendas o al supermercado y hay cosas que no conoces y tienes qué saber cómo se cocinan. Así vas aprendiendo la cultura del país». «Una gran oportunidad del programa es toda la acción de inserción laboral, porque realmente te enseñan, te motivan y te estimulan a conseguir un trabajo. Haces cursos. Hice incluso uno de cocina con prácticas en un restaurante y me dijeron que podían contratarme pero no es lo mío», añade.
Con su experiencia como enfermeros no les ha faltado trabajo en residencias de mayores de la provincia. En la actualidad los tres están empleados en tres distintas, Edmari como auxiliar sociosanitaria. Ella, que tenía 19 años cuando llegó a España, se muestra ahora encantada con su actual situación en Segovia, aunque reconoce que la adaptación fue complicada, sobre todo los primeros meses, hasta que fue conociendo gente. Ahora es una segoviana más y su frase «la gente de aquí es muy maja», da fe de ello. Ha adoptado el localismo de «maja» y «majo» con total naturalidad. Su madre apunta que a ella ya se le ha escapado alguna vez «mi país» al hablar de España y pregona que vive nada menos que en el pueblo del mejor chorizo, Cantimpalos.
Los Chacón Guareguán no sopesan, al menos de momento y como retorno definitivo, volver a Venezuela. En Segovia han pasado una pandemia de covid y algún problema de salud. Han echado raíces también superando, o en proceso de hacerlo, momentos muy complicados, y han conseguido incluso reagrupar al resto de la familia más directa y desde hace poco tiempo sus otros dos hijos, su nuera y dos nietas están también aquí, con ellos.
Pero en Venezuela viven todavía la madre de Edgar y uno de sus hermanos y Maribí confiesa que alguna vez siente nostalgia: «extraño cosas como tomar un café con la vecina, esa calidez, y no quiero decir que aquí no la haya entre amistades pero debo decir que el español me parece un poco frío».
Edmari dice que antes lo pensaba pero ya no, aunque puntualiza que el proceso de adaptación continúa, no lo dan por finalizado.