David Matarranz

Segovia Pasión

David Matarranz


Dame leña

21/10/2024

Llegan los primeros fríos. No importa, incluso se agradece. Tengo la leñera hasta arriba y la chimenea ya ha sido encendida algún día para calentar la casa en estos días de otoño. Lo que al principio fue un recurso estético y para encender de vez en cuando, o al menos así lo pensó el promotor inmobiliario, se ha terminado convirtiendo en algo indispensable. La subida del precio del combustible, en mi caso gasoil, se ha multiplicado en los últimos años, y la visita del camión cisterna es una pesadilla en términos de coste.

Y no es mi caso particular, lo comento con muchos conocidos que cuentan con opción de encender una chimenea, que al factor bucólico, se le une el económico, y si quieres el medioambiental. Calentar la vivienda es más barato, a costa de tener que limpiar y encender. Es un ritual de las tardes de invierno. Es más aséptico apretar un botón o ajustar el termostato. Pero no hay nada más embriagador que estar en el salón de casa leyendo o viendo la tele con la imagen de la chimenea encendida. A veces me descubro solo mirando el fuego, sin más. Simple que es uno, o recuerdo de nuestros antepasados neandertales.

Está el factor medioambiental, pues se trata de una fuente de energía neutra en el balance de emisiones de Co2 a la atmósfera. El humo de la chimenea, es el dióxido de carbono que anteriormente han captado los pinos, robles, fresnos o encinas de los que sacamos la leña para calentarnos. Su consumo promueve el cuidado de los bosques y que haya personas que vivan en entornos rurales para cuidar, cortar, procesar y vender esa madera.

El dinero que dedicamos a adquirir la leña de nuestros bosques, no termina en Arabia Saudí, Qatar, Noruega, Irán o de donde quiera que vengan los combustibles fósiles. No somos conscientes de la sangría económica que es para nuestro país y su balanza de pagos la factura de gas y petróleo de cada año. Los más mayores, que vivieron las crisis del petróleo de la década de los setenta del siglo pasado, recordarán las graves consecuencias que acarrearon, y que todavía siguen coleando. Es el caso del cambio de hora cada otoño e invierno, que perdura de esos años, ahora absolutamente ineficaz a mi juicio y que espero que pronto se suprima.

Por todo lo expuesto me felicito por la fenomenal noticia de la red de calor que se va instalar en Segovia a raíz de la obras de ampliación y reforma del Hospital General, que promueve y desarrolla la Junta de Castilla y León. Una planta de biomasa donde se quemarán astillas provenientes de la limpieza de nuestros bosques, destinada a calentar y producir agua caliente para el recinto hospitalario y otros edificios cercanos. Será un éxito, seguro.

Podemos presumir en Segovia de ser pioneros en esta tecnología. Fue la planta de biomasa de Cuéllar, que se puso en marcha bajo el mandato de Octavio Cantalejo, de las pioneras en España. Ahora va camino de la reforma y modernización tras décadas de uso satisfactorio. Los vecinos del barrio de Santa Clara de Cuéllar se han beneficiado de un calor más económico y han contribuido a limpiar sus pinares, crear riqueza y empleo en la comarca, y a no sumar dióxido de carbono a la ecuación medioambiental.

Estamos en tierra de pinos. Los Gabarreros, ahora tan celebrados y honrados en El Espinar, eran aquellos que aprovechaban las leñas muertas y las ramas de los magníficos ejemplares talados para calentar aquellas cocinas económicas y las lumbres del hogar, entonces imprescindibles en todas las casas, pues también se usaban para cocinar.

No reclamo volver al pinar con el mulo a coger leña. En la actualidad disponemos de la tecnología que nos permite disponer de una estufa o caldera eficiente, cómoda y limpia, a la que suministrar pellet para calentar nuestros hogares, oficinas y empresas. Incluso en Segovia contamos con empresas punteras en ese campo, como es Naturpellet, que triunfa convirtiendo el serrín de nuestros pinos en energía ecológica.

Por eso aplaudo la estrategia del gobierno regional, que en los últimos años ha hecho una seria apuesta por instalar redes de calor en toda la comunidad. La ciudad de Valladolid va por la tercera, tras los fenomenales éxitos de las dos anteriores. Estas experiencias hace una década parecían ciencia a ficción o propias de países escandinavos, y en la actualidad, Castilla y León es la que marca la pauta en España.

Toda la leña que seamos capaces de consumir será en beneficio de todos. Bosques más limpios y rentables que ayudarán a limitar los incendios e incentivará a que se cuiden; empleo y riqueza en zonas rurales que tantas dificultades encuentran para desarrollar su economía; balance neutro en la emisión de gases invernaderos… y dinero que nos escapa de nuestra economía nacional a terceros países.

Por eso hoy cuando lean este artículo, les digo que no me importa que me den leña… que yo la echaré a mi chimenea.