Cada año, desde abril hasta el uno de julio, Hacienda llama a nuestra puerta para que paguemos el IRPF. Los impuestos son los que hacen mover toda la maquinaria del Estado. Sí, sin duda se podrían gastar mejor y no hacerlo en algunas cosas para invertir más en otras. Pero pagar los impuestos, cada uno lo que debe en función de sus ingresos, permite sostener las pensiones, pagar la educación y la sanidad públicas, atender a los que no encuentran trabajo y a los más vulnerables, mantener nuestras infraestructuras, hacer políticas sociales*También pagar a nuestros políticos en el Estado, en las autonomías y en los entes locales. Eso nos permite exigirles que sean rigurosos y transparentes en el uso de esos dineros públicos que no son suyos sino de todos los contribuyentes. Pagar impuestos es un ejercicio de democracia y de conciencia social.
No podemos elegir en qué queremos gastarnos el dinero que pagamos. Salvo en un caso, en una pequeña parte. Si marcamos la "X" de la Iglesia católica y la "X" de Fines Sociales, una pequeñísima parte de nuestra contribución, pero importante, el 0,7 de la cuota íntegra, irá a esos fines sociales. Nadie paga más si marca esas casillas, pero elige dónde gastar ese dinero.
Si marcamos la "X" de la Iglesia ese dinero irá a la labor inmensa que desarrolla Cáritas para mitigar la pobreza y el abandono de los millones de personas que nadie atiende. O a Manos Unidas, el brazo solidario de la Iglesia en otros países. Al padre Ángel y a sus Mensajeros de la Paz. A monjas como sor Lucía Caram, controvertida y provocadora, pero que es la única que ha viajado hasta veinte veces a Ucrania y ha llevado ya más de 125 ambulancias para las víctimas de la guerra. A entidades como la Fundación Bangassou cuyos misioneros llevan educación, sanidad y esperanza hasta lugares como la República Centroafricana. A esos miles de sacerdotes de la España vaciada, que cobran el salario mínimo y atienden, en ocho o nueve pueblos, a personas mayores que viven solas, a enfermos que están solos, que escuchan y acompañan allí donde no va nadie y donde no llegan ni las Administraciones públicas ni los servicios sociales. A esos misioneros que nunca se van de los lugares de donde todos huyen cuando ya no hay esperanza. A casas de acogida para personas sin hogar, a centros de atención a personas con discapacidad, a inmigrantes sin papeles y sin esperanza, a mujeres víctimas de la violencia de género que no tienen donde resguardarse de las amenazas, a enfermos mentales, a la reinserción social de personas privadas de libertad o que al volver a la calle nadie espera ni da trabajo.
Más de 8,7 millones de personas marcaron la X de la Iglesia Católica en 2023, 209.000 más que un año antes. No todos son católicos, pero todos saben que ese dinero va a quien lo necesita perentoriamente. La Iglesia es el lobby del bien común y en esta sociedad donde globalizamos la indiferencia, la Iglesia católica personaliza cada ayuda, pone nombre a cada persona que sufre. La Iglesia rinde cuentas, no tiene ninguna partida en los Presupuestos del Estado, paga IBI e IVA igual que cualquier institución no lucrativa y que otras confesiones religiosas.
Pero no basta con marcar esa casilla. Háganlo también con la de Fines Sociales. Para todas esas ONG que llegan donde nosotros no podemos llegar. Para las que están aliviando el sufrimiento terrible en Gaza o en Ucrania, para las que cuidan de las víctimas en lugares de África donde hay hambre, miseria, enfermedades, persecución y violaciones. Para Médicos Sin Fronteras o para Amnistía Internacional. Para Save the Children y para Aldeas Infantiles SOS. Si no fuera por esas ONG y por la Iglesia Católica este mundo sería mucho peor. Esto va de hacer un mundo mejor. Marquen las dos X en el IRPF. Hagan política de la buena. Acepten el compromiso. Los que sufren han de saber que no están hundidos en la soledad.