'Piedras entre cañones' (Ministerio de Defensa, 2024) es el sugerente título que el geólogo segoviano Andrés Díez Herrero ha dado al libro que reúne los tres siglos de historia de la Colección Geológica de la Academia de Artillería, que se conserva actualmente en la Sala de Ciencia y Tecnología ubicada en el claustro del antiguo convento de San Francisco, sede del centro de enseñanza militar y que forma parte de la interesante oferta cultural y expositiva que se conserva tras sus muros.
El libro pone negro sobre blanco a más de 30 años de trabajo e investigación desarrollado por Díez Herrero en esta peculiar colección mineralógica, que tiene también una pequeña parte expuesta en las salas dedicadas a la Artillería en el Alcázar de Segovia.
El origen de la colección surge del interés de los artilleros por controlar tanto el proceso de fabricación de las pólvoras y de las piezas artilleras, lo cual exigía el conocimiento de los minerales y metales necesarios a tal fin. «En el siglo XVIII no había ingenieros industriales y las ferrerías e industrias de fabricación de piezas y pólvoras eran gestionadas por artilleros; por lo que en el entonces Real Colegio de Artillería los profesores tenían una especial preocupación por contar con una buena colección de minerales», asegura el geólogo segoviano.
Así, en 1711, llegan a Segovia varias de las piezas del material de la botica que Luis Llorente compró en Madrid a Ignacio de la Peña, por lo que la colección de Segovia es anterior al Real Gabinete de Historia Natural de Madrid al Natural History Branch of London del British Museum, o al American Museum of Natural History de Nueva York.
Años más tarde, un primer lote de minerales llegó con la fundación del Real Colegio de Artillería (1764), desde los antiguos colegios de Cádiz y Barcelona; a lo que se sumaron las aportaciones de los primeros profesores, incluidas las del propio Luis Proust, como profesor de química mineralógica de los caballeros cadetes a finales del siglo XVIII.
En el año 1817 se produjo la compra del grueso de la Colección principal, al adquirir el Colegio el ramo mineralógico del gabinete de Casimiro Gómez Ortega. Muchas otras piezas fueron llegando a lo largo del siglo XIX y principios del siglo XX, desde donaciones del Real Gabinete que incluían envíos de América (expediciones de los hermanos Heuland), hasta colecciones para enseñanza enviadas por la Comisión del Mapa Geológico de España, pasando por aportaciones de artilleros y militares ilustres, como Tomás de Morla, Alejandro Vicente Ezpeleza, Francisco de Luxán, o José Fernández Ladreda entre otras personalidades.
Actualmente la Colección está totalmente inventariada y catalogada con más de 3.400 ejemplares, y Díez Herrero señala que el principal valor no reside en la calidad mineralógica y estética de sus piezas, sino en la importante información histórico-científica que atesoran.
El incendio del Alcázar en 1782 acabó con gran parte de la documentación relacionada con la colección, compra y catalogación, pero el trabajo realizado por Díez Herrero pone en valor las etiquetas, inscripciones, grabados y bandejas que tienen casi todas las piezas de la colección, que ha servido como base para poder reconstruir la evolución de las clasificaciones mineralógicas y petrológicas en España a lo largo de los últimos dos siglos, lo que le confiere además importancia histórico-científica.
La Colección está compuesta por más de una docena de subcolecciones, de diferente naturaleza, procedencia y edad de conformación; entre las cuales, las tres principales por el número de piezas y su representatividad son la Colección Principal, compuesta por unas 2.300 piezas de minerales, rocas y fósiles que es el núcleo fundamental y más antiguo; la Colección Secundaria, formada por unas 486 piezas de minerales fundamentalmente, y las colecciones de la Comisión del Mapa Geológico de España Se trata de dos conjuntos de 200 ejemplares cada uno, integrados en la colección a finales del siglo XIX, desde dicha comisión, como regalo a los centros de enseñanza superior de España.
Además, cuenta con otros elementos de interés geológico, secundarios o accesorios, que aunque no sean patrimonio geológico propiamente dicho, pueden ser aprovechados desde el punto de vista científico, didáctico y divulgativo. Así, puede verse una colección de aleaciones y fundidos compuesta por unas 125 piezas de restos de aleaciones metálicas y escorias de fundición, fechables hacia mediados del siglo XIX y una selección de piezas de naturaleza biológica, entre los que destaca una sierra de un pez sierra, una enorme gorgonia y otros restos de animales invertebrados como conchas, colonias de moluscos, etc.
Entre las singularidades de la colección destacan piezas de minerales tallados que pertenecen al llamado «Tesoro del Delfín» que Luis XIV de Francia regaló a su hijo y sucesor, y que fue heredado por Felipe V de España, cuyo hijo Carlos III las donó al Real Gabinete de Historia Natural de Madrid. De igual modo, pueden verse ejemplares de oro procedentes de Siberia o piezas clasificadas por el químico José Fernández Ladreda.
La Academia de Artillería trabaja ya en una nueva ubicación para la colección mineralógica en el que fuera Laboratorio de Química del centro de enseñanza militar, donde ya estuvo albergada durante algunos años. Así, ya se han iniciado los trabajos para adecuar las instalaciones al proyecto museístico que se diseñará a tal fin y que pondrán en valor esta colección.