«Me hubiera gustado que Toni Nadal hubiera dicho, cuando estuvo aquí en abril, que el primer torneo verdaderamente importante que ganó Rafa Nadal fue aquí en Segovia». Lorenzo González se refiere al campeonato de España alevín que se celebró en 1997 en el Casino de la Unión y del que él fue el director. Un recuerdo del que presumir de nuevo ahora que la leyenda del tenis dice adiós a las pistas. Nadal ya dejó huella entonces, aunque todo lo que ha venido después lo ha multiplicado por un millón. Fue uno de los 64 niños que durante una semana se alojó en la Escuela de Capacitación Agraria con el sueño de levantar el título de campeón de España alevín. Y lo hizo.
«Desde el principio vimos que destacaba sobre todos los demás», cuenta González, que por aquel entonces era vocal de la Federación de Castilla y León de Tenis y consiguió traer varios campeonatos de España y algunos internacionales tanto al Casino de la Unión como al Club Juan Bravo. Por ellos pasaron Juan Carlos Ferrero, Tommy Robredo, Feliciano López, Fernando Verdasco, el francés Gasquet, el sueco Soderling... Pero su presencia no ha tenido con el paso del tiempo ni un gramo de la trascendencia que ha cobrado la de Nadal, de cuya biografía no queda mucho por desvelar.
El director de aquel campeonato de España alevín de 1997 retrata a un niño de 11 años «tímido y callado». «En la foto de la entrega de premios se le ve sonriente, pero le costaba sonreír. Yo creo que porque se tomaba ya el tenis muy en serio y tenía en mente llegar», apunta González, que semanas después viajó a Barcelona para acudir al máster del campeonato: «Allí confirmé que era un jugador con futuro. También quedó campeón. En ese momento tenía al que fue su primer entrenador, Jofre Porta».
Con trabajos del torneo de El Espinar. - Foto: Pedro Luis Merino/ Open de El EspinarEn el lustro siguiente, nada le apartó del camino y siguió dando muestras de que había un talento en ciernes. El Espinar se convirtió en el preludio de su asalto al circuito ATP y de todo lo demás que ya es historia del deporte. « Venía de ganar seis 'futures' la temporada anterior y en aquel 2003 llegó a Segovia con su primer título challenger, ganado cuatro meses antes en Italia y otras cuatro finales en la categoría», ha recordado estos días el torneo espinariego. El que fuera su director, Javier Martínez, remarca que no fue casualidad que Nadal participara ese año en el Villa de El Espinar. «Tuvimos que convencerlo a él y a su gente porque en ese momento él estaba jugando ya torneos de ATP y le estábamos proponiendo jugar un challenger. Además, para él empezaba la temporada de tierra batida. Iba a tener que venir de jugar en tierra batida a pista rápida y El Espinar es dificilísimo. Ya lo comprobaron también Federer, Del Potro... Era pasar de jugar en pista rápida al nivel del mar a tierra batida a 1.200 metros de altitud. Tuvo valentía», destaca Martínez.
La baza de que sus partidos serían retransmitidos por Televisión Española y por su canal internacional ayudó a que Nadal girase su dedo hacia arriba. Ya en ese momento no era un desconocido y medía muy bien sus pasos. «Cuando vino a jugar estaba el 51 del mundo con 17 años y le estaban cuidando muy bien. Qué tipo de torneo jugaba... Hicimos una apuesta importante porque si no hubiera jugado ese año en El Espinar no lo habría hecho nunca», afirma Martínez.
En su camino hacia el título cedió dos sets que le pudieron costar la eliminación, pero durante toda la semana se mostró muy accesible. «Vino con Toni Colom, el segundo entrenador que tenía y desde el primer momento nos ayudó en todo. Le cuidamos como una estrella, porque para nosotros era nuestra estrella, pero si le pedíamos que fuera a los clinics venía, a la fiesta de los jugadores lo mismo, a las llamadas de los medios de comunicación... Nunca decía que no. Su disposición fue increíble a pesar de que en los dos primeros partidos le costó. Pero entonces ya demostró lo luchador que es», resalta el exdirector del torneo.
«Yo siempre le preguntaba a Pedro Muñoz (el fundador del torneo de El Espinar) a quién íbamos a fichar cada año, y ese año me dijo 'Chicho, acuérdate de este chico porque va a ser el número uno del mundo'. Le contesté que siempre me decía lo mismo de todos los que venían, pero insistió 'Hazme caso, será número del mundo'. Y no se equivocó», concede el exresponsable de Comunicación del torneo, Jesús Martínez Calle.
También exhibió algunos tics, algo que luego se ha convertido en una de las señas de identidad de su carrera. «Hubo un día que le pidió a una azafata un peine y yo creo que ya se lo pedía todos los días porque el día de la final pedía que le buscarámos a esa azafata», relata el exdirector, que también le procuró una televisión para que pudiera ver –antes del partido decisivo– un encuentro amistoso del Real Madrid, que acababa de fichar a Beckham: «Ya era del Madrid hasta la médula».
Su presencia en El Espinar dejó un montón de gestos que con el tiempo han cobrado sentido. «Hablaba con Toni todos los días y su padre vino el miércoles o el jueves, pero nos dijo que no venía a ver al tenista sino a su hijo porque después se iba a ir un mes y media a Estados Unidos y no le iba a poder ver», continúa el exdirector.
Nadal cumplió con las expectativas y ganó en la final al checo Tomas Zib por 6-2 y 7-6 en un día de verano de muchísimo calor y alzó al cielo de El Espinar el trofeo de campeón. Una copa que se extravió y de la que el torneo tuvo que hacerle una réplica, que reposa en el museo de su academia de Manacor. «Aunque no era un Masters 1.000 ni un grand slam, yo creo que Rafael tiene muy grabados sus inicios», concluye Martínez.