Sergio Perela

Gabinete del Dr. Freeman

Sergio Perela


An Education

14/06/2024

Estando en la Universidad me prometí a mí mismo volver un día, cuando hubiera aprendido lo suficiente de la profesión, para tratar de enseñar. Una respuesta al hecho de que vinieran a enseñar periodismo personas que acababan de terminar la carrera y todo lo que sabían estaba en los libros. O sea, era poco. Porque se hace camino al andar. En las aulas, como profesor, aprendo cada día. Al menos no me suenan raras expresiones o sentires de un alumnado que anda entre los 18 y los 19 años. Por eso no me sonó raro cuando, al preguntar el primer día de este último curso a los alumnos de segundo por referentes periodísticos, uno de ellos me citó a Alvise.

Ni que decir tiene que ha tocado hacer hincapié en las 'fake news', en aquello de la responsabilidad social y educativa periodística, en el compromiso con la verdad. Conceptos que un día cimentaron nuestras vidas y nuestro trabajo en las aulas. Conceptos que se han difuminado, pero no porque la juventud de ahora sea distinta o haya perdido no sé qué monsergas que nos inventamos los más viejos. Es única y exclusivamente por culpa de los que hemos utilizado el sistema para moldearlo. Las reglas no las tergiversan ellos, que son los nuevos. Las reglas las cambiamos los demás sobre la marcha, a conveniencia, sin darnos cuenta de que ni los cruasanes resisten el paso del tiempo sin relleno. Si hasta Franco utilizó los principios de José Antonio para buscar un sentido ideológico que sujetara su golpe de estado en el tiempo, ¿íbamos nosotros a lograr que el sistema perviviera dinamitando las ideas?

En un momento en el que es más fácil que nunca acumular información, también es más difícil 'infoxicarse' antes; perder el hilo y dejar de ver lo importante para quedar frenado en un mar de plástico que no deja ver el fondo. ¿Cómo hemos llegado a que un alumno defienda a Alvise como el único que habla de verdad cuando tiene condenas por lo contrario? De la misma forma que un país puede invadir a otro en pleno siglo XXI emulando a Alemania en Austria. O de la misma manera que asistimos, ya no atónitos porque deja de importarnos, al genocidio palestino. Con instituciones supuestamente poderosas sancionando con el dedo, pero incumpliendo una de las grandes premisas de las relaciones internacionales: si amenazas, has de estar dispuesto a cumplir.

La banalización de la verdad en aras de defender lo propio ha borrado todo argumento moral o ético. Las nuevas normas nos llevan a que no hay normas. El todo vale tiene sus consecuencias. Y los primeros que las pagan son nuestros jóvenes. ¿En qué van a creer si no hay nada en qué creer? El individuo, las religiones saben mucho de esto, necesita argumentos sobre los que ir tomando sus decisiones vitales. Ese andamiaje lo pone la educación; una educación en la que no se trata de alimentar, sino de enseñar a pescar. Cuestionar todo ello es volver a pensar que la tierra es plana. Y en una tierra plana, nada crece. Sólo así se puede leer en su conjunto que a la juventud le preocupe el cambio climático y ayude a crear un Parlamento Europeo que lo cuestione. Y todos sabemos por qué se cuestiona. Porque donde no hay ideas, el hueco se rellena con dinero.

En 'An Education', la película a la que me engancho hoy, a la joven y brillantísima Jenny son esas bases las que la devuelven al camino hacia Oxford. Es la educación la que logra que, habiéndose desviado hacia tentaciones mundanas que a los 16 años te parecen únicas, aproveche la experiencia para dar la vuelta y elegir. Elegir bien y libremente, porque sólo es libre quien conoce los límites. A ella, gracias a la educación, no habría que explicarle los riesgos del sexo sin preservativos o de votar el camino fácil de la idea simple de la extrema derecha de destruirlo todo desde dentro. Pero claro, para eso hace falta el relleno, el dulce de leche de la educación.