No son muchas las veces que la palabra 'gracias' se queda corta. Es más, por momentos escasea un gracias tras la atención de un camarero; o tras un ofrecimiento en plena calle. La palabra gracias es rica, amplia. Al pronunciarla, abrimos bien la boca y, en ocasiones, hasta la acompañamos con un ligero movimiento de asentimiento como para que quede más firme. A veces ni siquiera decimos gracias cuando, al llegar a casa tras un día largo, alguien cercano se ha encargado de preparar la cena. Nos olvidamos de que no somos la obligación de nadie. Hoy escribo estas líneas para dar las gracias a alguien muy concreto: Julia Useros.
No hace mucho, Televisión Española ha programado una serie de ficción sobre personajes de carne y hueso. Se trataba de 'Las Abogadas', un título con tanto SEO que no llama precisamente al clickbait. Las protagonistas encarnaban a letradas que, en años especialmente difíciles, aunaban la doble desvergüenza de ser aperturistas en pleno estertor del régimen y mujeres. Y en ese mismo caldo, quizá hasta en las mismas aulas en las que destacaron Cristina Almeida, Manuela Carmena o Paca Sauquillo, estudió y destacó a su manera Julia.
Con la carrera hecha, Julia se vino a Segovia y, algo aburrida, comenzó a hacer prácticas en Madrid con mujeres separadas. La habichuela del feminismo ya estaba plantada, ella misma lo reconoce, desde que nació. Pero fue en aquel momento cuando entendió que debía hacer algo. Y así comenzó un trabajo ímprobo aquí, en nuestra ciudad, donde tuvo que escuchar que no existían los malos tratos. Claro, reflexiona ahora, al calor de una estufa de pellet en su casa, anclada a su silla de ruedas: de lo que no se habla, no existe. Y entonces en Segovia no se visibilizaban precisamente los malos tratos.
Fundó una asociación para amparar a mujeres maltratadas y levantó una casa de acogida mientras recibía muchas amenazas y demasiadas suspicacias por parte de funcionarios públicos. Pero quizá su trabajo mayor lo desempeñó con lo suyo, con las leyes en la mano. Cuenta entre risas que, cuando el abogado del marido en un divorcio preguntaba por quién era el letrado de la mujer y mencionaban el nombre de Doña Julia, cuando menos resoplaba. "Y eso que yo siempre fui de acuerdos", señala sonriendo a día de hoy. A base de estar, de pelear, de no reblar y siempre con el apoyo de su familia, se convirtió en referencia social. Cada vez que una mujer llegaba a comisaría a interponer una denuncia por malos tratos sonaba su teléfono, fuera a la hora que fuese, porque allí ya sabían que Doña Julia iba a echarse la bata sobre los hombros e iría caminando a tender su mano. Porque era su lucha y no cabía otra lógica.
Cuando Nicanor Sen propuso su nombre para los premios 'Meninas 2024' destacó su trabajo de divulgación internacional, pero sobre todo el de su día a día, puesto que gracias a ella muchas leyes han mudado para no volver a ser las de antes. Ese es su legado. Quizá silencioso. Como su sombra, que no tiene los focos, y por tanto la extensión, de aquellos nombres antes mencionados. Y hoy seguramente muchas de las mujeres segovianas de las nuevas generaciones no saben que gracias a Doña Julia sus estrecheces sociales, existiendo todavía, son menos. Ella, que siempre abogó por la educación como medio necesario para alcanzar la igualdad, que es la definición correcta del feminismo. Ella, a la que todavía cuando ve a través de los medios algún caso de violencia de género se sigue llevando la mano derecha a la cara lamentando no haber podido cerrar del todo la brecha. Ella, que hizo todo lo posible por recoger en persona su premio pero que vive sus días mirando por los amplios ventanales de su casa porque su cuerpo marcha más lento y débil que su cabeza. A ella; a ti Julia, te digo gracias. En nombre de mi hija, Vega, que con apenas tres meses no sabe que será más libre de lo que tú fuiste y de lo que fueron tus coetáneas porque luchasteis con denuedo por ello. Siguiendo de forma humilde tu legado, no te preocupes porque Vega sabrá quién fuiste y lo que hiciste; para que tu nombre y tu recuerdo no se pierdan en el tiempo más allá de este premio que, aunque no sepas a qué viene y porqué a ti, te mereces sin duda.