El calvario de un segoviano tras sufrir un trombo en Argentina

Nacho Sáez
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Juan Carlos Santos, exdirector del Hotel Corregidor, denuncia el abandono al que fue sometido por el seguro que había contratado.

Juan Carlos Santos, en su casa este pasado miércoles. - Foto: Rosa Blanco

Ha visitado Japón, Cuba, Nepal, Chile… A Juan Carlos Santos le encanta viajar y lo hace. O mejor dicho lo hacía. «A partir de ahora irme más allá de Mozoncillo me lo voy a pensar, y montar en avión desde luego que me va a costar», cuenta sentado en uno de los sofás de su casa, donde la media compresora que lleva en la pierna izquierda es la única señal del calvario que vivió hace un mes en Iguazú (Argentina). La mayoría de las heridas van por dentro y llevará tiempo que cicatricen a pesar del buen humor del que hace gala este exdirector del Hotel Corregidor recién jubilado. Cada vez que puede bromea y saca a pasear una sonrisa que no oculta su poblada barba. «Estoy tranquilo aunque también muy enfadado e indignado. Lo que hemos sufrido allí, he perdido cuatro kilos…», señala.

Lo que iba a ser un viaje de ensueño para celebrar su jubilación se convirtió en pesadilla. «No sé en qué momento del vuelo de de Madrid a Buenos Aires empecé a sentir una molestia en la pierna izquierda pero, como yo tengo cierta altura y ya sabemos que los asientos de los aviones no son muy grandes, pensé que podía ser una contractura», comienza su relato. Tras unas horas en la capital de Argentina, un vuelo interno a Iguazú y apenas un día y medio en esta ciudad famosa por sus cataratas, le diagnosticaron un trombo: «Cojeaba muchísimo y me dolía mucho la pierna así que me fui a la farmacia a por una media de compresión y allí me dijeron que fuera al hospital de turistas».

Ahí empezó su penoso periplo. «En el hospital de turistas me atendieron rápidamente. Una médica me estuvo palpando el gemelo y me dijo que ahí no me podían hacerme pruebas y que fuera inmediatamente al Hospital Central General de Iguazú. Estaba a cuatro manzanas así que pensé en ir andando, pero me dijo que ni se me ocurriera. Que no diera un paso más, que cogiera un taxi», continúa. «Allí ya me hicieron la ecografía doppler y vieron tenía absolutamente trombosada toda la pierna. Lo único que tenía sin trombosar, según el informe del médico, era la vena femoral mayor. Me ingresaron y se me cayó el alma a los pies».

Juan Carlos y su mujer, Yolanda, en las Cataratas de Iguazú antes de sufrir el trombo.Juan Carlos y su mujer, Yolanda, en las Cataratas de Iguazú antes de sufrir el trombo. - Foto: DS

Tras dos días en Iguazú, él y su mujer, Yolanda, que lo acompañaba, tenían previsto pasar dos días en Ushuaia y tres en Calafate. Pero el viaje se había acabado para ellos. No les ayudó a tranquilizarse las condiciones del Hospital de Iguazú: paredes desconchadas, suciedad, una silla de chiringuito en la habitación para el acompañante del paciente, sin papel higiénico ni toallas en el baño… «El médico me dijo que a ver si pasaba de esa noche porque había riesgo de que el trombo se me fuera al pulmón. Y si se me iba al pulmón…». Ya anticoagulado, pasó de esa noche y al día siguiente se pudo marchar al hotel bajo la promesa de que haría reposo. «Escribí a la compañía de seguros con la que había suscrito una póliza exclusivamente para este viaje y me respondieron que su equipo médico había valorado mi informe y que con una trombosis venosa profunda no podía viajar y me tenía que quedar 30 días en Argentina. Les contesté que mi seguro cubría hasta un millón de euros, que me pusieran un avión medicalizado para volver a España».

Este antiguo vicepresidente de la patronal hostelera de Segovia suele contratar siempre seguros de viaje. «Esperas no tener que utilizarlos pero para qué sirven si después cuando te hace falta no te dan ningún servicio. Ni me buscaron un hotel, ni me mandaron a un hospital, ni me mandaron un médico argentino, ni me hicieron ninguna prueba, ni me pagaron las medicinas... Y llegué a España y aún estoy esperando a que me manden algo», apunta.
Juan Carlos ingresó en el hospital de Iguazú el 10 de enero y no pudo regresar a España hasta el 17. Entre medias, una semana de tira y afloja con la aseguradora y con la touroperadora de España: «Todo lo que me han ayudado los argentinos no lo han hecho los españoles, salvo el de la agencia de viajes de Segovia». Ante su negativa a permanecer un mes en Argentina («Mi mujer tenía que volver a trabajar»), la aseguradora le comunicó que tenía que conseguir que un médico le firmara un documento de que estaba en condiciones de coger un avión. «De nuevo lo tuve que buscar yo. Me mandaban de un lado a otro para hacerme la ecografía doppler, me tuve que pagar yo todos los taxis, las llamadas de teléfono para hacer todas las gestiones…».

El 15 de enero recibió la luz verde para viajar, pero entonces comenzó otro martirio. «Reclamamos a la aseguradora nuestros billetes para volver a España y no hacían absolutamente nada por nosotros. Estábamos desesperados». Así que se plantaron directamente en el aeropuerto para gestionar su viaje de vuelta directamente con Aerolíneas Argentinas. «Pero nos dijeron que no podían emitir los billetes porque el operador español lo tenía bloqueado. Primero nos dijeron que teníamos que pagar 500 euros, pero seguían bloqueados, y al final fueron 2.500 euros cada uno. Lo adelantó el de la agencia de viajes, pero yo me he comprometido a devolvérselo».

Juan Carlos ya se ha puesto en contacto con un abogado para reclamar a la aseguradora todos los gastos. «Solo queríamos celebrar mi jubilación con este viaje. Cumplí los 65 años en noviembre y, aprovechando que mi mujer no tenía que trabajar, era mi premio por la jubilación, pero ha sido un trauma. Lo hemos pasado muy mal y hemos estado muy agobiados. A mi hija no la dijimos nada hasta que regresamos y a mi mujer todavía le costaba dormirse por las noches unos días después de volver. Pero yo estoy bien. Podía haber vuelto en una caja», concluye.