Cuenta la leyenda que el diablo cojuelo era el espíritu más travieso del infierno. Este fue de los primeros en alzarse en la rebelión celestial y caer al infierno. Fue entonces cuando el resto de los diablos le cayeron encima, lo que provocó que le aplastaran una pierna y quedara cojo. Este es un personaje legendario de la mitología castellana, y es por recuperar esa tradición oral por lo que Raúl Calvo nombró de la misma manera a su tienda: 'Diablo cojuelo'. «Anteriormente a todo esto, alrededor del siglo XI había una tradición oral de esta zona, que ya se perdió, sobre el diablo cojuelo. Mi abuela contaba que el hombre del saco era el malo, pero que el diablo cojuelo era el que venía en Nochebuena, no a traer regalos, sino a anunciar la fiesta», explica.
Y así, hace diez años que nace el local de Raúl, que aúna tienda y bar ubicados en la calle Real de la capital segoviana. A pesar de su corta edad no le faltan reconocimientos, y es que hace un año recibía un Solete de la Guía Repsol, el cual reconoce el valor de negocios que han resistido el paso de los años y las modas sin perder encanto y clientela y apoya también a jóvenes que se arrancan con su primer proyecto. Ahora, se ha alzado con el premio al mejor comercio local de Segovia de 2024 dentro de los XVII Premios del Comercio Tradicional de Castilla y León mediante los cuales se busca valorar el esfuerzo diario de aquellos que cada jornada levantan la persiana de sus negocios. «Que te reconozcan el trabajo es algo muy gratificante», desvela Calvo, quien ha dedicado el premio a su hija y a sus trabajadores. «Siempre que me preguntan cuál es el mejor producto que tenemos en la tienda respondo que es el humano, la gente, los compañeros que trabajan aquí».
Durante la gala de entrega, la consejera de Industria, Comercio y Empleo, Leticia García, hizo hincapié en que «desde la Junta de Castilla y León estamos convencidos de que este comercio tiene mucho futuro en nuestra comunidad autónoma y vamos a seguir apostando por ellos».
Raúl Calvo proviene de una familia hostelera y aún recuerda de dónde le vino la idea de querer unir bajo un mismo local un bar y una tienda. «Cuando trabajaba con mis padres veía el almacén del restaurante y siempre me daba mucha pena ver los productos ahí almacenados. Por ello mi primera idea era hacer un bar o restaurante con el almacén a la venta, aunque luego lo que he hecho es casi al revés, realmente es una tienda con unas mesitas para tomar algo. Pero el objetivo que era que los productos del almacén se puedan adquirir a un precio asequible lo he cumplido», explica.
La variedad de productos a la venta es muy amplia, desde vinos hasta productos de cosmética, pasando por chocolates, embutidos, legumbres, patés y un largo etcétera. Entre los más de mil productos que se pueden descubrir en este espacio gastronómico se puede encontrar el mejor moscato italiano o el mejor champán francés, además de los mejores productos segovianos. «No me limito a un ámbito geográfico, la calidad es lo que prima», explica Calvo. Aunque siempre habrá algo que le haga apostar por los productos de proximidad.
«Con que solo una persona no se haya ido del pueblo a la gran ciudad a vivir, ya nos damos por conformes. Si hemos ayudado en algo a no vaciar más Castilla, nos damos por satisfechos. Y es que el tema alimentario está arraigado a la gente de los pueblos, porque para hacer un queso tienes que estar en un sitio en el que el productor esté cerca. Si además en la gran mayoría de los casos es la mujer lo que hace, atrae a la familia», indica.
Por ello, el establecimiento realiza colaboraciones con productores segovianos bajo la marca 'Diablo cojuelo' entre los que se encuentran quesos, vinos, vermouth, mantecados, etc. «Hay productos que se pueden comprar durante todo el año y hay colaboraciones especiales», indica. Dentro de la marca se engloban unos 15 productores, pero el objetivo es continuar expandiéndose.
Por último, Calvo reivindica a las instituciones la necesidad de cuidar el comercio tradicional. «Necesitamos que no nos pongan tantas pegas, porque ahora mismo en mi caso alrededor del 60 o 70 por ciento del tiempo se va en burocracia, papeles o inspecciones», lamenta. En cuanto al caso concreto de Segovia, indica que le gustaría que las instituciones pensaran «un poco más en el comercio que trabaja los 365 días del año». «Esto viene básicamente porque los comerciantes de la zona nos hemos reunido porque un fin de semana sí y uno nos ponen un mercadillo, y eso no es ayudar al comercio local. Me gustaría reivindicar que no es buena idea poner un mercadillo en la zona más turística de Segovia cuando tenemos zonas mucho menos masificadas en los que no hay tantos comercios».