Omar Marmoush no entraba en ninguna cábala de la Champions cuando los analistas empezaron con su baile de figuras y candidatos de la 24/25. Pero, de repente, aparece como la amenaza más visible para el Real Madrid en el gran duelo de mañana en el Bernabéu, donde los blancos defienden el 2-3 de la ida ante el Manchester City. El egipcio, un verso libre en ataque, un tipo incontrolable por su enorme capacidad para la improvisación en el último tercio y su relación íntima con el gol, es el clavo ardiendo al que se agarra Guardiola para firmar el imposible: intentar la remontada en el 'hogar de las remontadas'.
Es difícil referirse a Marmoush sin mirar a su compatriota Mohamed Salah, el delantero que lleva en lo más alto del 'planeta-fútbol' durante más de una década: un atacante total, un tipo con ese pausado instinto asesino que ha caracterizado la carrera del gran 'Mo', un extremo explosivo y polivalente con gran movilidad y una inteligencia que le permite resolver esas ecuaciones complejas del área rival en pocos segundos.
Su caso es el del 'futbolista del montón' que, sin que nadie lo espere, sale de su caparazón y explota en figura. Hasta llegar al Eintracht de Frankfurt hace dos años, Omar no movió un céntimo en traspasos y caminó por el fútbol de élite de puntillas. Canterano del Wadi Degla de El Cairo, la elegancia con la que movía sus 183 centímetros y sus 81 kilos eran solo una eterna promesa: fue el Wolfsburg alemán el que hizo la apuesta en 2017 cuando lo incorporó a su estructura, donde estuvo cuatro años engrosando la lista del 'equipo reserva' con participaciones muy esporádicas en la primera plantilla. Y después encadenó dos cesiones consecutivas en el St.Pauli y el Stuttgart. En el primero apenas jugó 21 partidos y marcó siete goles. En el segundo, también 21 duelos, pero solo tres tantos. Volvió al Wolfsburgo, pero no pasó de revulsivo puntual y cerró su etapa 'verde' con solo 48 choques en los que festejó seis dianas.
La suma de esos seis años era relativamente decepcionante: 16 goles. Su carácter tímido no ayudaba a despuntar, así que nadie podía esperar que la apuesta que hacía el Eintracht en verano de 2023 iba a ser tan exitosa. Solo en su primera temporada en el Deutsche Bank Park anotó 17. La clave de su explosión estuvo en la dirección de Dino Töppmoller, un entrenador de la nueva generación 'rebelde' (45 años) que, en su apuesta por nuevas vías de hallar un fútbol más atractivo, logró que el Dudelange fuese el primer club de Luxemburgo en participar en una fase de grupos continental (Europa League 18/19) y ser el brazo derecho de Naggelsmann en el Leipzig y el Bayern.
El cambio
Töppmoller, que llega a Frankfurt a la vez que Marmoush, entrega las llaves de la titularidad a un delantero distinto: volátil, vertical, de buen regate y pie exquisito (capaz de anotar goles de bella factura a balón parado), listo en el área y en todos sus movimientos. En esa tesitura eleva a la máxima expresión sus cualidades y el tímido Omar encuentra el ecosistema perfecto para explotar. Esta campaña, aún más: en solo 26 partidos con el Eintracht, el egipcio acumuló 20 tantos y 13 asistencias, peleando con el propio Salah, con Raphinha, Lewandowski, Kane o Palmer como los grandes 'creadores del gol' de las grandes Ligas.
El City rompió la banca en enero: 75 millones de euros, una cifra que le convierte en el tercer africano más caro de la historia, solo por debajo de Nicolás Pépé (Costa de Marfil), por el que el Arsenal pagó 80 millones, y del nigeriano Victor Osimhen, que le costó 77,5 al Nápoles en verano de 2020.
Esta incorporación 'regula' el papel de Haaland. El noruego, atado en corto por defensores muy físicos e incluso atrayendo al segundo central, fija mientras el egipcio lo aprovecha. Así sucedió ante el Newcastle el pasado fin de semana, duelo en el que Marmoush anotó su primer 'hat-trick' (en 14 minutos) como futbolista 'skyblue'. Tres goles que son una clara advertencia para el Real Madrid: el 'viejo' City ya tiene sus códigos en desuso; el 'nuevo', representado por futbolistas con hambre y sin vicios adquiridos, es más peligroso.