Dijo Paulo Coelho que Santiago no es el final del camino sino el principio. A él le hizo materializar su sueño de ser escritor. Para Miguel Ángel Maroto, Mónica Isern y sus cuatro hijos puede haber sido el punto de partida de muchas más aventuras. Ellos ya saben también lo especial que es convertirse en peregrino. Compostela como muñidora de situaciones mágicas. Un Camino para unir todavía más lo que es indestructible. De Segovia a Portomarín. De Portomarín al Obradoiro. Y cuatro niños, Miguel, Martina, María y Manuel, que ya tienen una experiencia que vale por muchos años.
Cuando regresen al colegio en septiembre y tengan que contar cómo han pasado el verano, ellos serán las estrellas. Podrán decir que se hicieron 92 kilómetros del Camino de Santiago en tres días y en bicicleta. "Nos gusta salir al campo y a la montaña pero a dar una vuelta sin más. Pero yo sí que he hecho el Camino varias veces y hemos querido que este año las vacaciones fueran diferentes", cuenta el padre, Miguel Ángel Maroto. Pero la intrahistoria va todavía más allá. "Mónica (su mujer) y yo lo hicimos hace diez años andando desde Astorga, nos gustó mucho y nos unió un montón a todos los niveles. Y una de las veces que volví prometí que regresaría con mi familia. Mi tío y yo subimos a Oviedo e hicimos el Camino Primitivo desde allí y él sufrió un accidente grave y se lo tuvieron que llevar en ambulancia. Ahora he vuelto con mis hijos y tengo pendiente hacerlo con mi tío".
El Camino de Santiago no se mide en kilómetros sino en las transformaciones que regala. A Miguel Ángel y Mónica los ha transformado en padres con poderes sobrenaturales. Solo el mayor de sus hijos, Miguel, condujo su propia bicicleta. Martina viajó en una silla enganchada a la bicicleta de Miguel Ángel, y María y Manuel, en un carro del que también tiraba el padre. Mónica, menos acostumbrada a la bici, se encargó de llevar la mochila con todo lo necesario. "La gente nos veía y alucinaba. Nos animaban y en algunas cuestas hasta nos empujaban un poco", relatan.
La familia que ha hecho 92 km del Camino en bici con sus hijosAl margen de esta pequeña locura, los Maroto-Isern son una familia normal. Maestro él y cartera de Correos ella. Miguel Ángel también es conocido en Segovia por su pasado como jugador del CD La Granja y del Unami. "Este año he estado jugando con los chicos del CD Sierra de la Mujer Muerta en Segunda Provincial y estoy bien físicamente, pero el fútbol y la bicicleta no tienen nada que ver", confiesa. Al reto del Camino de Santiago llevaban cierta preparación. A lo largo de los dos meses anteriores, las meriendas y los juegos en el parque fueron sustituidos por excursiones en bicicleta a La Granja, Parque Robledo o Valseca, entre otros lugares.
"Pero no tuvo nada que ver con lo que ha supuesto cada etapa en el Camino de Santiago. Si ahora subimos y bajamos de La Granja en bicicleta, nos sabe a nada", continúan entre risas. La jornada más larga se prolongó 36 kilómetros. Más de tres horas y media dando pedales que todos aguantaron estoicamente. Conseguir que cuatro niños de ocho, seis, tres y un año no se rebelasen contra el plan y todo saltase por los aires encarnó una prueba de ingenio y dotes de persuasión. "Íbamos viendo el paisaje, una película de animales, iban comiendo unos gusanitos, llevábamos un cuaderno de bitácora en el que íbamos apuntando lo que veíamos, lo que más nos gustaba y pegando fotos que nos hacíamos con una cámara instantánea, se han llegado a dormir en el carro… Pero uno de los días no llegamos hasta las tres y cuarto de la tarde desde las ocho de la mañana y estábamos reventados y los niños llorando. No veíamos llegar…".
Más datos. El peso que arrastraban entre las bicis y sus tres hijos menores superaban los 50 kilos -tuvieron que cambiar las pastillas de freno por la necesidad de reducir la velocidad en las bajadas por el empuje del carro- y el mayor, Miguel, iba con una bici con ruedas de 20. "Por muy rápido que quisiera ir llega un momento en el que el desarrollo no da para más pero en las subidas, como es ligero, tiraba y nos esperaba arriba comiendo unas pipas. Pero todo nuestro reconocimiento para él y para nuestros otros tres hijos por lo que han aguantado", apuntan.
Las caras de toda la familia a la llegada de la plaza del Obradoiro reflejan su emoción. "Para nuestros hijos ha sido experiencia inolvidable, y para todos, un reto como familia llevarlo a cabo y poder conseguirlo. Y luego a partir de ahí cuando la gente les pregunte o vean fotos, podrán contar un recuerdo muy bonito", destacan. La próxima aventura está por elegir. "Ahora mismo no tenemos nada entre ceja y ceja pero somos una familia deportista y unida e iremos juntos a todos los lados", concluyen.