Segovianos en la zona de la DANA: "Lo que hay es horrible"

Nacho Sáez
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Alberto del Barrio, Enrique del Pozo, Ana Urrialde y Raúl Cardiel relatan sus experiencias en la zona de las inundaciones.

Segovianos en la zona de la DANA: “Lo que hay es horrible”

Los miles de kilómetros de distancia que separan Libia y Valencia desaparecieron en la cabeza de Alberto del Barrio, que revivió el pasado viernes escenas de las que había sido testigo hace un año. Entonces acudió a ayudar con Bomberos sin Fronteras a Libia, donde unas inundaciones por un temporal dejaron más de 2.000 muertos y 10.000 desaparecidos. «El domingo el olor ya era el mismo. Mezcla de aguas fecales con enseres... A podrido», cuenta sobre su paso por algunas de las zonas de Valencia afectadas por la DANA, adonde ha viajado formando parte del equipo de bomberos que el Ayuntamiento de Segovia ha puesto a disposición de las autoridades valencianas. 

Un apoyo formado por cinco efectivos que ya han sido relevados por otros cinco integrantes del Servicio de Prevención y Extinción de Incendios de Segovia. «El Ayuntamiento de Segovia mantendrá presencia constante de bomberos en la provincia de Valencia mientras podamos ayudar a las personas para colaborar en la búsqueda y ayuda a los ciudadanos y la limpieza de calles y edificios», ha asegurado el Consistorio. Del Barrio quiere volver a pesar de que entre el viernes y el domingo tuvieron que trabajar en jornadas que se prolongaron más de doce horas y a pesar sobre todo de la crudeza de las escenas que ha visto. 

«Llegamos el jueves por la noche al Parque de Alzira y el jefe de allí nos asignó tareas para el día siguiente por la mañana porque prefería que los equipos de salvamento y rescate actuaran de día porque, por la noche, estaban achicando los equipos pesados. Nos destinaron a Alcudia, que estaba hecho un desastre. Lleno de barro, lleno de lodo, con vehículos en medio que impedían acceder a muchas calles... Con el 4x4 que llevamos íbamos retirando coches a los lados de las calles hasta que llegara la grúa y se los llevara a la campa que habían establecido. También la gente nos pedía que les ayudáramos a achicar agua de garajes, a sacar los enseres –que con dos metros de agua estaba todo para tirar–, a despejar su casa y a limpiar», relata Del Barrio sobre 72 horas en las que también visitaron el municipio de Algemesí y en las que también ayudaron a apuntalar un edificio que corría riesgo de derrumbe.

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Del Barrio habla por teléfono y reconoce sentirse agotado pero también admirado. «Me impresionó mucho que desde el primer momento la gente se mostró muy agradecida con nosotros porque fuéramos desde Segovia hasta allí. Nos abrían las puertas de lo que quedaba de su casa y nos ofrecían un café, agua, comida... ¡Pero si nosotros íbamos a ayudarles en ese sentido!», exclama, consciente de que el camino para recuperar la normalidad en esa zona acaba de comenzar: «Tienen un trabajo enorme por delante. Todos los pozos de registro que abríamos nosotros veíamos que estaban saturados, así que tienen trabajo para mucho tiempo para reponerse de esta catástrofe».

La recuperación también tendrá que afrontarse a nivel emocional. «Nosotros estuvimos en la casa de un señor que tendría unos 65 años y que tenía a su madre enferma en el piso de arriba. Imagínate cómo tiene que estar teniendo que ver que entra en su casa gente que no conoce de nada y que van a tirar todos sus muebles a la basura», señalan Enrique del Pozo y Ana Urrialde, segovianos residentes en Valencia que el pasado viernes cruzaron, como miles de personas, lo que ya el mundo conoce como El Puente de la Solidaridad. «Lo cruzamos y ya era todo barro. Ahí está La Torre, que es una pedanía de Valencia. En ese momento pensamos: 'Si está así el primer pueblo...'.

Después de una hora y media de camino a pie llegaron a Alfafar. «Íbamos entre coches que estaban empotrados unos encima de otros y que veíamos que en cualquier momento se podían caer sobre nosotros, otros coches estaban empotrados en portales impidiendo a la gente salir de sus casas... Llegamos a la casa de la madre de una amiga –que se llevó una alegría tremenda al vernos; el agua había llegado hasta el techo y había pasado la noche sola– y nos pusimos a desatrancar alcantarillas con la mano, a sacar los muebles a la calle y a limpiar un patio en el que el barro llegabata la rodilla. Imagínate para quitar eso. Seríamos diez personas y todos acabamos reventados. No sabíamos que el barro pesaba tanto».

Cada escena que vivieron fue más terrible que la anterior: «Estábamos en una calle llena de coches apilados y en una de ellas nos mandaron callar a cien personas porque se escuchaban gritos de ayuda. Pues no se consiguió localizar de dónde procedían esos gritos». Estos dos jóvenes segovianos echaron en falta la presencia del Ejército y se quedaron asombrados, en cambio, con la actuación de los bomberos. «Se subían a los coches sin pensar en si se iban a abrir la cabeza», destacan.

Antes de que anocheciera emprendieron el camino de vuelta, todavía más largo –cerca de dos horas– porque las autoridades habían ordenado un desvío. «Es una zona de guerra», subrayó el lunes en los micrófonos de Vive! Radio Segovia el presidente de Saemer Protección Civil, Raúl Cardiel, otro de los segovianos que ya ha acudido a ayudar a Valencia. Llegaron el jueves a las cinco de la madrugada con agua, leche, pañales y alimentos para bebés y no pudieron descargar hasta casi las cuatro de la tarde. «Lo que había era horrible. La gente andaba de un lado para otro sin ningún sentido. Han perdido todo y se están comportando bastante bien para lo que tienen encima», opinó Cardiel.

No pudo evitar emocionarse al recordar lo vivido: «Es muy complicado. Piensas que estás preparado para esto, pero nunca estás preparado para esto». Aun así ha vuelto. «Hay que seguir preparando convoyes y agilizando el envío de material. Tiene que haber una fluidez en lo que de verdad les hace falta porque queda mucho trabajo por delante. Esto es horrible. No es cuestión de unos meses, es cuestión de meses que eso vuelva a la normalidad», cree Cardiel, que insiste en la desesperación de los vecinos de esas localidades. «Cuando llegamos nos pedían comida. Si no hubiéramos ido escoltados, nos la habrían robado. Todos iban llenos de barro, algunos descalzos pero todos remando en la misma dirección para tratar de salvar a la mayor gente posible, limpiar las diferentes zonas y estar al cien por cien dentro de las circunstancias», concluyó Cardiel.