Editorial

El 'domador' Puigdemont muestra el aro por el que Sánchez debe pasar

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Nuevo episodio del tortuoso sendero que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, comenzó a andar aquel 23 de julio de 2023. Tras ese «diabólico resultado», tal y como el presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page, llegó a tildar, todo ha sido caminar por un alambre cual funambulista entre edificio y edificio, sabiendo que parte del éxito de ese inverosímil equilibrio depende de los siete diputados de Junts. Nunca tan poca representación en el Congreso había dado para tanto, por cierto. En ese vaivén constante y en ese amagar sin terminar de dar, siempre bajo la espada de Damocles, el máximo responsable de los separatistas catalanes de derechas, Carles Puigdemont, ha vuelto a dejar en evidencia al encargado de regir las riendas del Ejecutivo nacional.

El prófugo de la Justicia celebró ayer, con evidente tono de superioridad, la delegación «integral» de la gestión de la inmigración a Cataluña porque ésta es una competencia que «normalmente ejercen los Estados». No contento con ello, llegó a afirmar que una vez dado este paso, Cataluña «estará mucho más preparada para su futuro como nación». Y todo, después de que el PSOE y Junts registraran en el Congreso la Ley Orgánica para la Delegación de competencias en materia de Inmigración, que contempla que los Mossos gestionarán la seguridad de puertos y aeropuertos en cooperación con la Policía y la Guardia Civil, en tanto que la Generalitat tendrá la competencia integral de los Centros de Internamiento de Extranjeros (CIE) y de las devoluciones de extranjeros, tras el pacto alcanzado entre ambas formaciones. «Cataluña asumirá las competencias del Estado en una materia que es de extrema importancia para el futuro del país, y las asumirá en un momento de encrucijada, en un momento clave», manifestó en una rueda de prensa telemática en la sede de su partido para terminar de reafirmar su postura. Una postura en la que también cabe su naturaleza excluyente y supremacista, y es que no se puede ignorar, dijo, «el riesgo de desborde de los servicios públicos», ni tampoco los problemas a los que se enfrenta el conjunto de Europa, en alusión a «la amenaza de la violencia y de la radicalización religiosa y el aumento de los postulados xenófobos y racistas».

Hasta cuándo va a tener que seguir pasando Sánchez por el aro que le muestra, cual domador, Puigdemont. Ni siquiera esta nueva cesión garantiza la aprobación de los Presupuestos Generales. El separatista asegura que ellos «no mezclan carpetas» y que unir una cosa y la otra es «atrevido». Entonces, ¿de qué le sirve al presidente claudicar todas y cada una de las veces que el fugado se lo pide? Mejor todavía: ¿de qué le sirve a los españoles? En algún momento, esa cuerda que se ha tensado hasta cotas insospechables durante casi estos dos años, tiene que decir «ya basta». Por dignidad y principios. Sin cálculos políticos.