Antonia Davía presume de tener una habitación con unas preciosas vistas a la sierra, e invita a la fotógrafa y al perodista a asumarse a su coqueto balcón para comprobarlo. En la jardinera, una tomatera comienza a florecer apuntando lo que será el jugoso fruto del que podrá disfrutar en breve si el tiempo no lo impide, ya que Antonia le presta el cuidado necesario para ello. Dentro, un original marco con fotografías de sus familiares al lado de la cama y sobre una pequeña repisa otra foto de Santa Gema Galgani junto a una hermosa fotografía de juventud en la que resaltan sus hermosos ojos azules dan personalidad al entorno en el que vive.
En este ambiente, ella es una de las 16 residentes de la unidad de convivencia 'Navacerrada', que junto a su homólogas 'Peñalara', 'Clamores' y 'Eresma' prestan atención y asistencia en la Residencia 'San Lorenzo' de la Junta de Castilla y León, que ha comenzado a implantar un nuevo modelo asistencial con el que se pretende centrar la atención en la persona alejándose del tradicional modelo con el que se venía prestando atención a las personas mayores en los centros residenciales.
La entrada en vigor de la ley autonómica de Atención Residencial ha obligado a los centros a adaptar sus estructuras y su gestión a las prescripciones del texto legal, lo cual ha supuesto también una elevada inversión económica para dar respuesta a estas exigencias. En el caso de la Residencia San Lorenzo, el Gobierno regional ha invertido 5,8 millones de euros para transformar las estancias de un edificio construido en los años 70 del pasado siglo y convertirlas en espacios para favorecer la convivencia.
De este modo, desde el pasado mes de marzo, la residencia ha comenzado a trabajar en la atención bajo el modelo de unidades de convivencia ya con la primera y la segunda planta del edificio adaptadas para su desarrollo. Gonzalo Arévalo, jefe de área de la residencia asegura que la filosofía de las unidades de convivencia es «hacer posible que la gente viva como quiera vivir», poniendo en sus manos todos los recursos asistenciales para ello.
Así, el objetivo es acabar con un sistema «sanitario-hotelero» en el que los residentes tienen que ajustar su vida a los horarios rígidos para cambiarlo por un modelo en el que la persona puede decidir lo que hacer «siempre dentro de una necesaria organización».
Cada unidad de convivencia acoge un máximo de 16 residentes, que se reparten en habitaciones individuales y dobles en función de sus circunstancias y necesidades. Todos ellos comparten una sala de usos comunes en la que pueden desarrollar las actividades terapéuticas y de convivencia que dispone de un pequeño office con cocina, frigorífico y microondas que pueden utilizar para sus comidas.
Estas y otras necesidades se llevarán a cabo siempre contando con las necesidades y preferencias de los residentes, los cuales plasmarán sus pretensiones en el documento 'Proyecto de vida', - una de las principales novedades del modelo- en el que se tendrán en cuenta tanto esos deseos como el contexto físico y familiar de las personas.
Este proyecto de vida será el marco referencial en el que se basará la atención al residente, que contará para su desarrollo con la figura del profesional de referencia, que será la persona de confianza que acompañará a los residentes y los atenderá de manera directa, y la del gestor de caso, que se coordinará con usuario, familia, profesional de referencia y el resto de los trabajadores.
En estos primeros meses de aplicación del modelo, el nivel de satisfacción de residentes y familiares está siendo muy elevado, ya que en ambos casos se valora principalmente la autonomía que permite, así como el seguimiento personalizado de cada caso. En este sentido, Gonzalo Arévalo considera que la flexibilidad en los horarios para poder desarrollar las actividades o bien para recibir visitas a lo largo de la jornada supone «una mayor comodidad, lo cual es muy agradecido por todos».
La residencia cuenta también con una unidad de estancias temporales para doce personas en situación de dependencia -diez sociosanitarias en una unidad de convalecencia y dos de respiro- y una unidad de estancias diurnas, con 30 plazas en horario de mañana, cinco de tarde y seis de fin de semana y tarde.
La transformación de la residencia ha llevado también a mejoras en las zonas comunes, como la remodelación del área de administración, el vestíbulo, el comedor y el centro social. Del mismo modo, las mejoras han llegado también a otras infraestructuras, y se han sustituido los ascensores por unos más seguros y funcionales, concluyendo también la sustitución de las cubiertas. Por último, se ha reformado la fachada principal y se ha instalado una nueva carpintería exterior en las dos primeras plantas, así como se ha reforzado la seguridad de las terrazas con el refuerzo de las barandillas.
Cabe mencionar, también, que se ha ampliado el número de trabajadores que presta servicio en el centro con el fin de poder prestar la atención necesaria. Así, tras la última modificación de la relación de puestos de trabajo del personal laboral el pasado año, la plantilla ha crecido en 30 empleados, 23 de ellos técnicos de atención directa, un enfermero y un fisioterapeuta.
Los hermosos ojos de Antonia se iluminan cuando habla de la atención que recibe en la residencia: «Aquí son todos muy buenos y estamos muy bien atendidos», asegura con emoción, y ese quizá sea el mejor resumen para el éxito de un proyecto asistencial que busca mejorar la atención basándose en las necesidades del residente.