"El tinglado de cables de Daoiz es una vergüenza"

Nacho Sáez
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Entrevista con el segoviano Ángel Luis de Sousa, arquitecto jubilado en el Ministerio de Cultura, todavía colaborador del Icomos y condecorado con la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes.

"El tinglado de cables de Daoiz es una vergüenza" - Foto: Cedida por Ángel Luis de Sousa

El Gobierno ha reconocido con la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes a 38 personalidades e instituciones del mundo de la cultura, entre ellas Ángel Luis de Sousa (Segovia, 1955). Este segoviano, jubilado del Ministerio de Cultura hace un año, ha sido coordinador de proyectos estratégicos de la Dirección General de Bellas Artes, donde entre otras labores coordinó la elaboración del plan director de recuperación del patrimonio cultural de Lorca tras el terremoto de 2011 y la modificación del plan para la rehabilitación del barrio valenciano del Cabanyal para el levantamiento de la orden de expolio. Atiende a El Día de Segovia unas horas antes de viajar a Tailandia para visitar a su hijo y a su nieta recién nacida.

Me imagino que muy orgulloso de haber sido distinguido con la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes.
Es un reconocimiento a 36 años en la Dirección General de Bellas Artes y, cuando te jubilas con honores, la verdad es que te quedas con una buena sensación sobre todo lo que has hecho a lo largo de tu vida laboral.

En el listado de premiados este año con esta medalla aparecen nombres muy populares, como Carmen Machi, Maribel Verdú, Camela, Elvira Lindo, Los Planetas… No es tan habitual que se la concedan a alguien que, como usted, ha realiza una labor más en la sombra.
Esto está bastante bastante reglado desde el año 78, que fue cuando cuando se instituyeron este tipo de medallas al mérito, que son medallas sectoriales. Por ejemplo, al mérito militar, al mérito turístico… Está bastante reglamentado porque intervienen todas las direcciones generales vinculadas con el sector de las bellas artes. Siempre hay candidatos que son más conocidos por por la gente que otros. La mayor parte son gente que pertenece a un mundo más cercano a los medios, gente más conocida, y la labor de un técnico queda mucho más oculta. Por eso quizás tiene más mérito.

¿Con qué se quedaría de su trabajo durante estos años?
¿Con qué me quedaría? Bueno, yo tuve dos etapas muy diferentes. Una primera etapa después de sacar mi plaza en la Dirección General en el año 78 como arquitecto restaurador. Por aquel entonces se hacían proyectos de oficio en la administración; ahora por desgracia casi todo se contrata fuera. Esa primera etapa duró hasta 2007 y toqué monumentos tan importantes como el monasterio de Silos, el monasterio de Guadalupe, la Alhambra… Luego sucedió una etapa intermedia en la Agencia Española de Cooperación Internacional en la que me ocupé de un programa arquitectónico de selección y rehabilitación de edificios históricos en las capitales de Iberoamérica para su adaptación como centros culturales de España. Y luego, en 2010, volví otra vez y definitivamente a la Dirección General de Bellas Artes, pero ya con una función como más de gestión cultural.

(...)
Ahí ya me encargué de proyectos estratégicos de la propia Dirección General como el proyecto cultural de La Tabacalera de Madrid, el plan de gestión del Monasterio del Paular, el decreto de Expolio del barrio del Cabanyal en Valencia o la sustitución de las bóvedas de la catedral de La Laguna. Y respondiendo a su pregunta sobre de qué estoy más orgulloso, yo creo que por un lado de de mi labor en el plan de recuperación del patrimonio de Lorca. Estoy hablando de la coordinación de un equipo con el que logramos logramos hacer un plan director modélico y que se convirtió en un referente internacional por el que nuestro asesoramiento fue reclamado en lugares como Filipinas (2014), Ecuador (2016), México (2017), la catedral de Malabo (2021), La Palma (2022) o Marrakech (2023). En cinco años conseguimos recuperar todo el patrimonio que había quedado afectado e incluso su puesta en un valor mayor de lo que estaba antes del terremoto. También me siento bastante orgulloso del Cabanyal. Era un tema técnico digamos bastante de libro, jurídicamente ganado pero políticamente complicado. Felizmente se logró parar el plan que había y comenzar la elaboración de un plan alternativo.

¿Destacaría algún proyecto más?
También he participado muy activamente en el diseño de las herramientas e instrumentos con las que se dotó la administración central para la gestión de riesgos y emergencias en patrimonio cultural. Lo primero que se consiguió después de L'Aquila (Italia) hizo fue crear una unidad de emergencia y gestión de riesgos en patrimonio cultural en la propia Dirección que coordiné desde el minuto uno hasta que me fui, y después, en 2015 en colaboración con las comunidades autónomas y otros organismos e instituciones como la UME, Cruz Roja, Protección Civil, Guardia Civil, etcétera, elaboramos el Plan Nacional de Emergencias y Gestión de Riesgos, que tiene una serie de capacidades cuando ocurren situaciones de este tipo.

Como ahora con la dana en Valencia.
Lo más prioritario en estas situaciones catastróficas es, por supuesto, es atender a la población y a las víctimas y luego ya más adelante el patrimonio cultural, que al final es la referencia de la memoria colectiva de un pueblo y su recuperación tiene una importancia fundamental. Ahora sigo colaborando en algunos temas puntuales con el Ministerio, como por ejemplo en el proyecto cultural de Tabacalera, y luego desde Icomos coordino la Comisión de Emergencias y Cooperación. Ahora estamos en reuniones con la Dirección General de Patrimonio la Generalitat Valenciana para ver los puntos en los que podemos colaborar para la recuperación del patrimonio afectado.

¿En España estamos a la altura de nuestro patrimonio en cuanto a su cuidado?
Sí, sin duda. Desde la Ley 16/85, de Patrimonio, las competencias en materia de conservación de patrimonio están transferidas a las comunidades autónomas, pero hoy cada una tiene su propia ley –acorde con la estatal– y hay un grupo muy solvente de técnicos en esas administraciones cuidando del patrimonio con muy buen criterio. Hace quince o veinte años no había estas especialidades en las escuelas de arquitectura, pero esto ya ha cambiado y cualquier chaval de las escuelas de arquitectura tiene una formación bastante sólida en criterios de intervención y conservación del patrimonio cultural. Y por supuesto estamos al nivel de los países nuestros de referencia, que son siempre Italia y un poco Francia.

¿Es mejor entonces ahora esa labor que cuando empezó usted?
Sí. Desde los tiempos en que en aquella dirección general que había dentro de Fomento, Regiones Devastadas, empezaron a recuperarse elementos del patrimonio cultural español y conjuntos históricos. El panorama ha cambiado mucho. A la época siguiente, la de los famosos siete magníficos, que eran siete arquitectos que tenían distribuidos que tenían repartido el territorio español y que actuaban en materia de conservación en ese territorio, sucedió a mediados de los años 80 una figura fundamental a la que ahora vamos a intentar hacerle un homenaje, Dionisio Hernández Gil, que fue director general de Bellas Artes y fue director general del Instituto de Patrimonio Cultural, que él creó. Abrió el trabajo de la intervención en el patrimonio al resto de los arquitectos  y que estaban holgadamente formados para hacerlo. Hablo de Rafael Moneo, Feduchi, Elías Torres… Disparó el interés no solo de las administraciones públicas sino de la ciudadanía por la conservación de esos bienes culturales.

¿Cuál es la asignatura pendiente?
Bufff. Desde el punto de vista de la formación y de criterios puede que no haya grandes asignaturas pendientes, pero sí hay una asignatura pendiente en materia de gestión administrativa. Uno de nuestros peores enemigos siempre ha sido la Ley de Contratos del Sector Público. Hasta hace pocos años restaurar una catedral tenía los mismos criterios de adjudicación que hacer  kilómetros de autopista o un colegio público. Primaban las bajas ya no solo en las ofertas de las empresas que se presentaban sino en las ofertas de honorarios de los profesionales. Y todavía no se ha conseguido imponer un criterio que diga 'Señores, estamos hablando de patrimonio cultural y aquí no pueden entrar las bajas como un criterio de adjudicación fundamental sino que hay que ver otros criterios como la experiencia, la formación… Una de las principales asignaturas que tenemos que superar es la modificación de la Ley de Contratos del Sector Público para diferenciar los contratos de obras de restauración y conservación de patrimonio cultural de los contratos de obra civil.

Como en todos los sectores también faltará mayor inversión.
En el Estado siempre ha habido un colchón del que hemos tirado bastante que era lo que al principio era el 1% Cultural, luego el 1,5 y ahora es el 2%. Como en cualquier otro departamento, Cultura siempre ha tenido problemas económicos, pero no ha sido el principal de los problemas. Es más, ha habido algunas ocasiones en las que el tener dinero ha sido un problema si había que gastarlo deprisa. El patrimonio requiere su tiempo. Pero yo estoy hablando de bienes inmuebles y quizás en bienes muebles, en patrimonio inmaterial, en paisaje cultural, sí que hay un déficit presupuestario. Los presupuestos de obras en las que intervienen de otros profesionales, como restauradores de diferentes especialidades, son muy cortos muy cortos y, además, estos profesionales, si no están agrupados en una empresa, siempre son subcontratas de otras grandes empresas que a su vez dan mordiscos a sus honorarios. Ahí siempre ha habido un problema y lo sigue habiendo.

¿Qué cree que va a suponer la llegada de la inteligencia artificial en su campo?
La inteligencia artificial va a suponer una revolución en todos los ámbitos. Las nuevas tecnologías han supuesto una ventaja indiscutible en nuestro sector, sobre todo en la documentación del patrimonio y el registro de las lesiones y problemas que presentaba. Las nuevas tecnologías te permiten hacer ensayos que antes eran lesivos. Ahora hay formas de tener un conocimiento mayor y de manera mucho menos lesiva. La inteligencia artificial se está introduciendo en el patrimonio por ahora más en la promoción y difusión que en la ciencia en sí de la conservación. Pero va a ser un herramienta indispensable.

¿Cómo ve a Segovia?
Yo he estado yendo mucho y he visto cómo se ha ido cuidando. A partir de su declaración como Patrimonio de la Humanidad, lo cierto es que se ha ido cuidando no solo la zona intramuros sino zonas aledañas que forman parte del ámbito de protección del monumento. Yo veo a Segovia muy bien. Siempre se pueden sacar problemas. Yo tengo una casa en la plaza de la Merced y la calle Daoiz, que es la más transitada por el turismo, tiene todas las redes de telefonía colgando de balcón y balcón dando un aspecto tan absolutamente tercermundista que no sé cómo desde Icomos no han dado un toque de atención al Ayuntamiento sobre este tema. Ustedes son una ciudad patrimonio mundial, no pueden mantener ese vergonzoso escenario por más tiempo.

(…)
Yo he hablado con gente de Patrimonio del Ayuntamiento y te dicen que se lo han dicho a las compañías y no lo soterran. Hay una ley que obliga a las a las compañías a soterrar esas infraestructuras y, si no se cumple la ley, se puede recurrir a la actuación sustitutoria. O sea, el Ayuntamiento puede ejecutarlo y pasar la factura a la empresa que corresponda. Pero cada día que pasa y la gente transita por esa calle, yo creo que es una vergüenza absoluta y puede poner en riesgo la calificación de Ciudad Patrimonio Mundial.

Pues no parece que sea un asunto prioritario para la ciudad.
Los segovianos se han acostumbrado, pero yo he visto a orientales haciendo fotos a los tinglados de cables que hay, por ejemplo, en la casa de los De Cáceres en la plaza de la Merced. Son fotos que documentan esa vergüenza.

¿El cuidado del Acueducto es el adecuado?
Sí. El Acueducto es un monumento que siempre ha sido mimado tanto por el Estado como por la comunidad autónoma. Es un referente y yo creo que la última intervención –que fue de Paco Jurado, catedrático de Estructuras de la escuela de Madrid– garantiza su equilibrio y consolidación en unos cuantos años. El Acueducto está bien cuidado y goza de buena salud. No hay vibraciones en el entorno, no hay polución que pueda afectar a la superficie pétrea… Por ahí no creo que haya problema.

¿Le hubiera gustado que las administraciones de Segovia hubieran contado con usted?
Yo he trabajado siempre en el Estado y desde ahí siempre hemos colaborado con las comunidades autónomas y con las administraciones locales, siempre que se nos ha pedido. Yo no tengo ninguna queja e insisto en que hay buenos profesionales dentro de la Junta de Castilla y León y del Ayuntamiento de Segovia. Bellas Artes del Estado siempre ha estado ahí.

Y ahora que tiene más tiempo, ¿a lo mejor le piden más su opinión?
Yo, por supuesto, estaría encantado de aportar mi conocimiento a los problemas que se puedan plantear. Faltaría más, soy segoviano sobre todo. En lo que pudiera ayudar con mi experiencia desde luego que estaría dispuesto.