"El momento no es bueno/ ya se sabe/ que los vientos tampoco". Son versos del gran poeta Ángel González. No podemos vivir con confianza porque todo lo que nos rodea presagia tormentas: desde nuestra mediocridad insoportable y nuestros errores internos a las amenazas crecientes de las guerras de Ucrania y de Palestina, con una crisis humanitaria en Gaza sin precedentes y sin respuesta internacional, pasando por las ataques de los hutíes en el mar Rojo, que pueden colapsar el comercio mundial, o la previsible venganza de Irán por el atentado en Kerman reivindicado por el grupo terrorista Estado Islámico, el Daesh. Los vientos no son buenos. El contagio regional podría desembocar en un conflicto sin fronteras y sin límites. No se ve en el horizonte un deseo de ser mejores, de actuar de una manera más digna. No aparece ningún país, ninguna institución internacional que sea capaz de obligar a todas las partes a sentarse a negociar acuerdos que pongan fin a los conflictos que nos amenazan a todos.
En lo interno, en lo más cercano, Junts, el socio indispensable y nada fiable del presidente Sánchez, ya ha avisado de que va a votar en contra de los primeros decretos-ley --otra vez una manera de saltarse el riguroso debate parlamentario y los informes de los organismos competentes-- que propone el Gobierno. Como el pacto está cogido con alfileres y al presidente lo tienen bien agarrado, ofrezca lo que ofrezca esta escena se va a repetir constantemente, lo que dure la legislatura. En el "Un, dos, tres... responda otra vez" del gran Ibáñez Serrador, cuando cumplía el tiempo de las respuestas, "los tacañones", unos señores de largas barbas, vestidos de negro, siempre recelosos, de agrio carácter y más anticuados que los más antiguos, tocaban la campaña al grito de "campana y se acabó" y frenaban el avance de los concursantes. Ahora, "los puigdemones" le van a tocar la campana al presidente de un Gobierno del que no se fían y al que sólo apoyan por lo que sacan de él. Y el presidente, como los concursantes del "Un, dos tres", no tiene comodín alguno. Y lo divertido, o lo tremendo, es que los socialistas se molestan ante el chantaje y se sorprenden por la falta de lealtad de su socio. El día que quiera, Puigdemont, o cualquiera de los otros socios de Sánchez, gritará "Campana y se acabó" y se habrán acabado Sánchez y su Gobierno, aunque antes hayan podido avanzar mucho o poco en lo que buscan los partidos "destituyentes" y no se sabe bien si también el presidente que los acoge en su seno: acabar con el régimen constitucionalista del 78 y la convivencia y la concordia que son los elementos esenciales de la España democrática de estos últimos cuarenta y cinco años. Apenas han pasado unas semanas desde la constitución del nuevo Gobierno y ya volvemos a la inestabilidad, la mediocridad y la frivolidad de quienes nos gobiernan. Tenemos enormes desafíos en España, en Europa y en el mundo. La guerra en Ucrania dura ya dos años y es la primera guerra sistémica en Europa desde 1945. En Oriente Medio está activo el foco de un conflicto mundial. Los costes humanos, económicos y sociales son y serán brutales. Crece la agresividad y el autoritarismo y los nefastos populismos, de uno y otro signo, siguen marcando la ruta. En palabras, otra vez, de Ángel González, "son los vientos, los tiempos, las desgracias que corren/ como arañas hambrientas sobre nuestra inocencia". Hay que encontrar caminos, valores y respuestas para la esperanza.