Este domingo, demasiado tarde quizá, Alberto Núñez Feijóo se dará a sí mismo el pistoletazo de salida hacia la 'conquista del poder' que debería materializarse, y probablemente no lo hará, el próximo 27 de septiembre. Un mes le queda a Feijóo, cuyo discurso desde el castillo pontevedrés de Soutomaior se espera, claro, con el máximo interés, para, ya que no va previsiblemente y salvo mayúscula sorpresa, a vencer, sí al menos convencer. Para persuadir a la ciudadanía, escéptica con 'esta' política, de que él y su partido, y no otros, será el encargado de propiciar esa regeneración que España tanto necesita y de devolver a los españoles la confianza casi del todo perdida en sus representantes.
Lo malo, me comentan amigos del ex presidente de la Xunta y algunos allegados en Sanxenxo, Baiona y otros puntos de Galicia, es que Feijóo parece 'encastillado', y no precisamente en Soutomaior. Su campaña electoral ha sido "un desastre", y en los últimos días perdió buena parte del bagaje acumulado, mal definido por 'sus' sociólogos y arúspices: confiado, dejó de acudir al debate decisivo ante las cámaras de televisión; permitió que la ambigüedad y la contradicción (Extremadura, Valencia, Aragón, ahora Murcia) campasen por sus respetos en las relaciones con Vox, el único aliado probable y posible. Luego, tras las elecciones de hace un mes, ofreció un espectáculo triste de entreguismo al PNV e incluso ¡a Junts!, mal comprendido por muchos de sus más fervientes seguidores y hasta por alguno de los 'barones' del Partido Popular.
Para rematarlo, algunos dirigentes del PP han hecho llamamientos a 'disidentes' diputados socialistas para que apoyen la investidura de Feijóo, lo que será, en primer lugar, infructuoso y, en segundo término, ha permitido al formidable aparato propagandístico del PSOE decir, no sin cierta razón, que los 'populares' están incitando al transfuguismo, algo que en el PP se niega sin demasiada convicción.
En resumen, que Feijóo se está exponiendo y desgastando en exceso en su afán desesperado por obtener esos cuatro escaños que le separan de la mayoría absoluta para ser investido como presidente del Gobierno. A veces da la impresión de que en el PP no se percibe el paso de los tiempos y modos en la política y que hay once millones de votos aliados en el otro bando en torno a propuestas que ni el PP ni, desde luego, Vox, que ha tenido buena parte de culpa en los resultados del 23-J, son capaces de asumir. Y eso, aunque Feijóo es sin duda una figura moderada que encarna bien ese centro-derecha que, no es, desde luego, etiqueta que pueda extenderse al partido de Abascal. Un partido que organizó un buen lío prometiendo sangre y fuego vía aplicación del artículo 155 en Cataluña si el PP-Vox ganaban las elecciones... cuando ha sido precisamente en torno a Cataluña sobre lo que ha girado todo el proceso conducente al 23-J, cosa que Sánchez y Salvador Illa, al frente del PSC, captaron desde hace tiempo.
Acaso este domingo podremos atisbar si Feijóo va a aprovechar este mes, y los contactos políticos que iniciará ya el lunes --le van a dar con la puerta en las narices en más de un caso, pero tiene que hacerlo--, para ofrecer una imagen remozada del PP y de su equipo y de los 'influencers' que orbitan en torno al partido. Olvidándose de Vox, que bastante tiene con lo que tiene, y de inútiles cantos de sirena al PNV, a Junts o a los diputados de Emiliano García-Page. Y si, como parece pese a su insuficiente victoria en las pasadas elecciones, no obtiene la investidura, que convenza a su electorado, y al que pueda llegar a serlo, de que es una alternativa fiable, que hará una oposición razonable, pero implacable --no todo lo que hace el Gobierno está mal ni es malintencionado, pero buena parte de lo que hace o no hace sí es perverso--, a los excesos y defectos del Ejecutivo inestable que posiblemente logre formar, a trancas y barrancas, Pedro Sánchez.
Al PP le quedan muchos mecanismos en el Congreso (ahora, Feijóo es diputado), en el Senado, en muchas autonomías y en el poder municipal --controla treinta de cincuenta capitales de provincia y quizá más de la mitad del total de municipios españoles--, para, en su caso, poner en marcha esa oposición capaz de llegar al Gobierno seguramente mucho antes del fin 'normal' de esta Legislatura que tan anormalmente ha comenzado.