Desde junio el equipo de restauradores formado por Graziano Panzieri y Paloma Sánchez trabajan en la conocida como “carpintería” de la Catedral para recuperar el retablo de Frumales, el Pantocrátor del siglo XIV y la pintura de la Caridad Romana. Este óleo sobre tela de lino con trama de tafetán, probablemente de la segunda mitad del s. XVII, se encuentra en un estado avanzado de restauración. Se trata de una pintura fascinante que llama la atención por el tema que representa, unido estrechamente al concepto de piedad de la religión católica: Cimón visita a su padre, Pero, condenado a muerte por inanición y esta le ofrece leche de sus senos para alimentarlo. Esta escena, recogida en Hechos y Dichos Memorables del escritor romano, Valerio Máximo, se popularizó en toda Europa durante los s. XVI-XVII a través de la literatura, escultura o en pinturas como la de Caravaggio en Siete obras de misericordia, 1607, o Rubens, Caritas romana, 1612. En esta pintura que se encuentra en la Catedral de Segovia, el personaje de Pero está representado por una mujer. De autor desconocido, guarda un gran parecido y coincide en siglo con la Caridad Romana del pintor alemán Johann Carl Loth, expuesta en el Wilanów Palast, Varsovia, y con la Caridad Romana adquirida en Roma en 1917 por el Museu de Montserrat, Barcelona, y cuya “búsqueda de autor” sigue en marcha.
Tras estar expuesta en la Sala de Santa Catalina presentaba deformaciones, oscurecimiento y pérdida de partes de la decoración del marco. Con la aprobación por la Comisión Territorial de Patrimonio Cultural de Segovia los restauradores han procedido al sentado de la película pictórica, colocación de bandas de tensión perimetrales para eliminar deformaciones o el desmontaje del marco y su reconstrucción.
La intrahistoria del fascinante óleo La caridad romana - Foto: KAMARERO«Caritas romana» (en español: caridad romana) es un exemplum acerca de una mujer llamada Pero, quien amamanta, a escondidas, a su padre, Cimón, un anciano encarcelado y sentenciado a muerte por inanición. Al ser descubiertos por el carcelero, su gran acto de caridad impresiona tanto a los jueces que deciden liberar al padre.1El cuento aparece en Hechos y dichos memorables de Valerius Maximus presentado como un gran acto de pietas. El tema lo recogen numerosos artistas de los siglos XVII y XVIII, entre ellos, Caravaggio, en Siete obras de misericordia (1607), y Rubens, quien lo pinta en al menos dos ocasiones, incluyendo el cuadro Caritas romana (c. 1612) actualmente en el Museo del Hermitage de San Petersburgo, y Cimón y Pero (1630), en el Rijksmuseum de Ámsterdam, pintura que formó parte del encargo de Carlos I de Inglaterra para decorar el Banqueting Housedel palacio de Whitehall de Londres. Por otra parte, el cuadro Caridad romana (1618-28), de Dirck van Baburen, actualmente en la Galería de Arte de York,2?lo reproduce Vermeer en su obra Mujer sentada en un virginal (c. 1662-5), en la National Gallery de Londres.?
Un dibujo atribuido a Murillo (1617-1682), de 220 × 180 mm5? actualmente en el Museo Boymans Van Beuningen de Róterdam corresponde, supuestamente, a un cuadro del artista español, La caridad romana, que perteneció a la colección de Godoy, junto con la Venus del espejo, de Velázquez, y las dos Majas (La maja desnuda y La maja vestida) de Goya.? El cuadro fue destruido 1845 en el incendio del Pennsylvania Academy of Fine Arts. La caridad romana (c. 1690) de otro pintor español, Pedro Camacho Felizes, se encuentra en la Casa de los Guevara, Lorca (Murcia).
Otros artistas que dedicaron obras al tema incluyen a Charles Mellin, cuya Caridad romana pintada hacia 1630 se conoce por dos versiones conservadas en los museos del Louvre y Ginebra. En el siglo XX, el premio Nobel de Literatura, John Steinbeck, recoge el tema de la mujer que ofrece, como acto de misericordia, su pecho a un hombre hambriento en su novela The Grapes of Wrath (1939) cuando al final, Rose, tras perder a su recién nacido, ofrece su pecho a un desconocido que se está muriendo de hambre.
Al margen de la Caridad romana, durante estas semanas los trabajos de restauración en la Catedral se han centrado en el retablo de Frumales que se enmarca dentro de la Escuela Castellana, s.XVI. De gran riqueza iconográfica se piensa que pudo ser construido especialmente para un altar de una pequeña capilla. Está compuesto por ocho pinturas: en la parte superior se representa a San Pedro, el Calvario y San Pablo y, en un nivel inferior, el abrazo en la puerta dorada entre San Joaquín y Santa Ana y la Purificación de la Virgen. En la parte baja o predela, Santa Lucía, Santa Águeda y Santa Apolonia. Estas ocho pinturas no son tablas independientes y están realizadas sobre un gran tablero de madera de pino constituido por tres paneles dispuestos en vertical, quedando individualizadas mediante la arquitectura compuesta por una mazonería plateresca dorada y policromada. Considerado como obra de muy buena calidad por su tamaño y diseño, presentaba un estado de conservación con grandes deficiencias. Los tratamientos de restauración se basan en devolver al retablo la integridad material y pictórica mediante la reintegración de los volúmenes perdidos, principalmente el banco de apoyo y la tabla central que fue recortada. El proceso se completa con la eliminación de los barnices oxidados, repintes de la mazonería y la reintegración cromática de las pérdidas de color y de los dorados.
El pantocrátor o Cristo Bendiciendo, realizado en madera tallada y policromada, es una de las cuatro obras que ya se encuentra en la carpintería de la Catedral a la espera de ser restaurada.
Se trata de una pieza del s. XIV de excelente calidad que presenta grandes pérdidas de policromía y levantamientos por el paso del tiempo, además de haber sufrido intervenciones diversas que afectaron a los materiales originales. En la inminente restauración se procederá a la desintectación preventiva, fijación y sentado de la policromía o la reintegración volumétrica.
El sepulcro de Pedro de Enríquez de Castilla, hijo natural del rey Enrique II, es una escultura funeraria de mármol que fue trasladada desde la antigua catedral hasta la capilla de Santa Catalina. El infante murió trágicamente con apenas quince años tras caer al vacío por una de las ventanas del Alcázar de Segovia el 22 de julio de 1366 y su padre ordenó levantar un túmulo en su recuerdo.
Al ser una estructura que no puede moverse de su lugar será tratada una vez que hayan terminado las obras de acondicionamiento en los muros y bóveda de la Sala de Santa Catalina, que se prolongarán hasta septiembre. A partir de esa fecha, los restauradores trabajarán in situ para recuperar policromía perdida y tratar la original, o la eliminación de óxidos de la superficie metálica.
El coste total de la restauración de las cuatro obras asciende a 44.744€ sufragados en su totalidad por el Cabildo gracias, en su mayor parte, a los ingresos por la venta de entradas.