Aunque le quedaba un año para la jubilación, Eduardo Estévez decidió a finales del año pasado que había llegado el momento de disfrutar más de su familia y sobre todo de su nieta, que acaba de cumplir dos años. Llevaba desde que era un adolescente trabajando en la hostelería. Durante mucho tiempo por cuenta ajena y desde 2016 como propietario de la Cervecería Santa Eulalia, que ahora quiere traspasar. «Hemos tenido ocho o diez llamadas, pero la gente lo que quiere es abrir directamente sin ningún coste y eso no puede ser», señala sin perder la esperanza de que la próxima sea la buena.
Este hostelero retirado destaca el bullicio que tiene el barrio de Santa Eulalia -especialmente ahora en Semana Santa con las procesiones y todas las actividades que organiza la cofradía de la parroquia- y vende el potencial de la terraza que tiene concedida por el Ayuntamiento: «No es en una acera como otras sino que es un espacio que se puede aprovechar bastante bien».
Hace un balance positivo de lo que han sido estos años: «He disfrutado de muchos momentos. Cuando inauguré este establecimiento, lo disfruté. También cuando me cambiaba de uno a otro. Añoraba el anterior y me ilusionaba con el siguiente». No oculta, sin embargo, las dificultades a las que se tiene que enfrentar en la actualidad cualquier hostelero. «Un bar es muy difícil que deje márgenes grandes de beneficios. Tienes que estar arañando, arañando y arañando con muy poco personal, echando muchísimas horas con dedicación completa, mientras que si trabajas por cuenta ajena el esfuerzo es la mitad y ganas lo mismo o a veces incluso más», argumenta. Ahora no se ha ido del todo. Continúa pendiente del número de lotería que jugaba junto a sus vecinos y hasta de las obras de Blanca de Silos.