La plaza de San Geroteo está preciosa. A menos de 300 metros de la Plaza Mayor se puede disfrutar del silencio y la tranquilidad en este rincón presidido por un espacio de tierra rectangular y decorado con cuatro árboles. Ideal para pasear. Lástima que cada vez sean menos los segovianos que se acuerdan de él. De lugar emblemático para varias generaciones ha pasado a reclamo exclusivamente turístico por compartir perímetro con la Catedral y por ser testimonio también del antiguo barrio de la Judería. Ya no queda nada de aquel bullicio que lo definía y que lo hacía especial.
Las Jesuitinas hace ya siete años que cerraron el colegio. En marzo de 2010, las Hijas de Jesús –la congregación que estaba al frente– enviaron una carta a los padres de los alumnos para comunicarles que habían decidido poner fin a más de un siglo de actividad educativa debido a la despoblación del casco histórico y la falta de vocaciones. Tras otorgar un curso de margen para que profesores y alumnos encontraran acomodo en otros centros, en 2011 echaron definitivamente el candado a sus puertas.
Desde entonces sus instalaciones permanecen inertes. Salvo contadas veces al año, este emblemático inmueble está en silencio, con las persianas vacías y alguno diría que incluso abandonado. Aunque las religiosas de la congregación que siguen viviendo en Segovia «se esfuerzan en que no avance el deterioro», según explica Carmen Gómez Elices. Esta exalumna tiene subrayado en rojo en su calendario el 8 de diciembre. Ese día, cada año, regresa al colegio junto a otros antiguos compañeros para celebrar el Mil Albricias, un acto religioso con motivo de la Inmaculada que estaba grabado a fuego en la identidad del centro. «Luego siempre nos dejan bajar al colegio, recorrer los pasillos, entrar en las clases...», cuenta. En esas nostálgicas visitas ha podido comprobar que el edificio comienza a acusar el paso del tiempo.
No obstante, no es necesario franquear las puertas para comprobarlo. Un breve paseo por los exteriores es suficiente para observar que la ausencia de actividad en el inmueble se está cobrando su factura crudamente. Dos ventanas junto a la capilla permanecen tapiadas con madera y el suelo de uno de los patios ha comenzado a levantarse, consecuencia probablemente de las abundantes lluvias que se han registrado durante los últimos meses. Mientras, la puerta que daba acceso al pabellón se encuentra llena de pintadas y pegatinas y una de las paredes del edificio que albergaba el comedor ha sido ‘serigrafiada’ con sus nombres por vándalos raspando sobre la propia piedra.
El Día de Segovia ha querido preguntar por estas deficiencias a las responsables de las Hijas de Jesús, pero estas han rehusado manifestarse. Tampoco quieren hablar de las opciones para vender, alquilar o dar algún uso al colegio que hayan podido tener. «Sabemos que ha habido algún contacto para instalar residencias de estudiantes, pero tenemos pocas noticias más. Si alguien viene al Ayuntamiento interesado por edificios en el casco histórico, le damos el contacto de la congregación y ya está», explica el concejal de Urbanismo, Vivienda y Rehabilitación, Alfonso Reguera.
Las Jesuitinas, junto al antiguo Policlínico, el Palacio Mansilla y el INSS, conforman la ruta por la Segovia que se vacía y que sólo se mantiene en pie gracias al turismo y a la presencia de los alumnos de la IE Universidad. Pronto se sumará a ella el Palacio de Justicia, aunque a cambio la Biblioteca Pública ha dejado paso a la Casa de la Lectura y el Palacio de La Floresta será una residencia de estudiantes. «¿Pero por qué el colegio no se puede utilizar para hacer talleres o para representaciones de Titirimundi y de compañías pequeñas, si tiene un teatro que está muy bien?», se pregunta la exalumna consultada.
El Ayuntamiento trabajó para que el pabellón con el que cuenta el centro le permitiera ampliar su oferta de instalaciones deportivas, pero el proyecto fracasó. Las religiosas habían accedido a cederlo gratuitamente al Instituto Municipal de Deportes, pero la concejala titular de este área, Marian Rueda, explica que claudicaron en la idea –con dolor ya que ella ha sido alumna y docente del centro– debido a que era necesaria una inversión de 300.000 euros.
Los problemas de accesibilidad de los que adolece son otro de los inconvenientes del inmueble, que en el pabellón carece de salida de emergencia. «La capilla está intacta, pero en el salón de actos, el pabellón, la sala de usos múltiples o el antiguo gimnasio se va notando el paso de los años, a pesar del esfuerzo sobre todo de la madre Juliana, que me consta que se pasa e intenta que el deterioro no vaya a más», desvela por su parte Gómez Elices, que cada vez que vuelve a sus pasillos siente que va a ser la última vez. Por ello, no pueden evitar dejar algún mensaje en las pizarras o volver a sentir el tacto de la característica moqueta que adornaba la pared del fondo de cada clase. Los restos de la sinagoga que se conservan propician que de vez en cuando haya alguna visita turística, pero las Jesuitinas languidece.