Cuando Ernest Urtasun accedió al Ministerio de Cultura dejó claro su intención de cargarse el Premio Nacional de Tauromaquia. Porque pertenece a esa generación de ecopijoprogres sectarios, con marchamo independentista, que considera que quien manda tiene libertad plena para hacerlo según sus gustos, ideas o aversiones, pasándose por el forro el interés general y la legalidad. Y sin cortarse un pelo de su despeinado look. En suma, una nueva arbitrariedad de libro en otro ministro de la recua de veintidós de Sánchez, con el agravante de que es un tipo instruido –alumno del Liceo Francés, economista y diplomático de carrera- para cometer este tipo de desmanes.
Como la tauromaquia es una manifestación artística en sí misma desvinculada de ideologías «que merece ser preservada como un tesoro de nuestro país», según recoge la Ley 18/2013 que la regula como patrimonio cultural, algo empezó a moverse hace meses. La supresión a golpe de BOE en septiembre del citado premio permitió que recogieran el guante el Senado, los gobiernos regionales de Aragón, Andalucía, Cantabria, Castilla-La Mancha, Castilla y León, Comunidad Valenciana, Extremadura, Madrid y Murcia, y la Fundación Toro de Lidia para promover una nueva convocatoria.
El jurado de este renacido galardón, reunido el martes en Toledo, acordó su concesión ex aequo al director de cine Albert Serra, por su película 'Tardes de soledad' –que ahonda en el rito a partir de temas como el miedo, la muerte y la belleza- , y a la Real Unión de Criadores de Toros de Lidia. Porque esta singular raza bovina representa la mayor aportación ibérica a la zootecnia universal. Emiliano García Page, que ejerció de anfitrión, calificó la supresión del premio de «populista», para complacer a una minoría, y explicó que es propio de una sociedad moderna defender su identidad, «incluida la cultura del toro». La tauromaquia nos une y reúne como pueblo, otra razón más para que la ataquen quienes siembran la división, aventan la polarización y odian la libertad.