Editorial

Otra oportunidad para luchar en serio contra el cambio climático

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Representantes gubernamentales de 197 países y la Unión Europea, que acude de forma conjunta, se encuentran reunidos desde ayer en la Conferencia de las Partes de las Naciones Unidas sobre el Clima, conocida con las siglas de COP, con el objetivo de plantear, negociar y adoptar nuevas acciones colectivas contra la emergencia climática. Bakú, capital de Azerbaiyán y primera ciudad petrolífera del mundo, acoge a decenas de miles de personas hasta el 22 de noviembre para hacer frente al mayor reto para la humanidad. Este año el foco de la cumbre estará puesto en la financiación, el dinero que los países ricos deben dar a los menos desarrollados para ayudarles a adaptarse al cambio climático y a mitigar sus emisiones.

Este encuentro mundial suele pasar desapercibido entre una parte importante de la población, sin embargo se trata de una lucha global que, precisamente en este justo momento, se encuentra en un momento delicado. Por un lado, este año será recordado por sus fenómenos extremos ligados al cambio climático -solo hay que echar un vistazo a Valencia- y por volver a batir el récord de temperaturas como el más caluroso desde que hay registros. Por otra parte, en materia geopolítica, 2024 también queda marcado en el calendario por el regreso a la Casa Blanca de un negacionista como Donald Trump.

La reciente gota fría de Valencia, alimentada por el cambio climático, es un ejemplo claro de la relevancia de los fondos económicos para reconstruir un territorio devastado y prepararlo ante futuros fenómenos extremos, que cada vez se producen con mayor frecuencia. Hay que analizar y adaptar modelos de desarrollo urbanístico y gestión de los ríos y crecidas previstos para una realidad de hace 20 o 30 años y que ya se han demostrado desfasados. Tras ello, habrá que tomar decisiones sobre la respuesta internacional a fenómenos como la Dana, que pueden producirse nuevamente en pocos años allí mismo, en otros lugares de España o del planeta.

Los efectos de este evento meteorológico extremo y sus consecuencias devastadoras para la población deberían abrir los ojos a la necesidad de adoptar medidas para hacer frente a las consecuencias del cambio climático. Hay que recordar que este año también ha dejado incendios en Canadá de dimensiones nunca vistas por los científicos o inundaciones de dimensiones bíblicas en Bangladesh, y todo ello requiere de inversiones globales en medidas concretas y voluntad política.

Como siempre, el éxito o fracaso de la cumbre vendrá determinado por la aprobación o no del nuevo objetivo de financiación climática y su ambición. Hasta ahora, los países se habían comprometido a entregar 100.000 millones de dólares anuales al fondo verde para el clima para los países con menos recursos. A esta cantidad, fijada en 2009 para llegar a ella en 2020, se ha llegado tarde y mal, así que no hay muchas esperanzas de que para los próximos cinco años se fije una cantidad mucho más ambiciosa, a pesar de lo que estamos viviendo.