Manuel Juliá

EL TIEMPO Y LOS DADOS

Manuel Juliá

Periodista y escritor


Europa

17/03/2025

De cuantos capítulos he leído de la Historia del mundo, el viaje humano del Renacimiento a la Ilustración del siglo XVIII hasta hoy, llevando en las manos y en la retina el poder del espíritu y el raciocinio de la antigua Grecia, es lo mejor. En esa senda, el capitalismo voraz primigenio, el que ponía a trabajar de sol a sol a los niños, y el autoritarismo, intentaron sembrarlo de minas definitivas. Después de la gran guerra mundial, la democracia cristiana y la socialdemocracia entendieron que sin justicia y libertad era imposible la felicidad. Ese acuerdo tenía su inspiración en la paz de Cristo y la razón de Aristóteles o Platón. La sumisión absoluta es el peor dolor para el ser del ser humano.
De ese pacto surgió el capitalismo social, cuya base era la erradicación de la pobreza y el respeto a la propiedad privada y la libre empresa. Surgió la Comisión Económica Europea (CEE), ahora Unión Europea (UE), no para joder a América, sino para joder a la guerra, la hambruna y la telaraña negra de los poderosos maniatando a los más débiles.
En ese acuerdo hemos vivido muchas décadas y el resultado no puede ser más arrollador como objetivo hermoso para cualquier país del mundo. Entre otras cosas la felicidad es no pasar hambre, tener un médico o que el hijo del pobre pueda estudiar en el Santa Santorum del conocimiento. Vivir sin la angustia diaria de no tener para vivir.
De ese pacto surgió la paz durante 69 años. Los que van desde el suicidio de Hitler a la invasión de Putin en Crimea. No me engaño.
No fueron años perfectos. Pero si los menos malos, al igual que la democracia es el menos malo de los sistemas conocidos.
En ese tiempo, EEUU, hijo de la ilustración, fue el gendarme de unas ideas que podrían ser pisadas por los autoritarios y sátrapas de aquí y allá. La estatua de la libertad fue un regalo de la Ilustración.
Ahora el gendarme se ha independizado de su sueño y nos ofrece un mundo en el que solo importa el dinero. Un mundo sin utopías, sin sueños de hermandad, sin amor a la cultura. El mundo donde unos pocos deciden los destinos. Dejar nuestro mundo para vivir en ese sería el más triste viaje atrás de nuestra Historia.