En una democracia parlamentaria como es el Reino de España la separación de poderes es la base sobre la que se asienta el sistema. La separación de poderes y los contrapesos que actúan como complementos de los que se deriva la mejor expresión de un Estado democrático. Por eso, en nuestro país, la colonización de las instituciones por obra del actual Gobierno altera ese necesario equilibrio y pone en riesgo el propio sistema. Hasta la prensa extranjera ha detectado y denunciado la deriva.
La tendencia de Pedro Sánchez a gobernar por decreto para intentar suplir su precariedad parlamentaria es la expresión gráfica de esa anomalía. El Ejecutivo recurre a la vía del decreto para eludir el control parlamentario de la oposición con la que por otra parte tiene voluntariamente rotos todos los puentes de comunicación respondiendo a una estrategia de aislamiento, el llamado "muro" o cordón sanitario, cuya propósito es impedir la llegada del PP al poder y con ello quebrar la alternancia.
Otra expresión de esa deriva autoritaria, la que le llevó a proclamar que gobernaría "con o sin el concurso del poder legislativo", es el intento de controlar a los medios que no le son afines. Pero la prensa es un contrapeso y no puede desertar de la misión que otorga sentido y justifica su existencia: la defensa de la libertad y la distancia respecto del poder. Solo así se justifica su propia existencia y es una de las bases sobre el que se asienta el ecosistema democrático. Una expresión certera de ese papel son las denuncias de casos de corrupción que desde hace meses vienen ocupando las portadas de algunos medios -con primicias en los digitales- a los que intentó desacreditar el presidente del Gobierno -"la máquina del fango"- y los ministros que coordinadamente actúan como ventrílocuos.
Corren malos tiempos. Y no es sencillo avizorar el final porque Sánchez está decidido a permanecer: "Gobernaré hasta 2027, las izquierdas se volverán a presentar y volveré a ganar a Feijóo o a otra lideresa"- ha dicho en la India invocando el espectro del pacto Frankenstein al tiempo que emergía otra de sus obsesiones: Isabel Díaz Ayuso, la presidenta de Madrid. Y parece que no estaría lejos de conseguir el apoyo de Junts, el partido del prófugo Puigdemont, para sacar adelante el proyecto de Presupuestos. El precio de ese acuerdo se desconoce pero nadie duda de que será oneroso para el Estado del que Sánchez tiende a disponer como si fuera suyo.