Fernando Jáuregui

TRIBUNA LIBRE

Fernando Jáuregui

Escritor y periodista. Analista político


Cuando hay que aplaudir, aunque sea a Sánchez, se aplaude

12/04/2025

Cuando hay que aplaudir, aunque sea a Pedro Sánchez, se aplaude. Eso sí, tras haberle criticado todo lo que, a mi juicio, era preciso por sus muchos errores y transgresiones de líneas y barreras que deberían permanecer más infranqueables. Pero, a Dios lo que es de Dios y a Sánchez lo que es de Sánchez, creo que el presidente del Gobierno merece en este caso un elogio por no haber hecho caso a quienes, desde su propio entorno, y no hablemos ya de los otros, le sugerían cobardemente cancelar el viaje a China "porque no conviene ahora irritar a los Estados Unidos".
Un país tiene que mantener su independencia, su dignidad y su propia trayectoria, siempre que se lleve desde la cordura -lo que está haciendo la Casa Blanca está muy alejado de esa cordura-, desde el sentido común y desde la moderación y la prudencia. No, ninguna de esas es la característica de ese señor faltón y bastante mal educado, y quizá peor intencionado, que se ha convertido en el personaje más poderoso del mundo para mal del mundo.
Me disgusta que se compare, como a veces se hace desde climas radicalmente opositores, al Gobierno de España con el actual de los Estados Unidos, tratando de asimilar a las dos personas que respectivamente encabezan uno y otro. He criticado muchas veces las actitudes, los desplantes, las faltas de respeto a la Constitución y a ciertas normas de paridad democrática que detectamos en la trayectoria, ciertamente irregular, única, de Sánchez. Pero le diré la verdad: no quisiera que quien gobierna en mi país se amilane porque un secretario del Tesoro norteamericano le diga que, si viaja a Pekín, "es como cortarse el cuello". Apañados estaríamos si el señor Scott Bessent, que es el mentado secretario del Tesoro, nos dijese a qué países podemos o no viajar en nuestros viajes de Estado.
Hemos inventado algunas falacias para boicotear este viaje, sin duda importante y que sospecho que tendrá resultados positivos: que si la Unión Europea lo veía con malos ojos, que si escondía intereses torticeros no declarados por parte de Zapatero, que ha actuado como mediador... Creo, hasta donde me alcanza la información que poseo, que nada de esto es real: de hecho, la propia presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, viajará a Pekín dentro de pocos días, y los primeros ministros de varias naciones comunitarias se han apresurado a ponerse en contacto con la China de Xi para sondear nuevas posibilidades comerciales y de colaboración en varios campos.
China es aliado peligroso, por demasiado grande, y pegajoso, por excesivamente dictatorial, o llámelo nulamente democrático. Pero no quiero estar ahora situado en el reproche moral, que sin duda es necesario, pero que quizá corresponde a otros parámetros y ámbitos. Ahora, China es el país de futuro -no sé si será muy brillante, pero es futuro- con el que conviene tratar para, entre otras cuestiones, vender nuestros vinos, nuestros aceites, nuestros coches o nuestros bienes de equipo. El inquilino de la Casa Blanca ha instaurado de manera brutal una inseguridad jurídica que hace oscilar, quizá a su conveniencia, los mercados, que ha segado proyectos de futuro, que está envileciendo la propia idea de la política y enlodando la imagen de su propio país como nación libre y ejemplar.
Hay que buscar alternativas, aunque quizá no sean las ideales. Difícilmente volveremos a los viejos, buenos tiempos, incluso aunque el Gran Transgresor vaya reculando, que reculará. Y esta es la filosofía con la que hay que encarar el viaje más discutido de todos los muy discutidos desplazamientos oficiales de Pedro Sánchez, cuya actuación en el exterior, con todos sus claroscuros, supera ventajosamente a la que desarrolla en los a veces muy míseros temas del interior. Creo que eso, al menos, hay que concedérselo.