A Óscar Puente no lo hizo Sánchez ministro de Transportes para que se ocupara de que funcionaran los trenes sino para que rebuznara en twitter y se dedicara a insultar a Feijoó. Por eso es lo que había ascendido en el sanchismo después de demostrar lo bien que coceaba en el Parlamento y por eso está en el Gobierno. Y ese cometido lo cumple, sin duda, a entera satisfacción del Supremo Líder. Y de su Señora, también.
Sin embargo puede haber cometido un error. Podía haberle creado otro ministerio, total ya van 22, por ejemplo el de Bienestar Animal, donde hubiera encajado muy bien o darle alguno manifiestamente prescindible como el aquel que le dio a Garzón o rescatar alguno que hubo en tiempos, como el de Marina. Cualquiera hubiera valido, pero darle este, que le toca al personal tan de cerca y que llevaba desde finales del siglo pasado, algo inaudito en España, funcionando bien, le ha salido fatal.
Tan mal que Puente ya les empieza a no valer tampoco como insultador de guardia. Pues lo que esputa por las redes les hacer agarrar tal cabreo a quienes tienes tirados por las estaciones y a quienes les esperan y a quienes les ha pasado o les puede pasar que a quien patearían con gusto sería a él y a quien le ha puesto ahí. Si encima repite, lo hace una y otra vez, que "el tren en España vive el mejor momento de su historia", y se le ocurre asomar por alguna de las estaciones a quien puede que tiren a las vías es a él y ser lo que ya es: Puente, el Descarrilado.
Lo sucedido este fin de semana ha logrado, después de ya un largo periodo de continuos fiascos y creciente deterioro de toda la red, desde los AVES a Cercanias, lo más castigado por su ineptitud, superar su propio listón de ineptitud y de desdén y desprecio por el daño ocasionado. Su respuesta al colapso, pues tal fue la situación en Madrid y en todas la conexiones con Levante, fue la de poner un tuit largas horas después de producirse el descarrilamiento en el túnel Atocha-Chamartín, echando la culpa a un confuso incidente muy posterior de una persona en las vías, un intento de suicidio o algo así.
La realidad era que el presunto ministro donde estaba y a donde se había ido y de donde ni se dignó a volver era un festejo y comida multitudinaria en Lugo, solazándose con la militancia que le jaleaba sus gracias, mientras miles de pasajeros soportaban una penosa situación, angustiosa en ocasiones, porque los hubo atrapados en sus vagones durante horas y hasta sin luz. Oscar Puente entendió que podía seguir de fiesta y que con decir que se iniciaría una investigación porque era raro-raro lo que estaba pasando ya estaba todo encarrilado y el podía seguir placenteramente en Lugo masticando a dos carrillos, eso se le da muy bien, gozando de un premio que por lo visto le habían dado sus conmilitones por allí.
Pero es que en realidad, Oscar Puente es para eso para lo que está. El está para "otras cosas" que nada tienen que ver con esto, y para una muy en particular. Para hacer de cachicán del jefe. Y no deja de resultar curioso esto de darles Transportes a sus elegidos para esta misión. Porque al ahora repudiado Ábalos, al que ya dicen ni conocer, lo puso también allí y ha sido ahora Puente el encargado de airear sus zurraspas pero con mucho cuidado de que no salpiquen para arriba ni por casualidad.
Pero quizás el Amado Líder se está empezando a dar cuenta que los palominos ferroviarios de su dilecto recuero de Valladolid si le están manchando también, y cada vez mas, a él.