Manuel Juliá

EL TIEMPO Y LOS DADOS

Manuel Juliá

Periodista y escritor


Besos

25/11/2024

Mi nieta de un año ha aprendido a lanzar besos a la gente. Mueve sus manitas de los labios al viento y abre los brazos como el Papa. La gente recibe ese gesto con mucho gusto. Unos le ofrecen una sorprendida sonrisa, otros por conocernos o por amplia cortesía se acercan y le hacen reverencias y le acarician la barbilla.
Todo ese amor a la humanidad comenzó indicándole que le lanzara besos a un santo que hay en la fachada de una iglesia. Y nada, como los bebés de ahora aprenden con poco, una vez conocido el como le dedico unos pocos. Con el tiempo se fue multiplicando y comenzó a regalárselos en abundancia. Decidí pasarla adentro para que viera la exposición de vírgenes, santos y cristos y ahí bien que se hartó. Había misa y la gente comenzó a mirarla. Estaba en mis brazos. Cuando se apercibió ni corta ni perezosa se los empezó a lanzar a todos los feligreses. La miraron con sorpresa y sonrieron y luego comenzó un leve murmullo que me hizo sacarla de allí, porque si seguimos dice ella la misa a besos.  
El otro día la monté en un coche eléctrico luminoso, de esos que se alquilan con mando a distancia. Lo puse a circular por la plaza que estaba llena de gente. Ella se agarró al volante con la atrevida idea de conducirlo. Como si fuera Alonso comenzó a moverlo izquierda y derecha. Pero percibió que quien mandaba era yo que iba detrás con el mando. Entonces se acomodó en el asiento de atrás con los brazos extendidos, como si fuera una ministra que va en coche descapotable.  
La gente le abría paso y la miraba con alegría. La niña respondía lanzándoles más besos, con ambas manos, girando su cabecita. Tuve que llevar el coche despacio porque el personal se arremolinaba. Y ella dale que te pego, venga a lanzar besos tal si fuera una cantante de ópera que premia el fervor de su auditorio.
A mí esos gestos de mi nieta es que me parecen de una infinita ternura. Y me pregunto por qué no nos damos más besos y más abrazos en esta dura vida. Por qué no nos queremos más y nos odiamos menos. Al cabo vivimos juntos en el extraño vecindario de la existencia.