Vladímir Putin no se achanta ante los anuncios de su homólogo estadounidense, Donald Trump, que convierte sus comentarios a la prensa en descafeinados acuerdos sobre una paz creíble en Ucrania. Lo que el martes a última hora parecía un alto el fuego generalizado, el presidente ruso lo rebajó a una simple tregua parcial e insuficiente para todas las partes, limitándose a suprimir los ataques a infraestructuras energéticas. En esa conversación a través del teléfono rojo con Washington, Putin dejó claro quién manda en este conflicto y hasta dónde está dispuesto a llegar.
Mientras no se produzca una claudicación de Zelenski, Putin no cederá en su empeño de mantener el bombardeo constante sobre las ciudades del país vecino. Rusia no se detendrá hasta alcanzar todos sus objetivos, que no son otros que la rendición casi incondicional de Kiev y la apropiación del 20% del territorio ucraniano, incluida la central nuclear de Zaporiyia.
En las primeras horas de esta endeble tregua energética, los bombardeos continuaron como cualquier otro día, al igual que las acusaciones cruzadas entre ambos bandos. Pero lo que ha quedado claro es que Putin seguirá toreando a la comunidad internacional con el beneplácito que le ha otorgado Trump, a quien le basta con lanzar rimbombantes titulares para luego ser corregido sin que ello le pase factura. Además, ni los negociadores e intermediarios de Oriente Medio ni, por supuesto, los países europeos parecen estar invitados al consumado reparto de Ucrania una vez que se consolide un alto el fuego duradero.
Tampoco hay esperanzas en Gaza, donde Israel ha roto la tregua y ha retomado el conflicto como antídoto a las críticas internas que agobian a Netanyahu. Con diferentes condicionantes, pero perfiles similares, Putin también se aferra a la guerra, que va camino de cumplir cuatro años, para salir victorioso ante el desconcierto y la irrelevancia de una Unión Europea que pretende despertar a base de golpes de talonario militar sin un rumbo claro.
Entretanto, el esperpéntico Donald Trump prolonga su mediación con Zelenski en un intento de volver a captar la atención y convertirse en el protagonista de una paz aún en pañales. Este intervalo servirá para evidenciar las intenciones de cada parte en la negociación, que no estará exenta de nuevas incursiones, bombardeos y, por desgracia, más muertos. Al mismo tiempo, será otra oportunidad para que Europa no solo rearme su insuficiente arsenal, sino también fortalezca su unidad política y geoestratégica para anticiparse a escenarios convulsos más allá de sus fronteras. Si no es capaz de frenar las ansias imperialistas de Moscú, al menos debería tener la capacidad de defenderse y plantarle cara. Solo es cuestión de tiempo.