Gonzalo Borondo, que creció y vivió en Segovia, donde ha regresado, considera en esta entrevista que es «muy simbólico actuar sobre el territorio donde uno ha crecido y al que uno quiere, es una sensación de verte realizado y, por otro lado, una conciliación». Cuando acaba de inaugurar ‘Hereditas’, una gran intervención en el espacio del Museo de Arte Contemporáneo ‘Esteban Vicente’, opina que, «al final uno está inevitablemente empapado del lugar donde se cría, muchas de las estéticas y colores que he mamado han aparecido después en mi obra».
¿Su infancia son recuerdos de un patio de Segovia, como escribió Antonio Machado en su ‘Retrato’ de su Sevilla natal?
Sí, disfrutando mucho de la cercanía que tenemos con la naturaleza y de la libertad que ofrece una ciudad como Segovia, para que los niños se muevan independientemente. Tener la Hontanilla o el Eresma tan cerca… Guardo muy buenos recuerdos del enlosado, era como un lugar mágico, estabas sobre esas tumbas y esa enorme catedral, un patio de recreo.
¿Qué le aportó esta tierra y cómo fueron sus comienzos?
Uno está inevitablemente empapado del lugar donde se cría, muchas de las estéticas y colores que he mamado han aparecido después en mi obra. Tengo amigos, compañeros y gente del mundo del arte, que cuando vienen a Segovia o a Roma, donde he pasado varios años, me dicen que ahora entienden mucho mejor mi trabajo, como si tuviera más sentido, incluso la paleta, eso es algo que te entra por los poros sin quererlo y aparece inevitablemente. Imágenes como los arcos o capiteles son cosas que forman parte del espacio cotidiano y público de todos, aunque para los segovianos a veces pasen como invisibles. Ahí me fui influenciando antes de que llegaran el graffiti y otros movimientos que desarrollé en Madrid.
¿En un momento en que se cierran muchos establecimientos, qué piensa de que haya quien se queje de que se invierta en el ámbito de la cultura lo que se podría destinar a ayudas de sectores en crisis?
Existe esta visión de que la cultura es lo prescindible, ahora que hay una situación de necesidad mayor en lo social, por desgracia es una visión bastante de aquí, errónea, ¿qué hubiera sido de la gente encerrada en el confinamiento sin música o sin películas? Además, hay una serie de fondos para que se mantenga un progreso. Segovia no puede vivir solo de su pasado tiene un gran potencial estando tan cerca de Madrid, siendo esa joya que es a todos los niveles y, si aporta propuestas alternativas a lo que ya está -tenemos nuestro acueducto y el cochinillo-, puede ser algo que le enriquezca.
¿Qué resultado ha obtenido con su proyecto ‘Insurrecta’ y cuáles son las primeras reacciones que ha recibido sobre 'Hereditas'?
Creo que es pronto para ver cómo reacciona la ciudad a la exposición en el ‘Esteban Vicente’, después de todo este tiempo he necesitado pasar a otro momento mental, cerrar este capítulo, no sé si por protección, no me gusta leer lo que se habla después de mi trabajo ni estar pendiente de las opiniones externas. Intento hacer las cosas lo mejor que sé y el resto, como los cierres perimetrales, no depende de mí. ‘Insurrecta’ ha tenido mucha acogida en el exterior, sobre todo, más que en la ciudad… Vivimos en un momento en el que estamos acostumbrados a que nos den todo masticado, en cuanto se requiere profundizar o leer algo nos cuesta. El ser humano siempre ha tendido a acelerar los procesos. Las críticas negativas que he recibido de ‘Insurrecta’ han ido en ese sentido, de que no estaba dando todo claro y, obviamente, la intención del arte o de la poesía no es esa, ¿qué sentido tendría haber puesto unos caballeros luchando y contar anécdotas históricas que todos podemos leer?
Se trataba de utilizar un tema [la rebelión comunera] para hablar de algo más allá, actual. Cómo vestir esos no lugares, esa periferia de Segovia, en sí mismo era una operación interesante. Soy consciente de que no realizo un tipo de arte que busca agradar inmediatamente, si no haría decoración u otro imaginario más común. Cuando el arte está en el espacio público se abre a la crítica de todos, en cambio lo aceptas si está en un museo y no eres especialista, aunque no lo entiendas. Es interesante que se genere esta discordia porque se abre debate lo que siempre es camino al conocimiento.
¿Cree que Segovia tiene altura en el plano cultural?
Varias de las personas que han venido de fuera a visitar ambas exposiciones tienen mucho cariño a Segovia y la ven como un lugar donde pasan muchas cosas culturales que, a veces, se pueden siempre mejorar, pero no son pocas para su dimensión. Me cuesta hablar de esto porque he pasado muchos años fuera y, cuando he vuelto, no he hecho otra cosa que trabajar, estoy inmerso en mi universo laboral y también familiar, actualmente.
Su presencia en el 'Esteban Vicente' se incluye en el llamado 'Semillero del arte', para dar visibilidad artistas jóvenes segovianos, pero su obra ha alcanzado la madurez…
Ha sido curioso este regreso a Segovia, me parece hasta un gesto generar un lugar allí donde empezaron a brotar tus raíces. He trabajado mucho, he hecho gran cantidad de obra, acumulando sabiduría en todos estos años y distintas experiencias, pero creo que la constante búsqueda es la que sigue alimentando al artista y la base de su trabajo. Cuando se habla de madurez me da vértigo, resulta como que te agarras a algo que has encontrado, cuando el arte está en la constante búsqueda del algo más allá, me siento con una enorme cantidad de ideas que se abren a diferentes propuestas y lugares. Espero seguir siendo siempre un poco naíf y soñando alto porque cuando uno pone el listón de su idea muy arriba es la única manera para quedarse con un resultado notable.
Quiero decir que, si ha llegado hasta aquí y tiene muchos años por delante para la crear, ¿qué será cuando continúe subiendo el listón?
Supongo que la clave es seguir siendo fiel a las ideas de uno mismo, olvidarse un poco de lo que espera el público que, a veces, no sabe lo que quiere, aunque lo crea. Mi trabajo se centra en una revisión del pasado que es lo que realmente existe, el presente lo acabamos de pasar y el futuro no sabremos dónde irá, es un poco mantenerse concentrado en seguir las ideas propias y aceptar la incertidumbre. Ya con veintipocos años estuve muy alto en el mundo del arte urbano, por eso viajé tanto, era el más joven en todos los lugares donde iba. Decidí moverme a otra cosa en el momento en el que había hecho esa serie de murales y había entendido cómo hacerlo, necesitaba expandirme a espacios cerrados porque me abrían la posibilidad de añadir más cantidad de técnicas juntas. Cuando uno siente que ha consolidado algo tiene que ir a buscar lo siguiente.
¿De dónde parte su tendencia de trabajar en el paisaje urbano, ahora también en el museo?
Mi infancia y mi adolescencia la pasé en el espacio público, ahí es donde se gesta todo, los inicios marcan de una manera inconsciente, natural, uno quiere transportar esas ideas suyas al espacio donde las vive. Me parecía el lugar más lógico en el que trabajar y donde se centraba toda mi inspiración. Cuando llegaba a la universidad sentía que todo era un poco vacío de contenido, en cambio en el metro o en el autobús se me ocurrían muchas maneras de poder intervenir en los espacios que pertenecen a todos y que acercan el arte a la cotidianeidad y no lo envuelven en ese áurea de exclusividad solo para quien puede entenderlo, es bueno acercarse, generar sensaciones, de lo contrario, nos arriesgamos a llevar una vida plana y eso es lo peor que puede pasarle al ser humano.
De sus planteamientos se desprende un interés especial por trasmitir vida…
Mucha gente piensa que mi trabajo es oscuro, yo digo que cuanto más profundizas menos luz hay, aparentemente. De ahí esa conexión con la historia también, de alguna manera es una búsqueda del origen que va mucho más allá de la tendencia artística y concluye en la observación del medio natural.
Además, vemos cómo detrás de su obra hay un amplio equipo de personas, como si fuera un hombre del renacimiento o del barroco, un constructor de catedrales...
Me gusta el término primus inter pares, el primero entre iguales. Para materializar un proyecto hay que contar con toda una serie de conocimientos que, aunque no lo crean, muchos se me escapan, yo al final soy el que da la intuición y tiene la sensación y la fe de que eso va a funcionar, lo importante del equipo no es tanto que sean grandes técnicos, sino que tengan fe en que se puede realizar la idea, gracias a esto hemos podido hacer cosas que, en un primer momento, parecían imposibles para cualquier arquitecto o ingeniero. Ninguno es especialista sino gente que pone toda su energía en secundar mi visión. Es una responsabilidad en lo económico, pero sobre todo emocional porque más que una empresa somos un equipo de amigos.
¿Cómo se ha percibido su obra en el extranjero, después de haber trabajado en Estados Unidos, Europa o la India?
Llos gustos o las estéticas de cada lugar son muy diferentes, en el caso del espacio público la gente quiere ver algo a lo que ya está acostumbrado, lo mismo que puede pasar aquí. Cuando de repente trabajas en la India con unos tonos más tierra, que son los que hay allí, pero se tiende a un mayor colorido, te preguntan por qué no utilizas colores puros… En Estados Unidos, muy ligado a la cultura pop, a la imagen fácil, genera una extrañeza, pero eso hace que haya gente que se interese más por la obra, no todos. Hasta hace poco en el extranjero es donde mejor se ha acogido mi trabajo. Hay muchas anécdotas, en Berlín, que parece que tiene una mentalidad muy abierta, es donde mi mural fue más polémico y, al final, decidieron cambiarlo, hubo manifestaciones en contra, pero en la India lo acogieron luego con gran entusiasmo y en Las Vegas aquello jugaba además a romper con esa imagen tan colorista de sueño americano, con lo cual, obviamente, generaba reacciones contrarias. Provocar emocionalmente es lo máximo a lo que puede aspirar un artista.
¿Después de poner en marcha un proyecto, descansará, pero se pondrá a pensar en lo próximo?
Ya está programado... Necesito siempre un tiempo de barbecho, es importante, para recolectar ideas, libros o imágenes. Operaciones como ésta [la del museo] las realizo cada dos años, es un momento bastante catártico en el que uno vuelca todo lo que ha ido gestando, como un parto, el momento de desconexión es importante. La exposición de Segovia me ha cogido en un momento muy bueno, acabo de comenzar mi paternidad y tenía la necesidad de pararme a vivir en algún sitio después de tantos años dando vueltas, al final dije que sería el que mejor conozco y con el que tengo un nexo enorme, interior. Así ha sido y justo ha coincidido con la posibilidad de poder realizar proyectos aquí, lo que ha sido un lujo y una dificultad, siempre está el dicho de que nadie es profeta en su tierra, seguramente los segovianos me han felicitado más por mis trabajos en Francia que por lo que he hecho en Segovia, pero a su vez es muy simbólico actuar directamente sobre el territorio donde uno ha crecido y al que uno quiere, es una sensación de verte realizado y, por otro lado, una conciliación.