Una provincia desconocida de forma global, porque algunos parajes están lejos de la civilización, se presenta en ‘Segovia callada’, un libro de mochila que invita a realizar un recorrido por los lugares mas inhóspitos para conocer restos de iglesias, conventos y ermitas, además de castillos, murallas, palacetes civiles y casas señoriales; ranchos de esquileo, molinos y fábricas, junto a despoblados, ventas o estaciones de tren.
La obra que, en cierta manera pone de relieve la belleza de la ruina, huye del pesimismo de la ‘España vaciada’, para destacar también los avances que se han registrado en la recuperación de algunos inmuebles histórico-artísticos y el cariño y cuidado que les siguen prestando los vecinos de los municipios donde están enclavados. Concebido como un libro útil, reivindica un patrimonio que, aunque aparentemente se encuentra a la sombra del resto, tiene su importancia, su historia, sus historias y forma parte de la identidad de los pueblos.
El fotógrafo y editor Enrique del Barrio y la periodista e investigadora Esther Maganto se han encargado de elaborar esta obra que consta de 107 fichas de edificios construidos entre los siglos XI al XX, cuya presencia en la publicación está organizada por Comunidades de Villa y Tierra de Segovia.
Esther Maganto y Juan Enrique del Barrio muestran ejemplares del libro - Foto: D.S.Un total de 10.000 kilómetros se ha recorrido Enrique del Barrio para captar las imágenes, entre atardeceres y amaneceres, huyendo de la postal típica, como acostumbra en otras publicaciones realizadas, como ‘El Aguisejo’ o ‘El color de la tierra’, de Riaza. Confiesa que intenta buscar imágenes con muchas nubes y subraya que le gustan los ‘días de perros’, cambios constantes de luz, salir del confort y la comodidad. Los mejores días para hacer fotos, en su opinión, «son cuando mas a gusto estás en casa, las cinco o las seis de la mañana, son momentos para hacer buenas imágenes, los atardecertes, los días de tormenta, en primavera, cae un aguacero y al rato sale el sol, hay una luz increíble, busco esos momentos; si vas un día normal de cielo despejado que no dicen nada queda diferente, una foto de perito, como yo lo llamo, pero hay que buscar la belleza de la ruina».
En total tres años de trabajo, de los que uno y medio Esther Maganto se ha dedicado a la labor de documentación y redacción, bebiendo de diversas fuentes, manejando desde el Catastro del marqués de La Ensenada hasta el Boletín Oficial de la Provincia, que, por ejemplo, les ha ofrecido el dato de que Hinojosas del Cerro [agregada al municipio de Sepúlveda] comenzó a llamarse así a partir del siglo XVI, tras una orden por la que cambiaron de nombre 20 poblaciones.
Tipológicamente la obra se distribuye en cuatro grandes grupos: religiosos, ermitas conventos e iglesias; edificaciones civiles, palacetes y casas blasonadas del siglo XVI; edificios industriales a fábricas que han estado funcionando hasta la década de los ochenta, de achicoria, harina o resina; y un cuarto tipo que es la arquitectura defensiva, murallas y castillos.
Cada ficha condensa una importante cantidad de datos históricos, que se han documentado también en otras fuentes muy variadas, es un texto ágil, a caballo entre la literatura, el periodismo o las notas informativas, para que el lector tenga la información a la vista cuando esté en el paraje. Un código QR ofrece la ubicación exacta de cada lugar elegido, incluso la ruta que se puede seguir.
Maganto buscaba que esta ‘Segovia en la mochila’, que también se la puede llevar para hacer los recorridos, «fuera un libro de viajes que recorriera nuestra literatura local, las aportaciones que han hecho un sinfin de autores locales, fue una larga tarea de documentación».
Por algunos de estos lugares pasa poco el hombre, como parajes del interior de las Hoces del Duratón; los despoblados, como San Miguel de Neguera (Sebulcor) y Matandrino, donde la última familia que residía se trasladó a Prádena, en 1964.
De la experiencia que les han trasladado quien ya ha leído el libro, Maganto subraya que «les ha motivado para que generacionalmente compartan una excursión a la ermita de su pueblo o a conocer otra zona de la provincia: «Creemos que la gente de Cuéllar desconoce Sacramenia, o la gente de Villacastín desconoce Maderuelo y si digo ya Castrillo de Sepúlveda ni te quiero contar, esa ‘España vaciada’ es verdad que cada vez queda menos gente pero son muchos los que gritan o gritamos desde una obra escrita que estamos aquí, en la meseta castellana y tenemos mucha vida por delante».
La autora de los textos considera que nos encontramos ante una «Segovia desconocida, porque algunos parajes están muy alejados de poblaciones y otros conviven con nosotros pero no los vemos, como el esquileo del marqués de Perales, en El Espinar, que sigue siendo una finca que pierde vida, poco a poco, habiendo sido uno de los primeros edificios que se construyen en esa zona donde tenía que llegar el ferrocarril para transportar las ovejas merinas y la madera, o el Convento de San Agustín, en la capital, que sigue siendo una grandísima ruina que pasa absolutamente desapercibida por cómo se han configurado el resto de edificaciones que hay alrededor, podemos seguir diciendo que la ruina es bella, para nosotros ha sido un gran descubrimiento».
Del Barrio explica que para abordar este tipo de trabajo hay que tener ganas de pasear, aunque «no hay que ser un atleta de élite», y luego documentarse con varias fuentes, desde el inventario de todo este patrimonio con que cuenta la Diputación de Segovia a muchas publicaciones que se pueden consultar en la biblioteca, libros de molinos o ermitas, pero, sobre todo, «luego hay que tener ganas de visitarlas y que haya algo que ver, porque ha pasado en algunos sitios, como en Carrascal del Río, donde figuraba un castillo fortaleza, hay que andar un poco, pero llegas allí y ya no queda nada».
Uno de los inmuebles que más encogió el corazón a este editor fue la iglesia de San Juan Bautista, de Fuentes de Cuéllar, en pie, en 1997, pero que, en poco tiempo, se vino abajo el tejado, y está en ruinas, se ven los muebles. «Da mucho pesar verlo, los vecinos se quejan bastante y quieren que se actúe de una vez en su restauracuión», admite Del Barrio.
Aparte de proponer interesantes itinerarios desconocidos por la provincia en una edición bien cuidada, el editor y fotógrafo destaca otro objetivo de la obra: «Dar una segunda vida a edificios que están en ruinas y que la gente los valore».