Adiós a Juan Manuel Gómez, dueño del emblemático Bar Flor

Nacho Sáez
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Ha fallecido a los 75 años de edad, una década después del cierre por jubilación de un establecimiento "de los de toda la vida, sin pretensiones", según recuerda uno de sus hijos.

Juan Manuel Gómez y su nieta Laura, en una imagen antes de que cerrara el Bar Flor. - Foto: Foto cedida por la familia

Hablar del Bar Flor es hablar de otra época en Segovia. Supone para muchos regresar a la etapa en la que San Millán era el sitio preferido por los jóvenes segovianos para salir de fiesta. O de marcha, que dirán otros. Cada fin de semana el barrio se convertía en un jardín en el que brotaban los primeros amores, también las primeras borracheras, las discotecas, la juerga… Pero flor solo había una. Mejor dicho uno, en masculino. El jardín se ha quedado triste ahora tras el fallecimiento de Juan Manuel Gómez, dueño junto a su mujer, María Luisa Lázaro, del emblemático Bar Flor.

Juanma, como se le conocía, falleció la semana pasada tras no poder superar la reproducción de un cáncer de pulmón que creía haber conseguido superar tras haber padecido otro de garganta. Aunque su esposa y él se jubilaron en 2013 y con ellos el Bar Flor, la hostelería sin pretensiones se queda un poco más huérfana. «Era un bar de los de toda la vida, sin precios altos. Aunque por tener precios bajos luego siempre se decía que dábamos garrafón. Cuando lo oía a mi padre se le llevaban los demonios. Sacaba la botella y decía: 'Venga, ábrela y te sirves tú mismo», cuenta Raúl Gómez, uno de sus hijos.

El Bar Flor abrió sus puertas en 1944. Juanma y su mujer tomaron las riendas en 1979 después de que el padre de él, Juan Gómez López, el fundador, les cediese el testigo. Estaban destinados a ponerse detrás de la barra. El padre de María Luisa, El Chicha, trabajó en el Bar Santa Columba y tienen parentesco con las familias Duque y Cándido. Juan Manuel y María Luisa hicieron del Bar Flor su casa literalmente. Su hogar, donde criaron a sus tres hijos, estaba encima, en el mismo bloque. Abajo nunca sirvieron comidas pero consiguieron que esta antigua taberna se hiciera un hueco en el corazón de muchos segovianos, sobre todo de San Millán.

También conocido como 'el bar del avión', por la maqueta que tenía colgada del techo, recibió en 2013 el reconocimiento de la hostelería segoviana por su trayectoria. «Hacer un nuevo cliente cuesta mucho pero perderlo es muy fácil», resumían Juan Manuel y María Luisa por aquel entonces. En declaraciones a 'El Adelantado de Segovia', que les dedicó un reportaje, retrataron el espíritu de sacrificio que exige el oficio de hostelero: «Toda nuestra juventud la hemos pasado en el bar». Sin embargo también sentían pasión por su trabajo, reflejada en sus hijos, dos de los cuales trabajan en la hostelería aunque uno solo a tiempo parcial. «Lo pasaron muy mal, obviamente, como todos  en todas las empresas y en todos los negocios pero también disfrutaron muchísimo. Sobre todo hicieron muchísimos amigos allí en el bar. San Millán es un barrio que no es muy joven sino más bien al contrario y ellos hablaban de todo. Siempre se suele decir que los camareros son también psicólogos. A mis padres la gente les contaba sus problemas y ellos ayudaban en todo lo que podían», recuerda Raúl.

Él vivió de adolescente el 'boom' de la noche en San Millán a finales de los años 90 y principios de los 2000: «Como vivíamos encima del bar nos asomábamos por la ventana y estaba todo absolutamente lleno. La plaza de la Tierra, la calle del Carmen... No se podía ni pasar. Había muchísimos bares. Estaba el Mesón La Tierra, el Bar Flor, El Porrón, La Marabunta, La Factoría, el Mesón El Cordero... Esa zona estaba muy de moda y la cuadrilla de amigos quedábamos en el bar y empezamos a tomar nuestras copas, nuestras cervezas y a echar la partida. A mi madre no le gustaba pero llevaba razón mi padre en que, en vez de tomármelo por ahí, me lo tomaba allí y él sabía lo que me estaba sirviendo».

Juan Manuel y María Luisa presumían de la buena convivencia que habían conseguido mantener con el entorno. «Nunca hemos tenido ningún problema, ni denuncias de los vecinos, ni con la Policía, ni broncas». Sin embargo, la fiesta se apagó en San Millán, los propietarios del Bar Flor se jubilaron y nadie lo ha vuelto a reabrir. «Mis padres no quisieron que nosotros continuáramos porque sufrieron bastante los últimos años con la bajada de afluencia de la gente. Además, mi hermano Juanma llevaba muchos años ya trabajando en el Atrio y yo tiré por los estudios de contable y trabajo en una asesoría, aunque echo extras los fines de semana», explica Raúl. Ahora el Bar Flor ha perdido uno de sus pétalos más preciados con el fallecimiento de Juan Manuel.