Para quienes no creen en las casualidades, la coincidencia de la proclamación presidencial de Donald Trump con el llamado "Blue Monday", el Día Más Triste del Año, refrenda enormemente su creencia, es decir, su no creencia. Según esa majadería tan extendida de hacer que todos los días sean el día de algo, de la paz, de los maestros de escuela, de la ensaladilla rusa, de las ballenas jorobadas o de la pintura al temple, el tercer lunes de cada enero es designado como el día más triste del año, pero aunque en esta ocasión el vaticinio parece acertar, lo más probable, e indeseable a un tiempo, es que estén por venir, sin ser lunes ni ser enero, días mucho más tristes aún.
El día más triste del año puede ser cualquier día, e incluso para millones y millones de personas, todos los días del año son tristes, cuando no dramáticos o postreros. Para las muchachas israelíes como para el centenar de mujeres y niños palestinos recién liberados de sus atroces cautiverios, no hubo un día alegre, ni neutro siquiera, en el último año. Menos aún para las cerca de 50.000 criaturas salvajemente asesinadas en Gaza, para las que ya no habrá, ni triste, ni alegre, ni neutro, ningún día. El día más triste del año puede ser cualquier día, mas para quienes no creen en las casualidades, la convicción de que para las expectativas del mundo en general ese día fue este 20 de enero, es muy fuerte.
Lo chungo en todas sus formas, la brutalidad, la ignorancia, la codicia, la violencia, la intolerancia, la bronca por la bronca, el desprecio o la criminalización del otro, el mal gusto, la intemperancia, el abuso de poder o de fuerza, en fín, en todas sus formas, se ha vuelto a institucionalizar en el país todavía más poderoso del planeta, y lo ha hecho, en escalofriante analogía, en el día más triste del año, eliminando cualquier atisbo de discusión al respecto. Todos los días son tristes para el que pierde un ser querido, para el que pierde el trabajo o para el que contempla en los noticiarios cómo las bombas destripan a inocentes. El 20 de enero de 2025 lo ha sido, además, para las expectativas de un mundo sediento de cordura.