Esta complicada coyuntura política que vivimos está generando situaciones ciertamente preocupantes. Lo es la oportunidad, y la propia legitimidad, de acordar una amnistía con quienes van a ser sus beneficiarios sin que la medida hubiera sido objeto de una advertencia preelectoral, sin que hubiera habido voluntad previa de tomar esa decisión, a no ser por la necesidad de recabar unos votos necesarios para la investidura, pues tal opción se había rechazado reiteradamente alegando inconstitucionalidad. No hay duda de que esas y otras circunstancias van a enturbiar la comprensión de tal medida, con previsibles efectos negativos sobre el normal desarrollo de la legislatura.
Preocupante es también que la justificable crítica a esa decisión, y al acuerdo que la contiene, haya descendido a la calle con reacciones violentas, que rebasan ampliamente lo que es el ejercicio lícito del derecho de manifestación. El bloqueo de sedes de partidos y el acoso personal a militantes o a cargos públicos, con insultos y con agresividad, exceden también con mucho esos límites y entran de lleno en la práctica antidemocrática no aceptable. Y lo digo, siendo incómodo observar que la condena más rotunda a la violencia actual vaya a coincidir con la previsión de amnistiar a quienes ejercieron la violencia en el pasado, en aquellos días terribles de fuego y adoquines.
Así que es comprensible que haya inquietud social, y es exigible a partidos y grupos que representan a una gran mayoría de ciudadanos y que tienen, han tenido o pueden tener responsabilidades de gobierno, que hagan lo necesario para frenar una eventual escalada de tensión y para aportar tranquilidad sin perjuicio de la discrepancia, por radical y profunda que ésta pueda ser. Sería tremendo que, de forma concreta, los dos principales partidos del país no fueran capaces de compartir, al menos, esa preocupación y la necesidad de cooperar para salvaguardar una convivencia pacífica.
Ya hay por ahí quien sostiene que la situación empieza a parecerse a otras que, en el pasado, derivaron en graves conflictos sociales. Yo creo que, afortunadamente, las circunstancias actuales no tienen nada que ver, en ningún aspecto, con ésas a las que parecen referirse algunos agoreros. Pero aún así, bienvenidos serán todos los esfuerzos por encontrar algo de sintonía, compatible con el desacuerdo.