Virgo', nombre zodiacal para la hembra, y 'Vuelvepiedras', compuesto de aire rústico para el macho, salieron a galope tendido de sus respectivas jaulas para perderse entre robles y encinas de los montes de Astudillo, el nuevo hábitat seleccionado ad hoc cinco décadas después de su extinción en la comarca palentina del Cerrato. La suelta fue tan ceremoniosa que hasta se cuidó el detalle de las banderas. Sobre un transportín, la de España. Sobre el otro, la de Castilla y León. Faltaba si acaso la blanca y verde de Andalucía, no tanto para remarcar el hecho diferencial autonómico como para destacar que esa hermosa pareja de linces proviene del Centro El Acebuche, en el parque nacional de Doñana, que viene a ser como la casa madre –y padre– de la especie.
En el acto se percibió buen rollito entre el presidente de la Junta y el secretario de Estado de Medio Ambiente. Uno glosaba el orgullo de volver a acoger al emblemático felino en la Meseta Norte tras una inversión de dos millones de euros, como seña de biodiversidad que además ayuda a la agricultura y a la ganadería. Otro recordó cómo la especie estuvo al borde de la extinción –200 ejemplares hace dos décadas– y ahora suma más de 2.000 animales, con población reproductora estable en catorce áreas del país. Entre tanto, el alcalde del municipio destacaba la necesidad de convivencia entre ser humano y naturaleza, en un medio rural que apuesta por el desarrollo sostenible y que impulsa actuaciones de este tipo «por convicción, no por obligación». Ahí es nada.
A la pareja pionera, que pasará varias semanas de adaptación en un espacio acotado de una hectárea donde ya caza conejos, se sumarán otros cuatro ejemplares a lo largo del año. Moraleja: los resultados de la recuperación del lince ibérico confirman que cuando acometemos unidos un proyecto, superando egos, recelos y traumas, apoyados en un trabajo serio, pensando en grande, no hay quien nos pare. Debemos remar juntos en empresas mayores y no andar tanto a la gresca.