Dentro de dos años estaremos, de facto, en la campaña electoral de las elecciones municipales. De hecho, puede decirse que estamos en el ecuador de la legislatura, algo que no sólo sabemos por el calendario, sino también por las escaramuzas que tienen lugar en los municipios de la Comunidad (Aranda de Duero, Sepúlveda, Segovia) en formato de moción de censura, moción de confianza, advertencias de desapego y esas numerosas maneras que tienen los partidos para pavonearse ornamentalmente ante sus pretendientes.
La proliferación de partidos de la que adolece nuestra, en cierto modo, disfuncional democracia, hace que en política nacional tengamos la diaria sensación de transitar por territorios inexplorados, percepción que se corrobora cuando nos centramos en lo local. Las elecciones municipales en Castilla y León de 2023 arrojaron un resultado para el PP cercano al 40% de votos, más del doble de concejales que el PSOE, pero la formación de las corporaciones es un mosaico donde cada tesela cuenta. Además, para entonces ya habrá habido elecciones autonómicas y quién sabe qué pasará y qué tipo de coordinación tendrá lugar con las generales. La incertidumbre es máxima sobre estos procesos y sólo las urnas locales y provinciales tienen fecha concreta.
Así que bienvenidos a la segunda parte del mandato municipal. Ahora llegan las prisas, los nervios, las posturitas y postureos, los postulamientos y los postulados. Esa sonrisita por la mañana en el café del concejal ajeno que sostiene a tu grupo como diciendo, esa mirada de soslayo del edil antagonista como dando a entender, el cortejo a las asociaciones de vecinos Y todo ello en un tiempo de radicalización, muchas restas, pocas sumas, ese encabronamiento sistemático en que se ha atascado la política.
Son dos años, pero queda tiempo por delante para ser constructivos. Cierto es que sería deseable en este ámbito, como en otros, que los mandatos fueran como en el Parlamento Europeo, cinco años, tiempo suficiente para aportar credenciales y no como en los cuatro actuales, demasiado poco para conseguir resultados duraderos. Pero el ecuador del mandato municipal debe ser un aliciente y no una frontera, energizante y no anestesiante.