Jesús Quijano

UN MINUTO MIO

Jesús Quijano

Catedrático de Derecho Mercantil de la Universidad de Valladolid


Los juguetes

08/01/2024

Tal vez anden todavía por ahí los Reyes Magos, que acaban de terminar su tarea, iniciando el camino de vuelta al lejano Oriente, donde se tomarán unos días de descanso para, acto seguido, poner en marcha la descomunal fábrica que habrá de elaborar la nueva remesa para dentro de un año. Su trabajo, que no es otro que atender y satisfacer hasta donde sea posible la ilusión infantil, no admite la más mínima desidia, sabiendo que tienen que tener a punto los pedidos a fecha fija.

Es este buen momento para valorar lo que hacen, y también para enjuiciar su propia continuidad como hacedores de felicidad.

Lo primero, porque los que ya tenemos cierta edad tendemos a comparar las prestaciones de los Reyes Magos de ahora con aquellas de que fuimos destinatarios en nuestra infancia. Y concluimos que la diferencia, no ya en la calidad, originalidad y variedad de los juguetes, que es muestra inequívoca de la evolución técnica en la fabricación y en la competencia comercial, sino sobre todo en la cantidad, en la inversión económica que suponen o en la desigual distribución, nos parece un tanto excesiva, hasta el punto de que tenemos la impresión de que el grado de aprecio y de interés que generan es a menudo desproporcionado, por poco intenso y por poco duradero. Y es una pena que sea así, que la ilusión llegue a mercantilizarse de esa manera.

Lo segundo, porque nuestros Reyes Magos de siempre tienen hoy un potente competidor que les va ganando terreno. Papá Noel juega con ventaja; entrega sus presentes recién iniciadas las vacaciones escolares, lo que permite a los destinatarios disponer de un tiempo de uso que no es tal pasado el 6 de enero, cuando toca volver al cole. Y, además, Santa Claus ha ido adoptando una variada estética, atractiva y simpática, que contrasta con el tradicional gesto adusto de los Reyes Magos; incluso el reno y el trineo llegan a ser más agradables que los recios camellos. Ya hay quien dice que es cuestión de tiempo, que pasará lo mismo que con el árbol de Navidad y el Belén, que con Halloween y los Santos y Difuntos. Y acaso tengan razón. Y la globalización lo inunde todo y lo unifique todo. Deberíamos intentar evitarlo, si es que aún estamos a tiempo.