Tengo la impresión de que, ofuscados como andamos por aquí en este ambiente, cada vez más embarrado, de polarización política, no hemos prestado suficiente atención a lo que ha ocurrido en Portugal en estas semanas, tras la reciente celebración de elecciones generales anticipadas. Y lo considero bien interesante.
Se recordará que el resultado fue muy ajustado: el Partido Socialista, que venía de una mayoría absoluta, perdió 42 escaños y se quedó en 78; el Partido Conservador subió tres escaños y obtuvo 80; la extrema derecha se situó en 50 escaños, subiendo 38; y otros partidos minoritarios alcanzaron una mínima representación. El Partido Conservador se había comprometido firmemente a no gobernar con la extrema derecha y, a pesar de la presión de ésta en favor de una alianza que hubiera sumado la mayoría absoluta en el Parlamento, formando Gobierno de coalición, mantuvo su compromiso, formando un Gobierno en solitario y en minoría.
Como fácilmente puede deducirse a la vista del resultado, tal decisión ha sido posible porque el otro partido mayoritario, el Partido Socialista, que de antemano había renunciado a intentar formar Gobierno si no era el partido más votado, optó por abstenerse en la investidura del candidato conservador. De haber votado en contra, uniendo sus votos a los de la extrema derecha, no se habría podido formar Gobierno y, salvo reconsideración de la negativa a la coalición que se ofreció, no hubiera quedado más opción que la repetición de las elecciones. Otras decisiones, como repartir por mitad el tiempo de presidencia del Parlamento entre los dos grandes partidos, han acompañado también esa forma de resolver la gobernabilidad. Ahora vendrán situaciones de necesaria negociación para aprobar los presupuestos y otras leyes, pero el principio de relación política entre socialistas y conservadores que, al menos de momento, ha permitido prescindir de la extrema derecha a unos mediante la abstención de los otros, se ha conseguido.
¿Imaginan la posibilidad de que esto ocurra aquí? Ocasiones ha habido y ya sabemos lo que ocurrió. Ojalá la fórmula portuguesa prospere, y ojalá no tardando mucho sintamos envidia.