Al leer Future War de Robert Latiff, militar con amplio recorrido en la administración americana, mis expectativas eran altas. Los militares suelen ser claros, directos y carecen de la épica romántica que adorna las aventuras militares. Cuando los soldados mueren en combate las paridas se desvanecen con facilidad.
Coincido con él en que, en Estados Unidos hay una creciente separación entre el Ejército y la sociedad a la que se sirve. Hay muchas causas para ello y son comunes a otros países; la gran diferencia es que el poderío bélico real estadounidense le permite hacer cosas que otros ni se plantean. Ese potencial no siempre ha sido utilizado con inteligencia o prudencia.
A partir de ahí, el libro se complica extraordinariamente. Hay una parte de la élite norteamericana que desconfía de su propio poder y que preferiría el estatus cómodo europeo; irresponsable y propenso a la crítica cínica hacia las imperfecciones ajenas. Puede parecer una postura amable, pero el mundo no es más seguro con países que renuncian deliberadamente a sus responsabilidades militares.
El garrote, no solo el tenerlo, sino la posibilidad de poder usarlo, ha evitado muchas tentaciones. Israel es un firme convencido de que la disuasión evita problemas futuros. Como concepto no es malo, aunque confiar solo en la misma es confundir la medida con el problema. Hay un punto donde al contrario le importa un pimiento el resultado final.
El mundo ha sido más seguro durante varias décadas, porque el poderío norteamericano garantizaba una seguridad cuyos beneficiarios no estaban dispuestos a sacrificarse por tener. Estados Unidos consideraba irritante la ecuación, pero obviando que la posición de vasallo tiene unos intangibles no despreciables para el poderoso. Este elemento suele ser ignorado por los seguidores de Donald Trump. Es positivo tener socios, porque los sirvientes suelen generar resentimiento a largo plazo. Los militares estadounidenses no aceptan que se les considere mercenarios y es el rol que le agrada a Donald.
Si eres una potencia media geográficamente alejada de Rusia, solo hay dos alternativas realistas: Estados Unidos y China. Las gigantescas necesidades chinas hacen que sea el cliente comercial preferente de medio mundo; salvo si estás cerca territorialmente, al abrumar con su poderío. Las naciones no tienen alma, porque solo atienden al puro realismo. La geografía, el tráfico comercial y la capacidad militar no son abstracciones teóricas, sino realidades concretas. Los aliados se benefician de la relación, mientras que el vasallo sueña con dejar de serlo.