Fuimos muchos en todo el mundo los que nos acostamos temblando al conocer el innegable y rotundo triunfo de Donald Trump en las pasadas elecciones USA, pero, a la vez, nos autoconsolamos pensando que no llevaría a cabo, y menos rápidamente, algunas de sus amenazas y bravatas. Nos equivocamos. Está sucediendo todo lo contrario para estupor y terror de gentes, países y continentes. Y no vale decir, como oigo con frecuencia, eso de "es cosa de los americanos; allá ellos". No, qué va, es asunto de todos. Y de tal gravedad que ya veremos hacia donde se tuerce el drama y cómo acaba. De momento, las economías tiemblan y se preparan para una guerra que no ha hecho más que empezar. La subida de aranceles decretada por Trump para Canadá y México (un 25% en ambos casos) y China (10%) es el inicio de una batalla que puede dañar las relaciones comerciales del mundo. Y lo peor es que va a repercutir en la vida de los ciudadanos. Uno de los primeros impactos llegará con la escalada de los precios. Si Trump sube aranceles, nosotros también. Y el estadounidense subirá otro poco. Y los demás tendrán que responder. ¿Y así hasta el infinito? Lo de China irá por otro carril. Los chinos no se quedarán quietos. No amagarán, pero darán. Ya lo hemos visto con lo de la Inteligencia Artificial. ¿Y Europa? Trump también nos ha amenazado y advertido de que nos estamos portando mal con su América, lo que equivale a decir que piensa vengarse. Lo hará. Lo complicado, o no tanto, es saber cómo y cuándo. Será pronto porque está lanzado y parece que, firmando decretos, disfruta más que un marrano en un charco, que dicen en mi pueblo. Y lo que haga también nos afectará a todos los ciudadanos, incluidos los de Vox. Lo digo porque Abascal, y otros ultras europeos, están encantados con las medidas de don Donald, quizás porque solo se estén fijando en las expulsiones de inmigrantes se vulneren o no sus derechos. Pero las "trumpadas" también van a perjudicar a la economía española y a dañar a muchos sectores (aceite, vino, carne, queso) importantes. De ahí que los temblores se hayan extendido por doquier. Ya nadie está seguro.