Andan revueltos los gimnásticos, a cuenta de un aval de 200.000 euros y de si las cifras dan para que el equipo salga a jugar en 1ª RFEF con ciertas garantías. Este hecho coincide en el tiempo con el reportaje en estas páginas realizado por Gonzalo Ayuso con el recuerdo que queda aún en la sociedad segoviana de la desaparecida Caja Segovia en 2010.

Y que tiene que ver lo uno con lo otro. Yo creo que si que tiene que ver. Hace 14 años que no existe la gran entidad financiera segoviana. En aquellos tiempos, ante una situación similar, los directivos del club habrían levantado el teléfono para llamar a Helidoro Albarrán, que era el responsable de los patrocinios deportivos en la entidad cajera.

Tras la preceptiva reunión, habrían terminado en el despacho de Malaquías de Pozo, que era el todopoderoso director de la Obra Social y Cultural, que, con un par de palmadas en la espalda y algún compromiso por parte del club, Caja Segovia habría hecho frente al aval y los directivos azulgranas estarían a otras cosas, como buscar nuevos fichajes y patrocinadores menores.

Caja Segovia engrasaba la sociedad segoviana «un huevo». Era la entidad a la que toda la provincia acudía con sus proyectos, y siempre estaba ahí. Los accionistas de la caja éramos todos los segovianos, fueran o no clientes, que mira que era raro no serlo. Un niño en Segovia nacía con una Chachi libreta debajo del brazo.

El tema me toca directamente. Soy hijo de empleado, crecido en un bloque de viviendas donde la mayoría de los vecinos trabajaban en la entidad y en casa hemos mamado el amor a la Caja y la respuesta social que suponía el reparto de sus beneficios.

Como tantos segovianos no tuve que abandonar mi ciudad para obtener un título universitario, porque estudié Publicidad en el Colegio Universitario de Segovia. Pero los que lo hicieron en Madrid, contaban con un gran apoyo a través de Horizonte Cultural, que era la asociación que coordinaba el transporte diario a las facultades de la capital.

Pero no había fiesta de pueblo, por pequeño que fuera, que contara con el apoyo. Actividades culturales, publicaciones, exposiciones, ciclos de conferencias, restauraciones de patrimonio o acciones solidarias que no tuvieran a la presencia del logo de la hucha con forma de Acueducto. Economía azul lo denominan, es decir, negocios rentables y cuyos beneficios tienen un reflejo directo en la sociedad y el medio ambiente.

Era la lluvia fina que permitía que germinara cualquier iniciativa que surgiera de los segovianos, y era el destino final de los ingentes beneficios que se obtenían tras una labor ardua que sus trabajadores hacían en sus oficinas. Me consta la ojeriza que los empleados de los grandes bancos nacionales tenían a Caja Segovia. No tenían opción. En Segovia era imbatible, con una cuota de mercado superior al 60%. Los Santander, BBVA, La Caixa y Caja Madrid de la época se repartían las migajas del negocio financiero.

Ahora nos queda la nostalgia, y soñar con que algún día Caja Viva, la entidad financiera local del grupo Caja Rural algún día alcance esa dimensión. Será complicado, pues son tiempos diferentes y me temo que muchos clientes no ven más allá del tipo de interés y los beneficios particulares, sin pensar en el retorno social que luego supone el reparto de beneficios de su obra social.

En este caso se trata de la Fundación Caja Rural de Segovia, donde su gerente, Beatriz Serrano, obra cada año el milagro de los panes y los peces. Con presupuesto que no alcanza ni por asomo de lo que disponía Caja Segovia, mantiene una programación anual y un apoyo decidido al tejido social, deportivo y cultural de la provincia.

Qué oportunidad tiene delante Caja Viva de apoyar con el aval financiero de la Gimnástica Segoviana, y poder ver en la camiseta azulgrana su logo como aquellas camisetas históricas con el logo de Caja Segovia que algunos gimnásticos guardamos con especial cariño. Sería en realidad el aval de todos los segovianos y la oportunidad de demostrar que son la gran entidad con sentimiento local.